En La Matanza funciona un centro de salud que atiende a personas transgénero los segundos y cuartos miércoles de cada mes. La salud pública, como el trabajo digno, es un derecho por el que las mujeres trans y travestis pelean desde siempre. Gala Olimpia es una de ellas, es paciente del Consultorio de Diversidad. No puede evitar hablar de Lohana Berkins y Diana Sacayán cuando dice que finalmente ganaron una batalla.
Es otoño, pero no parece. La tarde del 25 de abril es calurosa y húmeda. Gala Olimpia, una mujer trans, llega con la presión baja a la salita de Isidro Casanova, en La Matanza, pero enseguida el recibimiento de la médica y la psicóloga hacen efecto. A pesar de la pesadez de afuera, se la escucha enérgica y decidida.
Hace un año que Gala se atiende en el consultorio para la diversidad y está muy agradecida. Se le nota en el brillito que devuelven sus ojos pardos. “Fue emocionante encontrar este espacio porque la realidad es que hacía años que muchas compañeras no se atendían con un médico. Somos humanas ante todo”, dice con bronca a Feminacida. Enseguida baja la mirada y se lamenta por todas aquellas mujeres travestis y trans que mueren a diario: obligadas a intervenir rápido su cuerpo para poder ganarse el mango; dentro de un sistema que las excluye y las destierra al mundo de la prostitución.
“Ganamos terreno e inclusión en la salud pública”, asevera Gala con el puño derecho cerrado y deja ver dos de sus tatuajes: una margarita y una paleta de colores con pinceles alrededor. Está contenta y sorprendida porque su cuerpo está cambiando gracias a un tratamiento de hormonas seguro, gratuito y controlado por profesionales. Pero también sabe que la realidad de muchas compañeras es otra. Por eso, cada vez que puede, insiste y lleva a una nueva paciente al consultorio para que la automedicación y las inyecciones con aceite de avión, a modo de silicona, no vuelvan nunca más.
Dania, la psicóloga del espacio, pone la pava a calentar. El mate empieza a girar en ronda. La charla vira también. Gala levanta la mirada e invoca a “Santa Travesti” por tener una familia que siempre la contuvo y la respetó en sus elecciones. “Muchas compañeras son expulsadas al decir que son transgénero. No les queda otra que someterse a la calle, a la droga y a la prostitución”, asegura Gala e inmediatamente empieza a hablar sobre la Ley de Cupo Laboral Trans que lleva el nombre de la activista Diana Sacayán.
Vuelve a sonreír cuando menciona a Flavia, amiga y compañera del profesorado, con quien tiene un emprendimiento de pizzas caseras en el barrio Los Perales, en Mataderos. “Gracias a ella no caigo en la prostitución”, confiesa al mismo tiempo que aprieta sus manos y entrelaza sus dedos con fuerza. Es recepcionista de un natatorio de Laferrere. Trabaja allí la segunda semana de cada mes y, además, aprovecha para hacer natación.
Gala tiene 32 años y muchos sueños. Milita en Furia Trava y estudia artes visuales en el Leopoldo Marechal de La Matanza. Tiene ganas de recibirse para ser esa profesora travesti que nunca tuvo. Apuesta a las nuevas generaciones y cree que lxs chicxs tienen que crecer libres de prejuicios y estereotipos: “Es increíble. Una vez un papá me trató de tipo y su hijo levantó la cabeza, me miró y le dijo ‘papá, se llama Gala, es una chica’. Ahí yo ya gané, ¿qué querés que te diga?”. Con la última palabra, termina el mate y lo apoya en la mesa.
Luce un rodete en la cabeza y lleva sus convicciones en cada parte de su cuerpo. Se define como una “artista multidisciplinaria”: se dedica a la pintura, al grabado y a la cerámica. Pisa fuerte en las calles de su barrio Virrey del Pino y deja su huella con aerosoles y otras tintas. También dibuja, actúa y estudia stand up con la compañera de Malena Pichot, Charo López. Dice que encuentra en el arte una herramienta de transformación política para luchar desde adentro contra el sistema machista y binario. “El conocimiento que una adquiere es su arma de lucha, ¿o no?”, interpela Gala.
Gala habla del amor que tiene por su mamá, su hermana y su hermano. A pesar de haber crecido con un papá machista, pudo hablar con él antes de que muriese; finalmente logró aceptar a su hija tal cual era. “Si sigo es por su empuje y por haberme deseado mucha fuerza en la vida”, sostiene.
El feminismo cambió la vida de Gala. “Mi ex pareja casi me mata”, revela y respira hondo. En medio de golpes y abusos, buscó ayuda. Y allí encontró a su madre mariposa, Lohana Berkins. Tejiendo redes llegó a Diana Sacayán. Después encontró a las feministas en su lucha. “Somos compañeras, no estamos solas, todas somos una”, dice y sonríe.
Acerca de los consultorios
El Consultorio de Diversidad funciona en la Unidad Sanitaria Juan Manuel de Rosas de la localidad matancera de Isidro Casanova desde mayo de 2017. Si bien se encuentra abierto para toda la comunidad, predominan las consultas de travestis y trans, quienes encontraron un lugar donde la perspectiva de género y el respeto por la identidad son primordiales.
El equipo profesional está compuesto por tres mujeres. Silvia Reitano, trabajadora social e integrante de la salita hace 14 años, fue quien dio a conocer la propuesta a sus compañeras. El consultorio se encuentra en el marco del Programa de Salud Sexual y Reproductiva (PSSR) de la provincia de Buenos Aires y consta de la atención integral de personas transgénero: desde exámenes físicos y prácticas de prevención de enfermedades, hasta tratamientos de modificación corporal como la hormonización y la cirugía de cambio de sexo.
Se trata de una nueva forma de llevar a cabo la práctica médica. Guadalupe Álvarez, médica generalista, insiste en que la deconstrucción también debe darse en el ámbito de la salud. Lejos de pensar que el médico es quien tiene la palabra autorizada, asegura que se trata de un aprendizaje mutuo y constante con lxs pacientes. Nadie sabe más que el otrx. “El profesional da opciones y es el paciente quien tiene la libertad de elegir qué hacer”, dice a Feminacida.
Dania D’ovidio, psicóloga del consultorio y una de las impulsoras del espacio, asegura que a partir de la atención médica, lxs pacientes resignificaron la consulta. Los controles mensuales son, además, una excusa para propiciar el encuentro y la contención entre compañeras y compañeros. Actualmente, se atienden 38 pacientes.
La revolución también sucede en el terreno de la salud pública. Este cambio de paradigma compuesto por prácticas médicas inclusivas tiene un objetivo claro. “Ojalá con esto podamos aumentar la expectativa de vida de la población trans, porque no superan los 35 años”, reconoce Guadalupe Álvarez.
Información sobre el consultorio
Dirección: Ruiz de los Llanos 267 – Isidro Casanova – La Matanza.
Teléfono para turnos: (011) 4694 - 3877
Días de atención: 2do. y 4to. Miércoles de cada mes.
Para más información sobre el Programa de Salud Sexual y Reproductiva (PSSR) y otros centros de atención hacé click aquí.
Foto de portada: Agencia Presentes
Fotos de interior: Furia Trava