El viernes 20 de noviembre se cumplieron 110 años del estallido de la Revolución Mexicana. Este artículo a cargo de dos docentes de Historia, publicado en Perspectiva Feminista, propone recorrer las producciones cinematográficas que se encargaron de representar este proceso revolucionario. Fueron varias y diversas pero todas tenían el común denominador de exaltar los estereotipos de género propios de la heteronorma.
Por Rocío Bezenzette y Ayelén Vázquez López
Los motivos para que estalle la Revolución
Desde mediados del siglo XIX la mirada de los capitalistas extranjeros se dirigió hacia el continente del Abya Yala. Estas inversiones extranjeras buscaban establecer un nuevo pacto colonial, conocido como neocolonialismo. Se trataba de dividir al mundo en diferentes economías; a los recientes países del Abya Yala les tocaba proveer la materia prima necesaria para las industrias europeas. Así, se generaba una dependencia constante a las demandas del mercado mundial. En particular, en México ingresaron mayormente capitales estadounidenses, concentrados en las explotaciones petroleras, la construcción de un sistema de transporte y comunicaciones, en especial los ferrocarriles.
En este contexto de altas inversiones se encontraba en el poder Porfirio Diaz. Mediante una serie de reelecciones fraudulentas había logrado permanecer unos cuantos años en el gobierno, desde 1884 hasta 1911, con el estallido de la Revolución Mexicana. Este periodo es conocido como "la dictadura del Porfiriato". En estos años se llevó adelante una política agraria que consistió en la expropiación y concentración de las tierras en unas pocas manos. Esto afectaba claramente a los sectores más vulnerables, como las comunidades originarias y los pequeños productores. En su libro La rebelión permanente, Fernando Mires cuenta que el 1 por ciento de las familias poseían alrededor del 83 por ciento de la superficie agraria aprovechable.
Los motivos revolucionarios se ven a simple vista. Desde lo político, las reeleciones fraudulentas constantes de Porfirio Diaz no permitían la posibilidad de cambio de mandato. Y desde lo económico, la pobreza rural se incrementó ante el avance de una política agraria que beneficiaba a los grandes hacendados.
La creciente oposición al Porfiriato fue encabezada por Francisco Madero, un hacendado del norte que declaró nulas las elecciones de 1910 por masivas acusaciones de fraude. Para ello llamó a la insurrección armada, que estallaría luego en distintos Estados Mexicanos. Por ejemplo, dirigentes militares como Emiliano Zapata en el Estado de Morelos, Venustiano Carranza en Coahuila y Francisco Villa en Chihuahua.
En este torbellino revolucionario se vieron involucradas las mujeres. Agarrando el fusil y colocándose los cartuchos cruzados en el pecho, pelearon por los ideales zapatistas o villistas. También ocuparon los roles impuestos de cuidar a los soldados heridos o de preparar los alimentos. Mientras, algunas decidieron hacer un registro periodístico sobre los hechos para notificarlo al exterior, como las periodistas Juana Belén Gutierrez de Mendoza, Edith O’Shaughnessy, Hermilla Galindo y Alma Reed. Pero estas realidades fueron trastocadas o vueltas a contar por el cine mexicano desde una mirada heteropatriarcal, que las coloca en papeles menores, de fragilidad y debilidad. O directamente son invisibilizadas.
La revolución en el cine mexicano
Al mismo tiempo que transcurrió la Revolución, la industria cinematográfica comenzó a iniciarse en México, creciendo como un medio de comunicación de masas junto a la prensa escrita, la fotografía y la radio, por lo tanto como medio de construcción del imaginario social. El cine fue una de las formas artísticas de representar los sucesos históricos que ha sumado a la consolidación del mito de la Revolución.
Entre 1910 y 1930, se produjeron cortometrajes documentales que registraban lo que estaba sucediendo. Pero hacia los años 30, con el inicio del cine sonoro, la ficción fue desplazando al cine documental. Como cuenta Pablo Piedras en La Revolución en el cine mexicano de los años treinta y cuarenta. Entre el escepticismo y la idealización: “La función del cinematógrafo ya no será la de informar a la población sobre los hechos de la Revolución, sino figurar y construir narrativas sobre esta, con el objetivo, más o menos consciente, de asentar ciertos imaginarios e interpretaciones sobre la historia reciente en detrimento de otros (...). Una puja por el poder simbólico de la Revolución, asentada en las diversas interpretaciones históricas, culturales, políticas y sociales que se construyen sobre esta, siempre en relación con la coyuntura sociopolítica en la que se producen los filmes”.
