“La educación es el punto en que decidimos si amamos suficientemente el mundo como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina”.
Hannah Arendt
El trabajo docente, pese a las altísimas responsabilidades y la gran carga horaria que implica, es históricamente invisibilizado y uno de los peores remunerados. Esto, sumado a la predominancia femenina de docentes en el nivel primario, representa un tipo de violencia económica institucionalizada que se perpetúa a través del tiempo. En el contexto actual de pandemia por Covid-19 y las consecuentes medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO), el debate entre los Ministerios de Educación de la Nación y el de CABA parece centrarse casi exclusivamente en la utilidad de transformar las plazas en aulas. La puja por el retorno a las clases presenciales para lo que resta del ciclo lectivo 2020 se reproduce en medios masivos y conversaciones de ascensor. Sin embargo, hoy más que nunca quedan en evidencia las múltiples desigualdades no sólo respecto a lxs niñxs, sino también para lxs docentes. Las vulnerabilidades se potencian, en el Día Mundial de lxs docentes Feminacida se pregunta ¿dónde está el Estado? ¿Cuánto se valora a quienes garantizan la continuidad pedagógica?
Ilustración: Augusto Patiño
Según un informe de la CIPPEC del año 2016, el 88% de lxs maestrxs de grado son mujeres. La feminización de esta actividad no sorprende: desde los comienzos del sistema educativo argentino, la enseñanza en las escuelas fue realizada por mujeres. Esto es así porque históricamente la mujer está convencionalmente asociada a las tareas de cuidado. “En la época se entendía que la enseñanza era un trabajo ‘apropiado para su sexo’: las mujeres ya venían educando en el hogar y era ‘natural’ para ellas seguir haciéndolo en la escuela”, sostiene Graciela Morgade, Doctora en Educación (UBA), investigadora y especialista en Educación Sexual Integral.
La feminidad de la profesión docente no es un fenómeno particularmente argentino: el promedio de participación femenina en la docencia de nivel primario es de 64% a nivel global y de 77% en América Latina.
Desde hace ya varias décadas el trabajo docente en el nivel primario es subestimado y desvalorizado por algunos sectores de la sociedad y el Estado en general: de otra manera no se explica que el reclamo por un salario justo se haya convertido en una lucha que no parece tener fin ni resolución en el horizonte. La coyuntura actual obligó a lxs docentes a armar en tiempo récord un sistema íntegramente virtual y de educación remota. Si, además, se considera que según informó la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo las mujeres realizan el 76% de las tareas domésticas y de cuidado, se deduce que, para las docentes, las condiciones no hicieron más que empeorar.
Del aula física al aula virtual: voces protagonistas
Según el Informe Preliminar de Encuesta a Docentes, publicado por el Ministerio de Educación de la Nación, en el nivel primario el 67% de lxs docentes encuestados señala que su trabajo aumentó considerablemente luego de la suspensión de clases presenciales” y que además, “una parte importante indicó inconvenientes asociados al contexto de la emergencia sanitaria, ya sea aquellos vinculados a la incertidumbre, inestabilidad y estrés del escenario actual (51%), como a problemas de compatibilización de tareas laborales con domésticas/de cuidado (36%)”.
Micaela es docente de un establecimiento de gestión privada situado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al ser consultada por Feminacida, afirma: “En mi caso, la carga de tareas domésticas aumentó ya que naturalmente estoy más tiempo en casa. Adaptarme a esta modalidad de trabajo en ASPO es muy difícil para mí porque el trabajo no tiene fin: a todo momento y a toda hora se corrige, se planifica y no hay descanso. La conexión, además, a veces se dificulta, y eso repercute en la calidad de las clases que propongo. Los días son eternos, porque el trabajo y las tareas domésticas dan la sensación de nunca acabar y siento un agotamiento masivo”.
Sofía, por otra parte, es docente en un establecimiento de educación especial de gestión pública en Ciudad Evita. A principios de este año logró, junto con el esfuerzo de sus colegas que aportaron dinero de sus bolsillos, pintar y renovar las aulas para recibir a alumnxs de entre 6 y 16 años. “Siempre el ámbito docente estuvo muy vapuleado... Veníamos de cuatro años devastadores y en marzo se empezaron a respirar otros aires, como una sensación de derechos conquistados”, cuenta en diálogo con Feminacida. “Con la pandemia, las aulas quedaron nuevas pero sin poder habitarlas y salieron todos los trapitos al sol: si antes había derechos vulnerados, ahora hay el triple”. Agrega que el pasaje de clases presenciales a aulas virtuales fue “muy difícil, especialmente el trabajo de contactar a las familias de lxs niñxs, sabiendo la poca conectividad que tienen. En muchos casos tuvimos también que cargarles crédito para llamarlxs y así mantener y reforzar el vínculo”.
