El feminismo puso sobre la mesa un montón de interrogantes sobre el amor. Asumimos el compromiso de deconstruirlo para repensar nuevas formas de vincularnos, y en el proceso, el casamiento quedó en el olvido. Pero, ¿eso nos hace más feministas? ¿Nos protege o, por el contrario, nos deja en un lugar de desprotección?
Si siempre soñaste con hacer una fiesta y tirar la casa por la ventana o si pensás que el matrimonio es solo un papel, en ambos casos es fundamental que conozcas qué es el régimen patrimonial del matrimonio.
La firma en la libreta de casamiento es un momento bisagra en el patrimonio de quienes están contrayendo matrimonio. El Código Civil y Comercial de la Nación nos permite elegir qué régimen queremos: las opciones son dos.
Por un lado, el clásico régimen ganancial. Esto significa que desde el momento del casamiento, el dinero producido por el trabajo de ambos a partir de ese día será de ambos. Los bienes que adquieran con ese dinero, también lo serán.
Por el contrario, el régimen de división de bienes. ¿Qué quiere decir? Lo tuyo es tuyo y lo mío es mío.
Para elegir qué régimen regulará el matrimonio, hace falta pasar por un escribano público previo a la cita en el Registro Civil. Se puede modificar tantas veces como las partes quieran siempre que pase, como mínimo, un año entre una modalidad y otra. Si no eligen nada, será ganancial.
Retomando el inicio, el amor y la constante necesidad de abrir interrogantes sobre cuáles son las mejores formas de vincularnos en su nombre, no deben quitar del centro de la escena nuestro auto cuidado.
Casarse con el régimen ganancial, a diferencia de la Unión Convivencial y del casamiento con división de bienes, te protege, y saberlo desde el inicio es necesario. Como dice la politóloga y escritora Florencia Freijo: “Casarse ordena”.
Hablar de dinero es muy difícil y hablar del final del amor al principio del amor es prácticamente imposible, pero esta información a tiempo te puede cambiar la vida.
En términos prácticos, los matrimonios se pueden disolver por dos motivos: muerte o divorcio.
Quienes hayan tomado la decisión de pasar por el Registro Civil con el régimen ganancial afrontarán cualquiera de estas situaciones de una forma completamente diferente a quienes hayan elegido otro régimen o a quienes estén en Unión Convivencial (registrada o no, de uno, dos o cincuenta años, es lo mismo).
Si no te casás, no heredás. Si no te casás, y por ejemplo, compran una casa con el dinero de ambos y la otra parte fallece, el 50% de esa casa será tuyo y el otro 50% de sus herederos, sus padres tal vez.
Si no te casás, te dedicás al cuidado de la familia y luego de veinte años se separan, será tuyo aquello que lleve tu nombre y si – en nombre del amor – la casa se puso a nombre de uno solo, el otro perdió. Quedará como recurso solicitar una compensación económica de manera judicial, es decir, explicar ante la justicia los años de trabajo de cuidado aportado y las diferencias patrimoniales con las que concluyen el proyecto de vida en conjunto, por las que es necesario una compensación para que ambas partes estén en igualdad de condiciones.
Ahora bien, dentro del régimen de ganancialidad existen los bienes propios y los gananciales.
Bienes propios son los adquiridos antes del casamiento, los adquiridos durante el matrimonio con dinero obtenido con anterioridad al mismo y los heredados en cualquier momento.
Bienes gananciales son los obtenidos por cualquiera de las partes durante la vigencia del matrimonio, pero también – y de los que menos se habla – son gananciales los frutos de los bienes propios. Esto quiere decir que si tenés un departamento propio en alquiler, el departamento siempre será propio, pero el dinero obtenido del alquiler es ganancial. Si tenés acciones adquiridas antes del matrimonio, siempre serán propias, pero sus rendimientos serán gananciales.
Si casarse ordena, ¿por qué hay cada vez menos casamientos?
Mientras escribía esta nota consulté a diferentes personas de entre 25 y 45 años que se encuentran conviviendo, sobre qué piensan cuando hablamos de casamiento.
La mayoría, y casi sin dudarlo, asocia casamiento a demostración de amor. Entonces, ¿la gente se enamora menos? O como se preguntó Solana Camaño en Sustancia X: ¿los vínculos son más frágiles y por eso la gente tiene temor a casarse?
El segundo puesto se lo lleva la fiesta y los comentarios rondan entre: “Con lo que sale casarse” y “si no podemos hacer fiesta ni me caso”.
Solo Agustina, una de las personas consultadas, contestó que su postura “es un poco fatal”, ya que lo que le preocupa es qué sucede si uno de los dos muere. Salvo ella, todo el resto cree que el casamiento no cambiará nada y que por eso no es un tema en la agenda familiar. Sin embargo, Agustina parece la única que la tiene clara.
¿El casamiento es la nueva revolución?
Hace algunos meses, Micaela Arbio Grattone, en su columna Perdón, feminismo, se animó a alentar el casamiento: “Nos pasamos de rosca con nuestras banderas feministas de que somos re libres, de que estamos re empoderadas, pero cuando nos pasamos de rosca, después nos terminamos perjudicando a nosotras”. Desde un punto de vista legal, es completamente cierto.
Esto me recuerda a la revolución de las mujeres en los espacios de trabajo. Logramos insertarnos en el mercado laboral, pero no logramos dividir las tareas de cuidado de una manera equitativa, entonces pasamos a trabajar dos jornadas, una adentro y otra afuera. Seguimos perdiendo.
A pesar de los grandes esfuerzos que hace el feminismo por propagar el mensaje de la importancia de darle valor al trabajo de cuidado, aún queda mucho camino por recorrer. Por eso, incluso en la actualidad cuando las parejas deciden tener hijos, siguen siendo las mujeres las que ven más modificada su vida personal y/o laboral el pos del cuidado de la familia.
Como abogada de familia, realizo varias entrevistas por día a mujeres que están atravesando separaciones y la mayoría reniega de haber tomado tantas “decisiones por amor”.
Poner la casa a nombre del otro, dejar ese trabajito que tanto le gustaba pero que no dejaba mucho dinero, dejar ese trabajo por el que le pagaban tanto a cambio de uno que le permita mayor flexibilidad horaria, alejarse de su círculo de confianza, y tantas otras. Las decisiones por amor son mucho más caras que una consulta legal a tiempo.
El matrimonio es el equipo definitivo, ¿por qué? Durante el matrimonio existe un verdadero equipo, no importa quien dedique horas de trabajo dentro o fuera del hogar —en términos económicos— ya que el patrimonio será de ambos. En este escenario, si la vida laboral de las mujeres se ve más afectada con la llegada de nuevos miembros a la familia, mientras sea una decisión consensuada, el patrimonio de ninguno de los dos se verá afectado.
Pero el matrimonio no es equipo solo en aquellas familias que tienen hijos, también lo es en aquellas que deciden no tenerlos, ya que todo lo que hayan adquirido tanto una como la otra parte, se presumirá de la comunidad ganancial.
Ahora que sabes todo esto, ¿el casamiento es solo un papel? ¿Acaso casarse no es una forma de hacer justicia feminista?
Todo muy lindo
Pero que pasa si yo quiero casarme, y mi pareja no?
En mi caso fue siempre así. Convivimos hace 10 años, tenemos 2 hijos. Yo me hago cargo del cuidado al 80% casi. Y él es el que tiene el poder económico. Por herencias, familia y laburo.