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"Desarticulaciones", memorias y ausencias

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La lengua nos hace, compone nuestra historia y nuestra mirada sobre las cosas. Ya lo dijo el lingüista Noam Chomsky: la lengua está en nuestros genes, una semilla que se vuelve  árbol a medida que nos vamos incorporando en diferentes contextos. Pero, ¿qué sucede cuando las raíces del árbol comienzan a pudrirse?

“Cuando empezó a perder la memoria, empezó a usar mucho las manos estaba recordando objetos, no para retenerlos en la memoria sino para orientarse en el presente”, dice la narradora de Desarticulaciones sobre su amiga y ex pareja con Alzheimer a la cual visita regularmente en el geriátrico donde reside. 

La novela de Sylvia Molloy, escritora, ensayista y docente argentina, publicada por Eterna Cadencia en 2016, explora en 76 páginas los últimos encuentros entre dos mujeres ancianas que están al borde del olvido porque la mente de una de ellas está desarticulándolandose. ML, la mujer internada, ya no es la académica que la narradora recuerda. “ML es incapaz de decir que sufrió un mareo, es decir no recuerda haber sufrido un mareo pero si es capaz de traducir al inglés un mensaje de L que dice que ella, ML, ha sufrido un mareo”, escribe Molloy. 

Tal vez el rasgo más desgarrador de la historia es que es una autobiografía de la propia autora, un intento por cristalizar cómo es un vínculo entre dos personas mayores que pasaron casi toda una vida juntas. “Para ML, que todavía está”, dice la dedicatoria de esta obra cuya autora falleció el año pasado a los 83 años. 


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Para contar la relación entre ambas, hay una idea que se retoma una y otra vez: la idea de que la lengua es una herramienta que nos hace cómplices. “El lenguaje, después de todo, crea raíces y alberga anécdotas”, reflexiona la narradora en un capítulo titulado “Lengua y Patria”. Así la voz del texto  le cuenta a su amiga enferma sus anécdotas de la juventud e incluso la interpela con frases como “te acordás de…” o “te acordás cuando...”. Al principio, la narradora recibe de ML  gestos de cortesía como una sonrisa o, como sucede en uno de los momentos más conmovedores de la obra, una canción. “Le digo te acordás, seguro que vos también la cantabas de chica y se la canto y se le aclara la cara con una sonrisa y canta conmigo. A los diez minutos la canta entera, de nuevo. Luego otra vez. Luego otra. Y otra”, recuerda.

Pero hacia el final del relato, que también es el final de la memoria de ML, las respuestas se acortan hasta que se vuelven silencios y esquivos de la mirada. “Ahora me encuentro hablando en un vacío: ya no hay casa, no hay antes, solo una cámara de ecos”, dice la escritora. En los límites de la lengua, entonces, se ubica la muerte de una complicidad.

Frente a la desolación, Molloy acude al último bastión que ni el desgaste del cuerpo, la mente y la voz pueden erradicar: la escritura. Así confiesa, cerca del final del relato, que no quiere dejar de escribir sobre ML porque eso significaría abandonarla. Desarticulaciones es un texto breve sobre la vejez, el paso del tiempo y sobre todas las cosas el deseo por inmortalizar a los seres queridos a través de las palabras. Recomendado para les amantes de la prosa poética de Molloy y también para los que buscan comprender lo sublime que puede ser la memoria cuando está a punto de eclipsarse.


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