Un reconocimiento tibio
Desde el Ministerio de Educación de la Nación, el mensaje desde marzo fue claro: mantener la continuidad pedagógica de la mejor manera posible. El foco quedó, una vez más, puesto en lo administrativo. En múltiples declaraciones, el Ministro Nicolás Trotta se refirió a cuestiones sobre la repitencia o no de grado, las modalidades de evaluación y demás cuestiones burocráticas.
Pero así como en el sistema de salud se pensó en un principio en que el problema era la falta de respiradores y no de médicxs o enfermerxs, lo mismo parece replicarse en el campo educativo: el agotamiento de lxs docentes y sus necesidades parece quedar relegado hoy más que nunca. Sin embargo, la rueda de contenidos y demandas para cumplir, sigue girando.
A fines de agosto se presentó el programa “Acompañar: puentes de igualdad”, con el objetivo principal de “promover y facilitar la reanudación de trayectorias escolares y educativas”, de acuerdo con lo que decía el comunicado oficial. La iniciativa busca “alentar y propiciar la continuidad en los estudios de todas las y los estudiantes, en todos los niveles del sistema a través del despliegue de políticas socio educativas concretas en los barrios de todo el territorio nacional”.
Si bien este programa contempla instancias de formación y acompañamiento a docentes y equipos pedagógicos escolares, la actualización salarial aún parece una utopía difícil de alcanzar. En línea con esta medida, el presupuesto educativo presentado por el Gobierno en el Congreso para el próximo año prevé un incremento de 29% respecto al 2020. Trotta destacó que con estos nuevos fondos se despliegan procesos de inversión "en remodelación de escuelas, becas estratégicas y la adquisición de computadoras". Esto abarca aspectos fundamentales en materia educativa,garantizar el derecho de niñxs y jóvenes a la educación y disminuir la brecha digital), pero evidencia un histórico reclamo: ¿cuánto valora el Estado a lxs docentes?
En el Día de lxs Docentes, Trotta declaró: “agradecemos su esfuerzo cotidiano, su compromiso, la enorme tarea de acompañar a nuestras niñas, niños, adolescentes y sus familias a transitar este momento excepcional y reconocemos la importancia que tiene el trabajo que desempeñan para el presente y para el futuro de nuestras y nuestros estudiantes”. Las palabras de reconocimiento, si no son acompañadas por acciones concretas que atiendan a las diferentes demandas ¿alcanzan?
A medio camino
En esta línea, ambas docentes fueron consultadas al respecto y coinciden en que las dificultades económicas que lxs docentes afrontan. “El sueldo no se condice con todo el trabajo que realizamos: no sólo es cuestión de comprar materiales y una computadora (que yo pude hacerlo gracias a que aún vivo con mi familia). Lxs docentes siempre planificamos y corregimos en horas extras no reconocidas, y nunca se plantea repensar el sistema para
poder hacerlo durante nuestra jornada laboral en la escuela”, sostiene Sofía. Micaela aporta que, si bien “el Estado ayuda a los docentes con materiales como la plataforma Seguimos Educando, no es suficiente: deberían ofrecernos más capacitación para que se pueda hacer un buen uso de ellos”.
Este medio no logró obtener ninguna declaración por parte del Estado, pese a la insistencia.
Tal como sostiene Unicef en su informe “El acompañamiento a la comunidad educativa en un contexto de emergencia”, en una situación excepcional como la que estamos atravesando es “central cuidar el bienestar emocional de quienes están participando de la experiencia pedagógica”. Esto implica tejer redes de contención y cuidado tanto para niñxs y jóvenes como para adultxs, para la comunidad educativa en su conjunto. Según la Encuesta de Percepción y Actitudes de la Población: Impacto de la pandemia y las medidas adoptadas por el gobierno sobre la vida cotidiana de niñas, niños y adolescentes, en el 68,3% de los hogares, es la madre quien ayuda a los chicos con las tareas. Esto sólo sirve para evidenciar que las mujeres son las que, en su mayoría, están sosteniendo todo: el hogar y la educación de lxs niñxs.
“Somos responsables de garantizar un derecho, que es la educación para todxs. Pero así como luchamos para garantizar eso, también tenemos que luchar para garantizar nuestros derechos como docentes”, proclama Sofía. La escuela sobrevive en la virtualidad gracias a un esfuerzo constante, que agobia.
Sin las mujeres, las madres y las docentes, la rueda se paraba.