Mi Carrito

"Esta vez hay que ir": el cuidado en el centro de la escena del 8M

Compartí esta nota en redes

“Esta vez hay que ir”, una de las consignas que acompaña la convocatoria al primer Paro Internacional de Mujeres y Disidencias a la gestión de Javier Milei, sella una discusión que desde los feminismos puja hace tiempo para instalarse: el cuidado como esa dimensión que hace posible y sostiene el funcionamiento del sistema económico se hace presente desde aquello que se enuncia. Trabajadoras, madres, jubiladas: todas son cuidadoras.

Tomar conciencia del poder que tienen esos cuerpos que muchas veces no pudieron estar en la calle porque su trabajo, indispensable, no se los permite. Parar la rueda, dejar en pausa las tareas no remuneradas, y movilizarse para exigir aquello que la política neoliberal flagela: el derecho a una vida digna. 

Macarena tiene 28 años y vive en la Villa 20, al sur de la Ciudad de Buenos Aires. Trabaja como promotora de género y es parte del Frente Marea de Somos Barrios de Pie. Durante el día acompaña a vecinas de la comunidad que sufren violencia de género, las asesora para que hagan la denuncia y las orienta en el proceso. Cuando su jornada laboral termina, sus dos hijos de 6 y 10 años la esperan en su casa, que esta vez están muy ansiosos por el inicio de clases. 

La joven es el sostén de su familia. Junto a su mamá, jubilada con la mínima, se turnan para el cuidado de los niños cuando Macarena no está en el hogar. Pero cada vez les cuesta más. “No me alcanza el ingreso para pagar una niñera. Hoy necesito el doble para cargar la SUBE e ir a trabajar. Y el colegio siempre implica gastos, más en esta época”, relata a Feminacida mientras atiende a su hija: "Ahí voy, mamita, esperame un cachito". 

Macarena sabe que no es la única madre que cría sola, muchas vecinas de su barrio atraviesan la misma situación. De acuerdo a los datos proporcionados por UNICEF Argentina, hay más de 1.600.000 mujeres a cargo de hogares con niños/as y sin presencia de cónyuge, es decir, monomarentales. Si durante 2022 el 27,4% de las jefas de estos hogares tuvo ingresos por debajo de la línea de pobreza y en el 5,3% fueron menores a la línea de indigencia, ¿se podrá imaginar o proyectar cómo será ahora con los salarios y haberes previsionales hiper licuados?

De acuerdo al "Primer informe sobre endeudamientos, géneros y cuidados", realizado por la CEPAL y el Ministerio de Economía, en 2023 el 59% de los hogares monomarentales destinó más de la mitad o casi todos sus ingresos al pago de deudas o atrasos. De ese universo, el 73% usó tarjetas de crédito para comprar comida o medicamentos. 

La crisis impacta “de lleno” en las mujeres de la Villa 20. “Los aumentos que hubo en enero fueron muy fuertes. Acá hay personas que hoy no se pueden sostener, que les está costando comer, que tienen su trabajo pero no les alcanza. Lo vimos con el incremento de la demanda en los comedores y el corte en la distribución de alimentos. Es muy doloroso, pero tratamos de hacer lo posible para que siempre haya recursos y garantizar el plato de comida”, observa Macarena, quien trabaja a la par con aquellas compañeras que se encuentran a cargo del comedor del barrio. 

“Tenemos que estar a pesar de todo, porque el ajuste es hacia nosotras”, sostiene sobre la movilización del 8 de marzo. Entre las mujeres de la comunidad se están organizando para ir: eso implica ponerse de acuerdo con horarios, garantizar el cuidado de los niños y dejar a una persona a cargo del comedor para que ese día nadie se quede sin recibir la merienda. 


Podés leer más en: Bajas en "Potenciar Trabajo": el ajuste lo pagan las familias monomarentales

“Estoy cansada, pero voy a ir el viernes a la marcha”, dice Griselda, de 59 años, antes de llegar a la casa donde se encarga de las tareas de limpieza cada quince días. Antes lo hacía de manera semanal, pero su empleadora le pidió espaciar los días de trabajo al mes debido a la crisis económica. 

Lo mismo le ocurrió con otras familias y tuvo que buscar nuevos hogares para no reducir su ingreso. Eso implicó recorrer distancias más largas que las que hacía el año pasado. Griselda vive en La Matanza, uno de los municipios más extensos de la provincia de Buenos Aires. “En el mismo día, de Lomas del Mirador me voy a González Catán, de Villa Celina a Rafael Castillo”, detalla. Y aunque los viáticos están incorporados en la paga diaria, admite que no siempre pasa. 

