Amefricana es una exposición que reúne más de 80 obras de la artista visual pretuguesa y amefricana, Rosana Paulino. Bajo la curaduría de Andrea Giunta e Igor Simões la muestra es un retrato sensible y crudo del silenciamiento, el dolor y la esclavitud en América. Se la puede visitar en en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA).
“Las costuras, que yo prefiero llamar suturas en algunas piezas, traen la problemática de que el Brasil es un país que nunca se preocupó por las compensaciones a las comunidades que fueron marginalizadas, expropiadas. Es un país que quiere ‘unir’ a la fuerza las diferentes poblaciones que están aquí, y para eso ha recurrido a la violencia sistemática del Estado. Yo digo siempre que Brasil es, muchas veces, como un Frankenstein, en el que partes dispares, que no se unen, son cosidas a la fuerza para intentar hacer un cuerpo común. Obviamente eso no va a funcionar”, afirma Paulino. Las obras, casi replicando sus declaraciones, funcionan como un retrato visual como forma de remendar una herida social que sigue abierta.
Desde la curaduría señalan que desde los años 90, Paulino aborda problemáticas que la sociedad y el arte brasileños no habían hecho visibles. Sus obras naufragan entre la presencia negra, la representación del trauma de la esclavitud y la reconstrucción de los afectos de más de 15 millones de personas que fueron trasladadas durante más de tres siglos de África a América. Y al mismo tiempo echan luz a la historia de la plantación, de la fazenda y de la fotografía fenotípica que representaba y clasificaba a los humanos.
Al entrar a la sala ingresamos directamente a ese pequeño mundo que Paulino creó para sobrevivir al dolor. En Amefricana, lo textil va uniendo las diferentes obras que van desde retazos de tela impresos unidos entre sí, hasta la imagen de una persona que se repite, como también dibujos, esculturas y objetos. La artista separa, agrupa y clasifica meticulosamente sus heridas. Así como las ideas cientificistas avanzaron sobre los cuerpos amefricanos, Paulino avanza pero para reconstruir sus historias.
Amefricana se divide en diferentes temas centrales de acuerdo vamos avanzando en el recorrido: Atlántico rojo, Suturas, Asentamiento, Memoria y presente, Colonialismo y Tejedoras. Las obras van marcando una cartografía visual de la historia latinoamericana. ¿Cómo se narra una historia borrada? ¿Por cual hilo hay que tirar para descubrir el pasado?
Paulino repite las imágenes buscando respuestas, las borda, las une, las corta, las combina. Esto lo vemos apenas ingresamos a la primera sala donde fotos que fueron sacadas por científicos europeos para “investigar” la superioridad racial, la artista se las apropia, las pone sobre la tela y las repite. El patrón de la repetición, que se ve en la mayoría de las obras, en muchas de ellas por medio de técnicas de grabado, es clave ya que funciona como un muestrario social. Esto se ve particularmente en una de las obras que me resultó más llamativas: una pared llena de lentes microscópicos con fragmentos de pelo, cada uno con un nombre.
En la cantidad todas las muestras parecen iguales, pero al acercarnos y leer en cada una un nombre es imposible no remitirse a la subjetividad. La unión entre lo científico y lo sensible, ese árbol genealógico que se va generando por la unión del pelo de las mujeres de su familia. Obra que dialoga directamente con Parede da memória [Pared de la memoria], donde se ven fotografías de sus antepasados también en pequeñas piezas que se extienden como un mural. Las fotos, impresas en pequeños sacos, denominados patuás, originalmente contienen objetos o sustancias vinculadas al axé o a la fuerza mágica de las creencias umbanda.
La enorme cantidad de obras culminan en una pared de cuerpos-crisálidas que funden lo humano y lo animal. Amefricana es, sobre todo, un interrogante abierto. Paulino se pregunta y nos invita a preguntarnos sobre la memoria, los cuerpos, la identidad y la violencia sistemática. A sus obras le brotan palabras no dichas y silencios obligados, pero muy ágilmente se posiciona como portavoz de esos silencios para ponerlos sobre la mesa, ponerle palabras y evidenciar el dolor.