Nicolás Cristal Isaak Pinto era un chico trans, vivía en Río Grande, Tierra del Fuego, y le decían “El Poeta”. Amaba escribir, el arte y la música. El 2 de marzo de 2021 se suicidó como consecuencia de los abusos “correctivos”, la violencia y las torturas ejercidas por parte de la ex pareja de su mamá. Tenía 15 años.
En sus diarios dejó el testimonio que hoy está en miras del Poder Judicial en un caso que, a pesar de su lento avance, puede sentar un precedente. Es la primera vez que en esa provincia se investiga un abuso después del suicidio de la víctima. A tres años sin Nicolás y a días de una nueva huelga feminista, su mamá sigue pidiendo justicia: “No quiero que se olviden de él”.
Darcy acomoda sus apuntes, tiene todos los datos de su caso cuidadosamente anotados. Pasaron ya tres años del día en que su hijo, Nicolás Cristal, se quitó la vida. Desde ese entonces sostiene una lucha incansable en la búsqueda de justicia.
Todo comenzó en 2017. Fue la primera vez que Darcy denunció al agresor luego de que la atara y arrastrara con una camioneta. Más tarde se sumaron las lesiones a su hijo menor de dos años, hermano de Nicolás. Pese a que el niño manifestó haber sido golpeado por su padre y abuela paterna, sólo le otorgaron una perimetral por 10 días. El abogado de Darcy, que resultó ser amigo de los imputados, insistía con la revinculación y la logró.
Mientras tanto, el agresor aparecía por las noches frente a su casa. Darcy tuvo que poner cámaras para comprobar que no eran visiones suyas, que no estaba loca ni despechada, como le decían. “Mi hijo más chico venía mal, Nico que estaba desbordado psicológicamente y yo también con toda la parte judicial. Nadie me creía”, relata a Feminacida.
Un año más tarde se le abrió una nueva causa, ahora por abuso sexual contra su hijo más chico. El niño tenía 3 años en ese momento y, si bien no logró decirlo explícitamente en la Cámara Gesell, lo había manifestado claramente en varios dibujos, además de tener indicios físicos. La causa fue cerrada y archivada.
Nico, en tanto, veía lo que le pasaba a su hermano sin poder expresar todavía el calvario que él también había atravesado. No pudo contarlo en vida. El 2 de marzo de 2021, luego de que su mamá firmara la elevación a juicio en el caso que él tenía que testificar, se suicidó. Su testimonio quedó impreso, a fuerza de tinta y lápiz, en sus diarios íntimos.
En diciembre de 2023 se realizaron los peritajes a los dibujos de Nicolás. Darcy está a la espera de los resultados y de la pericia psicológica al imputado.
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“No es un suicidio, es un asesinato social”
El suicidio en la población de varones trans es una problemática poco abordada que, sin embargo, existe y así lo demuestran las pocas estadísticas que hay sobre el tema.
Según el último Relevamiento Nacional de Hombres Trans Argentina (HTA), el 76,4% de los varones trans encuestados dijo haber tenido pensamientos suicidas. En coincidencia, el Relevamiento Nacional de Condiciones de Vida de la Diversidad Sexual y Genérica en la Argentina, publicado en noviembre de 2023, reveló que 1 de cada 7 varones trans tuvo depresión en el último año y el 88,6% reportó miedo, angustia o ansiedad.
Desde HTA definen al suicidio de varones trans como un “asesinato social” porque, según explicaron en sus redes sociales, “no se deben a nuestra identidad de género, sino a fallas en todo el sistema de contención, a la violencia institucional, a la desidia de los Estados”.
Nico vivió con plenitud su identidad desde los 6 años, cuando empezó a cambiarse el nombre hasta llegar al indicado: Nicolás Cristal Isaak Pinto, en honor a Nicolás Tesla e Isaac Newton. A los 11 años se cortó el pelo. Aprovechó el verano para acostumbrarse y acostumbrar al resto.