Griselda —como más de 30 mil trabajadoras— comenzó a aportar a su caja previsional y a tener derechos laborales gracias al programa Registradas, una política pública destinada a promover la incorporación formal de las empleadas de casas particulares al mercado del trabajo. La gestión de La Libertad Avanza decidió no darle continuidad: el programa finalizó el 31 de diciembre de 2023. 

Es la primera vez que va a asistir a una movilización por el 8M y lo hará con sus dos hijas, ambas trabajan en oficinas del centro porteño. El plan es encontrarse cerca de la plaza a las 17 horas, cuando ellas terminan de trabajar. “Los mellis se quedan con la niñera, el viernes va a trabajar unas horas más”, cuenta sobre cómo organizaron el cuidado de sus nietos: mujeres cubriendo a otras mujeres en las tareas reproductivas. 

En un contexto donde las medidas de Javier Milei representan una amenaza clara a los derechos adquiridos en materia de género y diversidad, poner a la dimensión del cuidado en el centro es —cómo mínimo— una piedra en el zapato del sistema económico que se intenta instalar. No por nada los feminismos son el centro de los ataques de los gobiernos de ultraderecha. Porque sí, intentan distraer o desviar el foco de la crisis, pero también saben muy bien que sin el trabajo no remunerado que implican las tareas de cuidado, el plan no funciona. 


Te recomendamos leer: 8M: Feminismo contra la crueldad

Karina Batthyány es socióloga y directora ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). En diálogo con Feminacida, indica que el foco de la discusión conlleva desplazar a la dimensión del mercado, que es la que hoy prácticamente gobierna todas las dimensiones de la vida en común.

“Es una profunda transformación cultural. Es correr el eje de esa individualidad liberal que prima hoy en nuestra sociedad”, agrega y ejemplifica: “En la pandemia aprendimos sobre la importancia del cuidado para el sostenimiento de la vida de todos y de todas. Allí aparecieron con mucha fuerza las desigualdades de género resultantes de esa división sexual del trabajo: la responsabilidad prioritaria del cuidado asignada a las mujeres y la responsabilidad de provisión económica a los varones”. 

Autora del libro Políticas del cuidado, Batthyány repara en la importancia de reclamar por el derecho al cuidado, más aún en este contexto de “pulverización del Estado”. “Hay que mostrar que sin ese trabajo de base femenina, no remunerado, no reconocido, no valorado, es imposible la existencia de la vida en sociedad tal y como la conocemos. El cuidado debe ser una responsabilidad colectiva como los otros pilares del bienestar: como la educación, la salud y el trabajo. Y entre los actores en juego, el Estado es el central”, advierte la directora ejecutiva de CLACSO. 

La situación económica de Maia también es compleja y la crisis la tensa cada vez más. Se desempeña como trabajadora social en un hospital público de Bajo Flores, donde observa un aumento significativo en las consultas en los últimos meses. “Las paritarias que no acompañan los niveles de inflación y no tenemos posibilidad de solventar los costos para llegar a nuestro trabajo. Esto es ineludible y genera condiciones desfavorables en materia de salud laboral. Empiezan a aparecer padecimientos vinculados a la salud mental en muchos trabajadores y trabajadoras”, nota la entrevistada. 

Hace casi tres años que Maia es secretaria general de la Asociación de Profesionales de Servicios Sociales de la Ciudad de Buenos Aires, gremio que cada año adhiere al Paro Internacional Feminista y facilita la participación con cese de actividades acorde a la concentración. A diferencia de otras trabajadoras que se desarrollan en el ámbito de la Clínica Médica o Enfermería, la jornada laboral que hoy tiene Maia le permite movilizar. No es el caso de Nahiara, partera de un hospital público de Liniers, que se tendrá que quedar de guardia todo el viernes. 

“Hay compañeras que están desocupadas, otras que no tienen donde vivir, o que tienen que elegir si le dan de comer a sus hijos o si les compran la medicación que necesitan para vivir, la están pasando realmente muy mal”, insiste Maia. En la Ciudad de Buenos Aires, el INDEC informó que la inflación en febrero fue del 14,1%, casi un 40% de suba en lo que va del año.

Ya se dijo en las asambleas feministas previas al paro: es contra la crueldad, es contra el hambre, es urgente. Habrá una pregunta que sobrevolará durante toda la jornada del 8 de marzo y que será, tal vez, esa célula que necesitamos para interpelar en estos tiempos de todos contra todos: ¿Quién cuida a las que cuidan?

Foto de portada: Victoria Eger


Esta nota forma parte del dossier "Cuidadoras: el trabajo que mueve al mundo".
Hacé click acá para verlo completo.


Compartí esta nota en redes

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *