Anatomía de una caída (2023), la última película de la francesa Justine Triet, cuenta la historia de un matrimonio que va en picada: Ella (Sandra Hüller), una mujer exitosa; él (Samuel Theis), un hombre frustrado profesionalmente; y un hijo con una discapacidad visual. Un día Samuel aparece muerto y no se sabe si fue un accidente, un suicidio o un asesinato.
La trama de Anatomía de una caída —que cuenta con cinco nominaciones a los Premios Oscar 2024— se centra en la resolución de esta muerte y, sobre todo, en la búsqueda de la verdad. Sin embargo, esa verdad se presenta como un elemento altamente subjetivo y que se puede modificar de acuerdo a cómo se relata. Lo cierto es que la historia, lejos de ser única, cambia de acuerdo a quién y cómo la construya.
En el juicio se acusa a Sandra y, a partir de la reconstrucción de su compleja relación con Samuel, se presentan constantemente distintas versiones de la realidad. Incluso una misma situación puede generar distintas sensaciones entre personajes y espectadores. Los roles del malo y el bueno van cambiando hasta demostrar que no hay uno ni otro, sino una pareja cada vez más infeliz.
“A veces una pareja es una especie de caos y todos están perdidos. A veces peleamos juntos, a veces peleamos solos y, a veces, peleamos el uno contra el otro, eso pasa”, dice Sandra durante el juicio haciendo referencia a que cualquier persona podría parecer sospechosa si se mostrará sólo un pequeño recorte de nuestra vida o nuestra relación.
En este matrimonio los roles históricos que cumplen una mujer y un hombre en la pareja están invertidos y este es el mayor motivo por el cual ella es juzgada: Sandra es una escritora reconocida que se avoca principalmente a su carrera y Samuel es quien se encarga de las tareas y la educación de su hijo en el hogar. Respecto a este tema, Triet aseguró: “Cuando la mujer ya no es una buena víctima, sino una víctima demasiado fuerte, demasiado segura de sí misma y más moderna, entonces se convierte en amenaza e incluso en alguien sospechoso”.
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Lo interesante es qué, al darse vuelta los papeles a los que estamos acostumbrados, se puede transformar la percepción que tenemos de la culpabilidad y la inocencia, y se nos presentan varias preguntas: ¿Qué pasaría si quien aparece muerta fuese Sandra y el acusado su marido? ¿Y si además fuese ella quien se encargara de su hijo y él quien pone en primer lugar su carrera? Ver a la mujer en el lugar de víctima y al hombre en el de victimario nos resulta más sencillo porque, lamentablemente, es lo más habitual. Entonces, ¿elegimos darle el beneficio de la duda a Sandra por ser mujer?
La inclinación hacia una u otra de las hipótesis sobre la muerte de Samuel lo vive también el personaje del hijo, Daniel (Milo Machado Graner), quien manifiesta: “Tengo que entender”. Y en un principio cree e intenta ayudar a su madre sin pensarlo mucho, pero a medida que Anatomía de una caída avanza, vemos cómo comienza a entrar en duda.
Hacia el final de la película, uno de los personajes asegura: “Todo lo que podemos hacer es decidir”. La verdad es una construcción y, aunque posiblemente nunca se sepa realmente lo que sucedió, uno puede elegir en qué versión de los hechos creer. Esto es lo que hace Daniel, el jurado y, en definitiva, todes nosotres.
El principal motivo para creer en la inocencia de Sandra es que ella no gana nada con la muerte de su marido. No hay una construcción sociohistórica que la victimiza si su esposo no hace lo que ella quiere, no tiene ningún sentido de propiedad sobre su cuerpo, cuando Samuel se revela no está faltando a ningún mandato. No hay motivo para su muerte, por eso es inocente.