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Moving on: retrato de adolescencia

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La realizadora surcoreana Yoon Dan-bi tuvo su debut cinematográfico en la 35° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde su largometraje Moving on fue galardonado con el Premio del Jurado en la Competencia Internacional- y bien merecido-.

La historia comienza durante el verano cuando un padre y sus dos hijxs, entre ellxs la joven Okju, suben los últimos bártulos a una pequeña camioneta: van a mudarse a la casa del abuelo.  De la mano de un realismo casi documental, las primeras impresiones de extrañeza y timidez se descubren frente al más viejo del clan y al que, por lo visto, no conocen demasiado. Aunque no pasará mucho tiempo para que cada unx, a su manera, cree posibilidades de complicidad.

Bajo una mirada construida en torno a las expresiones de cotidianeidad, la cámara mantiene especial cercanía con Okju aunque se aleja, de a ratos, para poner el foco sobre los demás integrantes de la familia. Dan-bi logra, sin dudas, una atmosfera costumbrista que conduce a delinear estos personajes tan corrientes como complejos, dentro del nuevo escenario. Y lo hace a través de conversaciones ordinarias que evitan a toda costa apariencias pretenciosas pero que, al mismo tiempo, mantienen viva la perspectiva de interioridad a lo largo de toda la película.

El camino de Okju explora las primeras visitas a la autonomía: el abandono de los juegos y la ingenuidad, la presencia del deseo y el imperativo rol de crianza que debe asumir con su hermano frente a la ausencia de su madre. El retrato de un coming-of-age mínimo y sutil que pone de relieve la dificultad de pertenecer al ansiado y, por momentos, inalcanzable mundo adulto. Sin embargo, este personaje dará pelea a las barreras de ese limbo adolescente con convicción y valentía, aunque eso le suponga, a veces, exponer sus propias contradicciones.

Aparecen en este relato, además, marcadas huellas de la tradición, largas escenas de comidas compartidas como si cada una de ellas abriera un pequeño recodo para visitar paisajes familiares que incluyen reencuentros, peleas, bailes, reconciliaciones y hasta la muerte.

El film abandona la comodidad de los facilismos cinematográficos y se encarga de narrar estos eventos lejos de cualquier tipo de solemnidad, un distanciamiento que combina el absurdo de lo indecible con la belleza poética.

Es evidente que la película de Dan-bi alcanza un registro universal íntimo y cercano sin necesidad de recurrir al inventario emocional para contar una historia conmovedora de amor y pérdida.


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