Recorrer los relatos de Lele Valle en A dónde se van los gatos cuando se van, trae a la mente el tono cortazariano de Rayuela cuando el mismo Julio recita sus pasajes. Así se transitan esas descripciones de amor inundado por aire delta que suenan en las páginas de este libro, el primero de su autora.
“Es la puerta a un mundo tan lejano como propio. Es encontrarse con Lele, abrazarla, y que en ese abrazo la vida haga sentido”, reza el prólogo en palabras de Manuela Ghitta.
Lele es politóloga, también periodista, comunicadora y escribe “desde siempre”, dice: “Escribir siempre estuvo ahí”. Después de pasar y sostener varios talleres de escritura que la inspiraron, como el de Pablo Plotkin, decidió tomar el desafío —propio y estimulado por amigues— de escribir y de sistematizar esas producciones. “Fue una de las grandes resoluciones de Año Nuevo. Escribir para duelar. Escribir de amor por otras mujeres”, cuenta a Feminacida.
En 2022 se sumó al reto que proponía en redes su amiga Pau Ramos, artista ilustradora y también escritora. Consistía en escribir un relato a partir de palabras disparadoras. Escribió todos los días durante un año: “De a poco se empezó a perfilar como un proyecto personal más allá del juego. Empecé a darle forma y a averiguar cómo podía convertir esos relatos en un libro”, explica. El gen estimulado por el impulso de otres a explotar esa energía contenida en la autora, finalmente se gestó y nacieron sus microrrelatos.
Marcados por el amor, el deseo, la infancia y el desamor también, Salvación, Peligro, Costumbre, invitan a explorar —y cuestionar— las emociones profundas nombradas con tanta exactitud en la descripción que parece que hablaran de une misme, de ella, de él.
“Sigo desgajándote con avidez, con el apetito de los que devoran una fruta jugosa en pleno enero. Todavía sos misterio y, sin embargo, todo eso que sos me resulta familiar”.
El amor sin miedo, la novedad como puerta de entrada a un espacio que no sabe de riesgos sino de sentires. Una bocanada de esperanza cuando se espera amar sin importar qué suceda después. “Son microrrelatos y al mismo tiempo no lo son. Para mí son un híbrido que a veces es registro del recorte de experiencias vividas en diferentes situaciones durante un año. Otroa son recuerdos recuperados, algunos con tono más poético, otros como cartas a alguien más. Pero todos tienen más o menos el mismo clima de comienzo y final. Como hablar de los principios y los cierres”, amplía Lele.
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