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Eso que esconden los rituales de belleza en las infancias

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Son esas dos amigas de 12 años que esperan ansiosas en el hall de un salón de belleza para hacerse una limpieza de cutis. Es esa hija pre adolescente que llora desconsolada una mañana porque se cortó la luz y no quiere ir al colegio sin plancharse el pelo. Es esa chica que gasta sus pocos ahorros en cremas y maquillajes. Son esas nenas que durante un cumpleaños infantil se ponen pepinos en los ojos y cremas en la frente mientras fantasean con estar en un spa.

Son ellas, están ahí y las vemos todos los días. Se inician cada vez más jóvenes en la educación y el sometimiento de los rituales de belleza. Quieren, con desesperación, pertenecer a un mundo de corrección estética que las convoca y violenta en partes iguales. 

En una de las últimas publicaciones de la cuenta de Instagram de la organización feminista Mujeres que no fueron tapa, su fundadora y autora del libro "La estafa de la feminidad", Lala Pasquinelli, se pregunta qué vendrá ahora, cuál será el límite. El video muestra cómo le depilan las cejas a una nena que tiene aproximadamente un año. Resulta doloroso, incluso a través de una pantalla, ver a una beba expuesta a una práctica tan invasiva como innecesaria. Pero, ¿quién es el responsable de generar esas necesidades? ¿De qué forma penetra cada vez más temprano la obligación de belleza, perfección y hegemonía en infancias y adolescencias? 

Según un reporte de la consultora estadounidense McKinsey en 2022, el mercado de la belleza —comprendido por el cuidado de la piel, el cabello, las fragancias y el maquillaje— generó alrededor de 430 mil millones de dólares en ingresos en el mundo. A diferencia de otros rubros, que casi desaparecieron durante la pandemia, la industria de la estética no paró de crecer y se proyecta que su facturación se incrementará en un 6% anual para 2027.

Este mercado se aferró y resistió a lo largo de la historia, sin importar el contexto. Durante los últimos años el negocio comenzó a filtrarse en segmentos cada vez más jóvenes. Si la religión es el opio de los pueblos, Todo Moda es el de las niñas y adolescentes. Resulta llamativo ver cómo se fueron transformando los locales, que en sus orígenes vendían principalmente accesorios y tejidos y hoy tienen una sección entera dedicada al beauty. Los colores, las luces, las texturas, los envases atractivos, todo diseñado con un único fin: captar la atención de miles de niñas que están por comenzar a cumplir los mandatos de la feminidad.



Jimena Le Bellot es pediatra y tiene una comunidad virtual con quienes comparte información bajo la premisa de criar con respeto y amor. Para mamá pediatra, como se la conoce en redes, es importante entender que en los nexos familiares los adultos tienen un rol esencial ya que muchas veces pretenden cumplir con ciertos rituales estéticos y alcanzar una perfección que se termina traspolando a lxs niñxs, yendo contra su derecho más básico: ser simplemente eso, niñxs. 

La médica señaló a Feminacida que por su consultorio pasaron niñas que “se depilaban porque no les gustaba tener pelos, otras que se hacían las uñas postizas y adolescentes que se habían inyectado ácido en los labios buscando engrosarlos”. Como profesional de la salud, pero también como madre de dos niñas, resaltó la importancia de revisar la forma en que nos mostramos las mujeres de cara a nuestras hijas, la necesidad de ser congruentes con los mensajes que les bajamos y también la capacidad de poder explicar que algunas cuestiones son de adultos y deben quedarse en esa órbita donde lxs niñxs no deberían poder ingresar.

Otro factor que resulta determinante para entender todo este fenómeno gira en torno a la difusión y amplificación de contenidos a través de las redes sociales. De acuerdo al último relevamiento, TikTok cuenta con aproximadamente 1.400 millones de usuarios activos mensuales en el mundo y, si bien las cifras oficiales indican que las personas de entre 18 y 24 años representan casi el 40% de la audiencia, muchxs niñxs también utilizan a diario la plataforma. 

