En un garaje convertido en estudio en la zona norte del Conurbano Bonaerense, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, sobreviviente de la dictadura y de los vuelos de la muerte, y destacado militante por los Derechos Humanos, recibió a Feminacida para reflexionar sobre las luchas actuales: "Creo que hay movimientos muy importantes, como el de mujeres, que puede llegar a tener un impacto social, cultural y político". En esta entrevista, un recorrido por las resistencias y algunas pistas para fortalecer la democracia en tiempos de autoritarismo.
Por Catalina Filgueira Risso y Cármen Fernández Villa
—¿Cómo definirías el accionar del gobierno en estos primeros nueve meses, especialmente, en relación con las políticas sociales y económicas y el impacto que están teniendo en la sociedad?
—Este gobierno se caracteriza por su crueldad. Creo que es la definición más acertada por su falta de sensibilidad social y la exclusión de las dos terceras partes de la población. Milei se adueñó del poder, pero más me preocupa cómo es que diputados y diputadas, a quienes el pueblo le transfirió los poderes, le confió su representación, han entregado facultades a un personaje siniestro. Cuando uno ve lo que está ocurriendo y compara históricamente, Milei está procediendo como procedió Hitler, en su momento que llegó a través de elecciones y luego pidió poderes absolutos y comenzó a devastar a Alemania. Veo muchas semejanzas con este personaje, creo que tiene mucha responsabilidad. Pero, también y no se dice, esto es consecuencia del desgobierno anterior y de gobiernos que siempre apuntaron a políticas de coyuntura y no a la construcción de políticas de mediano y largo plazo para saber a dónde vamos de aquí a 20 o 30 años. Milei cree que el mercado va a regular a la sociedad y eso es mentira. El mercado no puede regular humanamente porque el capitalismo no tiene corazón, no hay una sensibilidad hacia el otro o la otra. No creo en esta democracia delegativa que tenemos. Tenemos que construir una participativa donde el pueblo tenga herramientas constitucionales y jurídicas para oponerse a los abusos del poder. Los derechos humanos son parte de eso.
—En este sentido, los derechos humanos son parte de una política de largo plazo que hemos logrado construir como sociedad y, si bien los discursos negacionistas y reivindicadores de la dictadura siempre existieron, hoy parecen volver a tener una nueva caja de resonancia y ponerlos en jaque, ¿cómo lo ves vos?
—Creo que este gobierno salió con los botines de punta a destrozar todo lo que encontraba en el camino y, en ese sentido, ataca a los organismos de derechos humanos. Pero lo que pasa es que los derechos humanos también fueron tomados como una posición de lo que pasó y los derechos humanos son parte de la vida de todo ser humano, de toda sociedad y de la construcción democrática. Si su defensa queda atrapada en un partido político, vos podés señalar lo que hace el otro, pero no lo que hacés vos. Y los derechos humanos son integrales. Es fundamental generar conciencia de que son parte de la vida: los derechos de los niños y las niñas, los derechos de las mujeres, de los ancianos.
—En relación con los derechos de las infancias, UNICEF sacó un informe que da cuenta que un millón de niñas y niños se van a dormir sin cenar y que, según estimaciones el 70,8 por ciento serán pobres en este 2024. ¿Cómo ves esta situación y cómo lo vienen trabajando desde el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ)?
—Nosotros lanzamos la Campaña Nacional contra el Hambre en Plaza de Mayo. Llevamos a más de 200 chicos y fueron ellos quienes repartieron el pan a la gente. La consigna era que no le falte el pan a ningún hogar, chico, jubilado. El hambre es la mayor de las violencias. Hay niños que no comen o que comen un día sí y tres días no. Yo fui uno de esos niños y me la rebuscaba, así que para mí no es ninguna novedad.No hay plata para educación, no hay plata para la salud, los jubilados tienen jubilaciones de hambre, pero hay plata para armas, hay plata para fuerza de seguridad, hay plata para enriquecerse, para los grandes capitales Entonces estamos en un momento de desintegración de las instituciones.
—Se ha polarizado mucho el discurso sobre los niños, niñas y adolescentes, especialmente los de sectores más vulnerables. ¿Cómo ves esta estigmatización creciente y proyectos como la baja de la edad de punibilidad?