¿Dónde están las mujeres en el cine mexicano de 1930?
En la mayoría de las películas que registraron estos acontecimientos históricos, se muestra a las mujeres en el ámbito doméstico reforzando los estereotipos y roles de género que impone la sociedad patriarcal. Piedras también sostiene que en estas películas se construye un fuerte nacionalismo a partir de la herencia colonial que define a las mujeres como el origen de la identidad mexicana: con la Virgen de Guadalupe, una virgen india y morena; y a la Malinche entendida como el símbolo de traición a la patria, pero que es al mismo tiempo madre simbólica del mexicano.
Entre las películas de los años 30 se destacan las dramáticas de Fernando de Fuentes, consideradas de corte conservador. Estas producciones muestran grandes injusticias, violencia, actos de corrupción y traición, lo que hace pensar que el director tenía una mirada degradada de la sociedad revolucionaria.
Es difícil encontrar más de dos mujeres en estas películas. El compadre Mendoza, de 1933, trata sobre la vida del terrateniente mexicano Rosalío Mendoza, un empresario oportunista que simpatiza con todos los bandos revolucionarios según su conveniencia. La mayor parte de los personajes son hombres, las únicas mujeres son la muda, parte del servicio doméstico de la estancia, que expresa en su mirada la moral, lo mal visto ante la traición e hipocresía de su patrón. Por otro lado está Dolores, que se casó con Mendoza luego de un arreglo matrimonial que él hizo con su padre, otro terrateniente que estaba en quiebra. El casamiento se muestra como mandato y arreglo económico, y la mujer asume un rol sumiso. De ese matrimonio nace un niño, su padre feliz dice que su hijo "será todo un hombre”. Es claro que al inferiorizar a la mujer se realza la hipermasculinidad. Y Dolores parece estar enamorada de su compadre, Felipe Nieto, un revolucionario zapatista que es traicionado por Mendoza. La historia de amor y el deseo de la mujer aparece de forma secundaria.
Otra película de Fernando de Fuentes es Vámonos con Pancho Villa de 1935. La mujer solo aparece en la casa con sus hijxs. Su marido, junto con otros hombres más, se van a pelear con Pancho Villa para unirse a la causa revolucionaria como una aventura y probar qué tan hombres son. El director tiene la intención de mostrarlos como valientes en medio de un conflicto que se muestra catastrófico. Desde ya, ni una soldadera aparece. Tanto en los bares como en la lucha, son los hombres quienes hacen la historia.
El final feliz heteropatriarcal
Durante la década del cuarenta, México se encuentra en la llamada época de oro del cine, por su hegemonía entre los films latinoamericanos gracias al avance tecnológico y el apoyo financiero de los Estados Unidos. En este periodo las películas muestran a la Revolución como el contexto en el que se desarrollan los hechos, pero cobran mucha más importancia las características del melodrama, en cuya estructura es central la historia de amor y el final feliz.
Emilio Fernández es uno de los directores más importantes de esta época y adscribía a las ideas nacionalistas posrevolucionarias. Piedras afirma que sus films muestran el esfuerzo por conciliar los intereses en pugna de las clases en lucha. Por un lado campesinos y obreros marginados que ven en la Revolución el vehículo para modificar su situación injusta en aquella sociedad opresora. Por el otro, los oligarcas y el poder político que los amparaba ante la lucha armada. Ese carácter conciliatorio entre las clases se da a través del melodrama y tiene que ver con el contexto histórico en el que se hicieron las películas más que con el que tiempo que se representa.
Al responder a ese género, las películas de Fernández muestran a la mujer como protagonista de la historia de amor, pero siguen siendo los hombres los que aparecen mayormente y guían la acción dramática. Un ejemplo es Enamorada, que se estrenó en 1946, protagonizada por María Félix y Pedro Armendáriz. La película muestra la llegada de las tropas zapatistas del general José Juan Reyes que toman la ciudad de Cholula y confiscan los bienes de los ricos del pueblo.
En medio de esta situación, el general Reyes se enamora de Beatriz Peñafiel, hija de uno de los hombres más importantes de Cholula. Al principio de la historia, Beatriz siente desprecio por el general revolucionario y se manifiesta fuertemente combativa. Esto se ve en muchas escenas, como cuando el General la acosa en la calle con sus piropos desubicados y ella le da unas cachetadas. Insistente, la persigue con su caballo, y le dice que la viene “cuidando”, a lo que ella le responde: ¡no necesito que nadie me cuide!