Fue uno de los primeros varones trans visibles de Río Grande, Tierra del Fuego, y el día de su muerte salieron a volar las mariposas de la ciudad. “El día que falleció Nico hubo varias personas que pudieron decirles a sus padres quiénes eran”, cuenta Darcy y agrega: “No sólo personas grandes, de 27 o 30 años, sino también niñeces trans. Nico les dio fuerza para que ellos puedan ser”.
Abuso sexual contra las infancias y la lucha de las madres protectoras
El abuso sexual hacia las infancias y adolescencias (ASI) es una de las formas más atroces de la violencia patriarcal y, pese a ser un problema detectado en todo el mundo, la mayoría de los casos no llegan a ser detectados o denunciados.
En la Argentina, 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños sufren abuso sexual, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Se estima que de cada 1000 abusos sexuales, sólo 100 llegan a ser denunciados. De éstos, sólo entre el 3 y el 1% llegan a obtener una condena favorable a la víctima.
En el caso de Nicolás, esos abusos además tuvieron un carácter “correctivo”, es decir, un crimen de odio contra personas del colectivo LGBTIQ+ perpetrado con el objetivo de cambiar su orientación sexual o identidad de género.
Otra de las dificultades a la hora de detectar estos casos, es que ocurren entre cuatro paredes y, por lo general, por personas cercanas a la víctima. De acuerdo a los datos del Programa “Las Víctimas Contra Las Violencias”, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, en el 74,2% de los casos, los/as agresores/as eran del entorno cercano de la víctima —56,5% familiares y 17,7% conocidos no familiares—.
Por este motivo es imprescindible una escucha atenta de las infancias y adolescencias que se animan a contar ya que su palabra, en muchas ocasiones, puede ser la única evidencia. Sin embargo, esto pocas veces ocurre.
Algunos de los obstáculos con los que se enfrentan las madres que acompañan situaciones de ASI, van “desde la inexistencia de fiscalías especializadas, falta de personal idóneo y capacitado en esta problemática” a “la carencia de espacios físicos”, según explicaron desde la organización Akelarre Feminismo Popular en un glosario elaborado en el marco de la 5ta Mesa Nacional contra el ASI.
Allí resumen el circuito que revictimiza una y otra vez: “El principio de inocencia se impone sobre el del interés superior del niño, las innumerables pericias recaen sobre la madre que denuncia para terminar aplicando el inexistente y falso Síndrome de Alienación Parental, mientras que los testimonios de niñes, e informes de psicólogues, médiques, docentes terminan siendo desconocidos”.
El resultado del proceso, que comienza denunciando abuso, culmina con madres criminalizadas y con infancias que son obligadas a vivir con sus agresores, como en el caso del hijo de Gilda Morales.
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“La revictimización de las infancias y las personas que les acompañan es una realidad cotidiana para quienes llegan al poder judicial reclamando justicia”, alertan. Las madres protectoras se constituyen, así, como mujeres que luchan por resguardar a sus hijes de un sistema que convierte a la violencia en una espiral de la cual es muy difícil salir.
En 2022 se creó la "Mesa Nacional contra el Abuso Sexual a Infancias", con el impulso de la diputada Mónica Macha e integrada por organizaciones feministas, asociaciones profesionales, equipos ministeriales, legisladores, personas expertas en el tema, madres protectoras y sobrevivientes.
Darcy participó de la 5° Mesa realizada el año pasado en Córdoba concientizando sobre la problemática del suicidio en víctimas de ASI. En esos encuentros se comparten las experiencias de lucha de madres protectoras como las de Flavia Saganías, Gilda Morales, Delfina Sarranz, Daniela Dosso, entre tantas otras. “Estas redes, como la Mesa Nacional y la agrupación de Madres Protectoras, te sostienen y te dan herramientas para seguir criando y protegiendo a las infancias”, concluye la mamá de Nicolás.