El efecto es casi inmediato. Basta con navegar por unos minutos en la red social para que el algoritmo empiece a entender cuál es el juego que hay que jugar. Ve un patrón de intereses y empieza el show. Uno tras otro, cientos de videos de distintos influencers y creadores de contenido de belleza que relatan el paso a paso para alcanzar el aspiracional normativo de lo bello e invitan a su audiencia a seguirlos.

En su libro Bellas para morir, la socióloga y escritora feminista Esther Pineda G. explica que el cuerpo femenino se constituyó como un poseedor de belleza durante el siglo XXI y los medios masivos jugaron un rol esencial en la amplificación de los estereotipos de las mujeres que eran consideradas normativas. En la actualidad, ese bombardeo no sólo no se detuvo si no que encontró nuevos frentes de batallas desde el universo de las redes sociales. 

Jonathan Di Giunta es cosmiatra y la cuenta de TikTok que utiliza para difundir contenido vinculado al cuidado de la piel tiene casi 7 millones de seguidores. Como creador digital sostuvo que hay que tener mucha responsabilidad con la información que se comparte y advirtió sobre el peligro de fomentar el consumo de productos como los ácidos —que fueron desarrollados para adultos— en gente joven, ya que pueden provocar daños graves. “Recibí en mi consultorio adolescentes, acompañadas de sus madres, preocupadas porque sentían que sus labios eran demasiado finos o que se les estaba arrugando la frente”, recordó el profesional en diálogo con este medio. 

Adolescentes y niñas que deberían poder transitar los procesos lógicos de desarrollo y maduración terminan obsesionadas con ácidos, pulidos y distintas intervenciones en sus caras, pelos, pestañas y manos que no buscan más que alejarlas, cada vez desde más temprano, de la autonomía de sus cuerpos.

La opresión no es sólo a nivel estético si no que también se refleja en los distintos aspectos que atraviesan sus vidas. En el ámbito académico es cada vez más frecuente escuchar testimonios de docentes que ven cómo las alumnas tienen dificultades para escribir bien, que no pueden tocar un instrumento con fluidez o participar de un ejercicio en gimnasia por temor a que “se les rompa las uñas esculpidas” o “se les salga el alisado del pelo”. Profesoras de distintos niveles que capturan charlas al pasar donde el único foco es el superficial. ¿Quién tiene la última planchita? ¿La mejor esteticista? ¿La manicura más top del barrio?¿Cuál de todas es la que realiza más cantidad de pasos en su rutina de cremas nocturna? 

Si bien desde hace un tiempo se comenzó a visibilizar el término cosmeticorexia como un trastorno cada vez más frecuente entre infancias y juventudes, la psiquiatra especialista en salud mental infanto juvenil Cynthia Galli sostiene que no es recomendable rotular a lxs pacientes que presentan este tipo de conductas vinculadas a la excesiva preocupación por lo estético.

La profesional, además, destacó que, a pesar del reciente auge de estas prácticas, todavía no se ha convertido en un motivo de consulta masivo pero apuntó al uso indiscriminado de las pantallas como la máxima preocupación y causal de impacto sobre la salud mental juvenil.  “Lo más grave que nos está pasando es que lxs niñxs están perdiendo la capacidad de jugar”, sentenció. En este sentido, aseguró que resulta indispensable que quienes llevan adelante la crianza de infancias y juventudes puedan ejercer un rol de sostén, pero también de supervisión y establecimiento de acuerdos para regular la exposición a las redes sociales. 

El músico y escritor Luis Pescetti solía decir que “hay que hacer mucho con poco”. Tal vez sea momento de empezar por algo pequeño para terminar en algo grande. Volver a las bases del juego como garantizador del disfrute. Tratar de ganarle cada vez más espacio al mundo de las pantallas. Repensar los hábitos de consumo de quienes crían. Intentar hackear todos los estereotipos que habitan en los hogares. Resistir el hecho de que las mujeres seamos captadas cada vez más temprano por un sistema que muchas veces nos pretende sometidas, funcionales y hegemónicas.



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