En otra escena en la que se encuentran, ella le dice: “Usted no tiene nada que hablar conmigo, si quiere hablar (con una mujer) pues hable con sus soldaderas”. Ella muestra un menosprecio al considerarlas unas mujerzuelas que se meten en la revolución en vez de estar en sus hogares. Afortunadamente, el general defiende a las Soldaderas como mujeres que luchan por los ideales de la Reevolución. Vemos a la protagonista como una mujer que, si bien se muestra empoderada, sigue sosteniendo los mandatos de la sociedad machista y particularmente los de su propia clase.
En medio de la película suena “Si Adelita se fuera con otro”, una canción popular que también está presente en “Vámonos con Pancho Villa”, que se refiere a una mujer amada por los revolucionarios. En 1948 se estrenó la película que lleva el mismo nombre de la canción, dirigida por Chano Urueta. Empieza con una pelea entre hombres por una mujer, que al parecer todos la consideran su novia. “No teje su tela para una sola mosca”, dicen de ella. La protagonista es vista como una mujer tramposa por la que los hombres se pelean.
El protagonista es Pancho Portillo, un ranchero que envía armas de contrabando a su General Pancho Villa. Se ha enfrentado a sus amigos para quedarse con Adelita, aún a pesar de que el padre de ella no lo quiera por su relación con el revolucionario. Cuando ella dice que acepta la lucha de Pancho para estar con él, su padre le dice que no se meta "en asunto de hombres adultos", cuando justamente se trata de su deseo. El revolucionario huye para unirse a Villa en la toma de Ciudad de Juárez, no sin antes contraer matrimonio con Adelita. "Soy un soldado disciplinado a mi jefe que es él, Pancho Portillo -dice ella-, amo la causa por la cual mi esposo pelea".
En la mayor parte de la película hay arreglos entre hombres, Adelita solo aparece como la bella mujer que todos desean, de hecho no hay muchas más mujeres. Cuando conoce a Pancho Villa “un verdadero hombre”, él también la desea; pareciera que la mujer es una especie de trofeo.
La cucaracha
En 1958 Emilio Fernandez estrena La cucaracha. A diferencia de sus películas anteriores se muestra mucho más violencia. La protagonista es María Félix, actriz de Enamorada. Esta vez interpreta a una soldadera al frente de un grupo de mujeres que responden a las órdenes de Pancho Villa. Como cuenta María Celeste Aroca en La mujer en la Revolución Mexicana: una mirada a través del arte, la fotografía y el cine, a las soldaderas, y puntualmente la cucaracha, se las presenta en diferentes tareas, aprovisionando a los hombres, encargándose de la obtención de municiones y armamentos. Se las ve combatiendo cuando es necesario, llorando las bajas de sus hombres y hasta se expone en el film a una soldadera dando a luz a su hijo durante el combate.
Es muy interesante ver a María Félix haciendo este personaje tan distinto al de la chica mala hija de la oligarquía en Enamorada. De todas formas, en La cucaracha, las soldaderas se muestran como las compañeras de los hombres revolucionarios, quienes siguen siendo los actores principales de la historia. Como dice Celeste Aroca, las mujeres eran quienes debían mantener el espíritu de la tropa en alto, y esto se representa claramente en la película, en momentos de baile, cantos, bebidas alcohólicas y sexo.
Muy lejos de la posible realidad
En este camino de producciones cinematográficas nos topamos con una construcción del mito de la Revolución, que se caracteriza por hombres muy machos que no le tenían miedo a la muerte, y con mujeres que cumplían sus mandatos de esposa y madre. El discurso de la hipermasculindad y la heteronorma reina en cada escena, incrementando los estereotipos de género de lo que debería ser una mujer y un varón. El relato histórico es cómplice de estas producciones cinematográficas que se encontraban muy lejos de representar la posible realidad revolucionaria, en donde formaron parte miles de mujeres.
(*) Rocío Bezenzette nació en noviembre de 1992. Es profesora de Historia egresada en la Universidad Nacional del Comahue. Es cofundadora del blog Perspectiva Feminista. Enseña en las escuelas públicas de San Martín de los Andes.
Ayelén Vázquez López nació en enero de 1988. Es profesora de Historia egresada de la UBA y conductora del programa "Preso en mi ciudad" en la radio comunitaria FM El Orejano 98.1 de Villa la Angostura. Militante feminista, colaboradora en el blog Perspectiva Feminista.