–Este gobierno tiene respuestas punitivas, no sociales. La seguridad no pasa por poner más policías o más encierro. Además, la situación de los chicos que están en institutos, en el encierro, es terrible. Ningún chico puede salir bien de ahí porque no tienen la educación adecuada, no cuentan con asistencia psicológica ni asistencia médica. Yo fui preso en varios lados, soy un preso internacional. He estado en Brasil, en Ecuador y aquí, en Argentina. Si la gente no está contenida psicológicamente, eso lo destruye.
—Retomando lo que sostenías sobre derechos humanos, parece existir una desconexión entre las políticas promovidas en las últimas décadas y las percepciones de las nuevas generaciones. Más allá de las fallas en la gestión de gobiernos anteriores, ¿qué considerás que sucedió desde los espacios de militancia o activismo que no conectaron con estos jóvenes votantes? ¿Tienen responsabilidad ante los resultados actuales?
—Pusieron el dedo en un lugar muy delicado. Como les decía antes, si la defensa de los derechos humanos queda atrapada en un partido político, se pierde la libertad, la independencia, la autonomía. Eso es parte de la confrontación que tenemos con los demás organismos de derechos humanos. Por otra parte, pienso que tal vez hubo una derrota cultural. En la Comisión por la Memoria trabajamos todo el año con las escuelas de la provincia de Buenos Aires y hacia fin de año , llevamos a unos 20 mil jóvenes a Chapadmalal, en distintas comisiones. En uno de esos viajes, me reuní con un grupo de chicas, estudiantes secundarias, y les pregunté sobre cómo se informan de lo que pasa en el país. Su respuesta fue: “Por Tik Tok”. Es difícil que con eso haya un pensamiento crítico. También hay un problema generacional, de las abuelas está Estela con un grupo de dirigentes reducido. El Centro de Genética y el trabajo de la CONADI lo cerró Milei. Somos muy pocos los que salimos al frente.
—Definiste este gobierno como cruel. Desde tu experiencia de resistencia en los años ‘70, ¿cómo se pueden trazar alternativas más humanas y solidarias en estos contextos de crueldad?
—El individualismo ha marcado mucho nuestra sociedad. Hay que sumar en este momento sobre objetivos comunes. Por ejemplo, derechos humanos y democracia como valores indivisibles. Eduardo Galeano, un amigo de caminata por América Latina, una vez se preguntó por cuál era la palabra más utilizada en el mundo. Uno podría decir: amor, paz, solidaridad. Pero no. La palabra más usada del mundo es “yo”. Nos olvidamos de nosotros y nosotras. Nos olvidamos de la comunidad. Lo importante es que, aunque no esté muy de acuerdo, sumar, en este momento. Porque puede haber objetivos comunes sobre los que tenemos que trabajar. Que no le falte el pan a ningún hogar, a ningún chico, ni a los jubilados, ni a hombres y mujeres. Creo que hay movimientos muy importantes como el movimiento de mujeres.
—Así como a los derechos humanos, las mujeres también somos elegidas como enemigo común del gobierno…
—El movimiento de mujeres no es uniforme, ustedes lo saben mejor que nadie. Pero creo que puede llegar a tener un impacto social, cultural y político importante. A las mujeres no les regalaron el espacio, lo conquistaron a través de las luchas y de la presencia que fueron adquiriendo en la sociedad. Fui muy amigo de Alicia Moreau de Justo, una mujer extraordinaria, médica, política que hizo muchísimo para el reconocimiento de las mujeres. Ella me contaba que cuando iba a la facultad la querían echar. Hoy en día, el 70 por ciento de quienes cursan son mujeres. Entonces, pienso que el movimiento de mujeres tiene que tomar la posta en todas las áreas. En el campo científico, en los centros de investigación. Tienen que ser rebeldes frente a un sistema opresor. En lo intelectual, en lo político, en lo cultural, en lo espiritual, se necesita de la rebeldía. No hay que desesperar porque siempre hay un sentido de vida, de esperanza, de lucha, si no, no estaríamos aquí en esto. Creo que esto también ahora está haciendo reaccionar y pensar a mucha gente. Necesitamos fortalecer mucho la comunidad, la conciencia crítica y no dejarnos dominar intelectualmente ni espiritualmente.