Una obra más real que la del mundo transcurre en el Cementerio de la Chacarita y es la segunda creación de la compañía La mujer Mutante. Una coproducción de la Bienal de Arte Joven 2019, el XIII Festival Internacional de Buenos Aires, el Programa Barrios Creativos y Roseti. Volverá a estar en cartel en enero de 2020 en el marco del Festival FIBA.
Por Victoria Palma Landeau
En una de las esquinas más ruidosas de la ciudad, en el corazón de la Chacarita, varies esperamos que vengan a buscarnos para ver la pieza teatral Una obra más real que la del mundo. De un lado, El Imperio (la pizzería). Del otro lado, el otro Imperio, el cementerio de la Chacarita. El más grande de Latinoamérica. De un lado, el ruido opaca la escucha. Del otro lado, el silencio se abre como opción.
Hablar de Una Obra más real que la del mundo es hablar de lo sepultado. Es darle voz a la muerte. Una especie de médium entre les vives y les muertes. Una reivindicación histórica de una mujer, Ítala Fulvia Villa y su obra, el Sexto Panteón.
Un personaje nos da la bienvenida en uno de los parques del cementerio, que no es más que el cielo, o más bien, el techo de las miles de fosas que “viven” metros abajo en el Panteón. La obra de teatro transcurre allí (sí, dos pisos bajo tierra rodeado de nichos) en los callejones que rebosan de humedad, nidos de palomas, flores plásticas, flores muertas, placas de bronce, recuerdos, fotos y las mil maneras de inmortalizar a les que no están. La música de un grabador nos acompaña durante el recorrido mientras los distintos personajes de la obra (¿acaso espectros?) emergen para contar la historia del magnífico templo y de la injusticia que vivió (en vida y en muerte) la urbanista Itala Fulvia Villa al no ser reconocida como la mentora de aquel mausoleo.
El Panteón es el lugar más popular de esta ciudad en donde enterrar a un muerto, nos cuenta otre de los protagonistas, mientras lo contrasta con el cementerio de la Recoleta. En él conviven 40 mil nichos, uno al lado del otro, uno arriba del otro, uno en diagonal al otro. Pequeños cubículos decorados con ofrendas para matar el olvido. Porque, según les vivxs, el olvido de les muertxs es cosa imperdonable. Y, sobre todo, porque después de muerto el muerto, hay que matar el olvido.
Aunque no aparezca en ningún libro de arquitectura, -ni siquiera en Wikipedia-, el Sexto Panteón fue diseñado por la experta Ítala Fulvia Villa, la sexta arquitecta mujer argentina, durante los años 50. Con la creación de esta necrópolis, Villa diseñó una de las más importantes políticas públicas en torno a les muertxs, sin dejar de tener una mirada funcional y poética de ellxs.
El mobiliario de la obra de teatro es sencillo, sensible a las circunstancias. Un walkman que reproduce algunos clásicos del jazz, del tango y del folclore. El respeto a las reglas de la Chacarita prima por sobre todas las cosas y hace de la función una acción política, una militancia que permite a la Compañía de teatro La Mujer Mutante sobrevivir a las reglas del lugar sin dejar de reivindicar y colmar de arte, ficción y realidad todo el espacio subterráneo.
Bajás al panteón y te perdés. Perdés toda referencia de la superficie, del afuera, del ruido de la urbe. "Quizás Ítala quería que nos perdiéramos un poquito", comenta Omar, uno de los protagonistas, mientras hace bailar sus caderas iluminadas por una linterna.
Mi olfato está en alerta. Y los prejuicios a la orden del día. ¿Cómo huele la muerte? ¿Huele? ¿Tiene olor?
Mientras transcurre la obra, unos balines ruedan en uno de los desniveles del magnánimo panteón. Mi superstición vuela a tal punto que pienso que, si el balín me toca el pie, soy la elegida.
¿Elegida a qué? ¿A morir? ¿A seguir viva? ¿Acaso ya no estoy muriendo?
¿Acaso la muerte elige? ¿Tan importante soy?
La obra transcurre mientras las 25 personas que la miramos (siendo partícipes) recorremos las galerías obscuras del panteón, un diseño arquitectónico en negativo, ya que, en vez de ascender en metros, se erige bajo la superficie. Los pasillos huelen a oxido, no a muerte, y la vegetación cubre hermosamente los jardines internos que ven el sol.
El humor de une de les personajes de la obra rompe la solemnidad del hormigón doloso. De repente el sarcasmo se vuelve herramienta de vida. La muerte juega con la risa. (Des)dramatiza el duelo, la herida. De repente tomo conciencia de mi finitud y me siento desnuda. Mientras camino esos largos pasajes de la necrópolis, el silencio se desdobla en memorias y recuerdos que empiezan a hablar. ¿Acaso no muero cada vez que recuerdo esos pasados difuntos?
“Para lo que siento, me está faltando garganta”, cantó Héctor Larralde, unos minutos antes de que LA obra “(…) más real que la del mundo” se diera por finalizada. Y así me siento cuando termina. Intraducible. Muda. Revuelta.
Camino ya en salida del cementerio por el boulevard de Las Tipas. ¿Quién me sigue? ¿Mi sombra? ¿La muerte? ¿O el miedo al olvido? Lloro porque tengo miedo. Por mi nimiedad. Camino acompañada por mí.
Recorrer el panteón es como estar sentada en el pasto sobre yuyos espinudos. Una incomodidad que te da urticaria. Un silencio que te interpela. Una sensación fuera de lugar. Extranjera y familiar.
Lo único real es el silencio de este monumento y la ignorancia de todes nosotres sobre su existencia y su mentora, Ítala Fulvia Villa.
En una era donde la felicidad es imperativo, es deber, la muerte se vuelve demodé y la Compañía de teatro La Mujer Mutante nos lo cuenta de manera brutalmente sencilla.
Ficha técnica
Idea: Juan Coulasso, Victoria Roland
Texto: Juan Coulasso, Nadia Lozano, Federico Pereyra, Ignacio Pereyra, Victoria Roland, Flor Sánchez Elía
Guías: Nadia Lozano, Federico Pereyra, Ignacio Pereyra, Victoria Roland, Flor Sánchez Elía
Diseño sonoro: Matías Coulasso
Realización de vestuario: Adriana Baldani, Patricia Mizraji, Emanuel Nem
Diseño De Iluminación: Valeria Junquera
Asistencia de dirección: Romina Trigo
Asistencia De Escenas: Camila Cobas Lamas
Producción: Compañía La Mujer Mutante
Colaboración en dramaturgia: Natacha Visconti
Colaboración artística: Macarena Trigo
Dirección de arte: Uriel Cistaro
Dirección Coreográfica: Natacha Visconti
Dirección: Juan Coulasso
Registro Visual: Francisco Castro Pizzo
Fotos: María Sticotti