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Camila Muller y la lucha del Tercer Malón de la Paz

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Camila Muller es docente y artista jujeña. Participó activamente de las protestas contra la reforma (in)constitucional de Gerardo Morales y fue torturada dos veces en su casa con métodos que recuerdan a los empleados por grupos de tareas durante última dictadura cívico-militar. Desde hace meses vive en un exilio dentro del país que la tiene lejos de su hogar, con miedos y angustias que sólo alivian cuando vuelve a las calles para acompañar al Tercer Malón de la Paz. La represión deja marcas indelebles en el cuerpo y en las vidas. En esta nota, Camila cuenta su lucha.


Camila prepara un mate, sorbe y traga una mezcla de felicidad y tristeza más amarga que la yerba. Acaba de regresar del acto de colación de su hijo recibido en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Córdoba, el primero de la familia en tener título universitario. Un orgullo que no puede disfrutar del todo, como le gustaría y como merece —fue mamá a los 17 años y este logro familiar significó mucho esfuerzo—, porque los síntomas post traumáticos causados por la represión policial aparecen una y otra vez.  “Sentía pánico, sensación de que alguien que te mira diferente. Persecución. Se activa el miedo”, relata.

Desde hace dos meses está exiliada en Buenos Aires, a más de 1.500 kilómetros de su hogar, a donde viajó acompañada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación junto a otras organizaciones de derechos humanos. Era la única manera de mantenerse a resguardo de los ataques.

El primero de ellos ocurrió en la madrugada del 27 de junio, cuando fue torturada en su propia casa por un hombre y dos mujeres. Casi un mes más tarde, la Policía apareció en su puerta con una orden de allanamiento por supuesto delito de “sedición”, pero el objetivo era otro: amenazarla para que desmintiera en los medios de comunicación lo que había relatado sobre el ataque anterior.


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“Querían que repita que todo lo que dije era mentira, que me pagó el kirchnerismo para hacerlo. Yo no lo decía y cuanto más callada me quedaba más me pegaban”, denuncia y sigue: “Cuando decidí salir en todos los medios fue una decisión política, una decisión de militancia romper el cerco mediático de Gerardo Morales, yo sabía que esto me iba a volver a pasar. Porque di nombres y apellidos, porque hice la denuncia y había evidencias en todos lados, en mi cuerpo y en mi casa. No pueden negarse a lo que hicieron conmigo”. 

Camila pudo reconocer que las voces de dos de las tres mujeres policías eran idénticas a las que escuchó la primera vez que la torturaron. “Estuvieron muy atentas a las cosas que yo decía en las entrevistas, donde conté que en el primer ataque, cuando estaba tapada, pensaba en los cuadros de mis hijos. Ellas fueron ahí, lo primero que hicieron fue romperlos”, cuenta. También a través del relato de la docente jujeña en los medios, las oficiales supieron de la herida que tiene en su abdomen por una reciente histerectomía de útero. Ahí también presionaron con una navaja.



Si me llevan, que me lleven en lucha

Camila recuerda cuando, en uno de los acampes docentes en las rutas jujeñas, comenzó a circular una lista con los nombres de las personas que serían detenidas: “Salió una lista de hombres y se los llevaron. A las 12 del medio día, seis horas después, salió la lista de mujeres donde estaba yo. Éramos diez, de las cuales siete éramos artistas”.

En ese instante dos pensamientos cruzaron su mente. “Me van a matar”, el primero. Y seguido, la resistencia: “Si me llevan, que me lleven en lucha. Que no me lleven de otro lado que no sea del acampe”, pensó.

Una misión de observación internacional sobre derechos humanos en Jujuy emitió recientemente un informe preliminar sobre la vulneración de derechos ocurrida durante las protestas. Entre sus primeras conclusiones, aseguraron que “se recibieron numerosos testimonios que dan cuenta de posibles violaciones a los derechos humanos, derivadas del uso desproporcionado de la fuerza y de armas ‘menos letales’ para la dispersión de la protesta, así como de detenciones arbitrarias y de la criminalización de defensores mediante procesos penales y contravencionales arbitrarios (multas cuantiosas)”.

Además, el estudio afirma que la reforma a la Constitución de Jujuy impulsada por Morales “limita el derecho de manifestación, libertad de expresión y huelga al prohibir los cierres de ruta”, cercenando así los derechos que “resultan esenciales para un estado democrático”. La misión también recibió información que da cuenta de una “aparente falta de independencia del poder judicial en Jujuy”.


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Muller, artista, docente, feminista, participó desde el primer momento en la pueblada que se levantó en Jujuy contra la reforma de Gerardo Morales. “Esta es una revolución donde les artistas estamos en la primera línea. Aunque yo ahora esté triste, esta es una lucha llena de alegría”, reivindica. Lleva puesta una remera con la leyenda “no olvidamos” y un ojo pintado en aerosol, porque a los ojos apuntaba la policía durante la represión.

Ahora lejos, en una habitación de hotel en Buenos Aires, extraña estar en la ruta con sus compañeres. Por eso el alivio vuelve por unos instantes a ella cuando se acerca a compartir y acompañar al Tercer Malón de la Paz que desde hace semanas acampan frente a Tribunales a la espera de ser recibidos por el Supremo Tribunal de Justicia. Es en la lucha y en las calles donde encuentra el abrazo colectivo que la sostiene.


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