La revista norteamericana Time seleccionó a Ofelia Fernández como una de las “diez líderes de la próxima generación”. La publicación la destaca por su activismo en la lucha feminista, principalmente por su participación en el debate por la despenalización del aborto. Además, ya desde el escaño que ocupa en la Legislatura, Ofelia promovió leyes que retoman la de educación sexual, la necesidad de garantizar empleo y vivienda para personas transgénero y promovió el entrenamiento con perspectiva de género para empleadxs municipales, entre otras.
Durante el debate en el Congreso, entre 600 expositorxs, la voz de Ofelia Fernández, sin discurso escrito y con una oratoria fluida y precisa, captó la atención no solo de las adolescentes, sino también de adultas y referentes de la Campaña Nacional por el derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
Su historial político, sin embargo, no comenzó allí. Desde los trece años, la participación en el Centro de Estudiantes del colegio Carlos Pellegrini la llevó a participar de diversas tomas y muchas veces tuvo que enfrentar el escarnio de diversos periodistas con mala intención. La llamaron “chiquita” para desprestigiarla, pero demostró que el epíteto le quedaba pequeño cuando en 2019 resultó elegida como legisladora en la Ciudad de Buenos Aires: la más joven de Latinoamérica.
La juventud en política
No hay duda de que desde hace tres décadas la juventud protagoniza la vida política. Primero fue el encanto de los 80, con la restauración de la democracia y su posterior desengaño. Luego se sumó la conquista del espacio barrial, los movimientos piqueteros, la creación de HIJOS y CORREPI para enfrentar la arremetida del neoliberalismo de los 90 que atacaba, incluso, a la educación con su reforma de vaciamiento.
A partir del 2000 proliferaron las protestas territoriales y de desocupadxs, en las que la policía asesinó a Maximiliano Kosteki y a Darío Santillán. La juventud transformó el modo de hacer política, que ya no se quedó encerrada en un recinto, sino que ganó representación en las calles, en los territorios. La política se dinamizó, rejuveneció.
En 2012, el proyecto que habilitaba el voto a partir de los dieciséis años introdujo en la contienda política a una parte de la población que, hasta entonces, se consideraba desinformada, apolítica e, incluso, antipolítica, dados los ejemplos y las experiencias previas. Dejó de verse como el ámbito exclusivo de la corrupción y los negociados, y conquistó a las jóvenes generaciones que, con su empuje, podía realmente cambiar una situación sórdida.
A partir del 2015, en el marco del Ni una menos, movimiento que dijo “basta a la violencia contra la mujer”, la conquista territorial fue de las identidades feminizadas. Esta movilización tuvo como ingrediente la intergeneracionalidad. No solo congregó a las mujeres que desde hace décadas militan el feminismo sino también a una corriente joven que hizo propia la consigna.
Asimismo, durante el 2017 se produjo el reclamo de los centros de estudiantes de diversas instituciones educativas en CABA, ante la reforma que proponía un recorte en el plan de estudios aunando materias o promoviendo las pasantías en los últimos años. Pero además, el reclamo de lxs estudiantes, acompañados por diversos sindicatos, demandaba la aplicación de protocolos contra la violencia de género y la aplicación debida de la Educación Sexual Integral, un derecho ganado, pero no implementado plenamente.
Otra manifestación, que además promovió la necesidad imperiosa de la aplicación de Ley de ESI, fue el debate sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en las cámaras legislativas durante 2018. Esta lucha volvió a interpela a las jóvenes que coparon las calles dando origen a la marea verde que hizo propio el compromiso y se volvió imparable. Aunque los resultados no fueron los previstos y se chocó contra el oscurantismo antiderechos de algunas conciencias, el grito de las mujeres y disidencias en las calles fue mucho más fuerte y la despenalización definitiva del aborto copó la agenda política y se tornó una discusión insoslayable.
La incorporación de las luchas de los feminismos en la agenda política se debe, en gran parte, a esta juventud avasallante, determinada y capaz de tener entre sus prioridades la igualdad, la justicia social y la libertad.