Mi Carrito

Simone de Beauvoir y la construcción de nuestra libertad

Compartí esta nota en redes

Gran parte del movimiento feminista que hoy sale a las calles se ha nutrido de los aportes teóricos desarrollados a lo largo de más de un siglo. En otro aniversario de la muerte de la escritora y filósofa Simone de Beauvoir, su desobediencia vive en cada uno de los pañuelos verdes que las pibas agitamos para exigir una sociedad más libre e igualitaria.

Nota actualizada el 14 de abril de 2021

“No se nace mujer, se llega a serlo”, desafió Simone de Beauvoir y desencadenó discusiones que marcaron la llamada segunda ola del feminismo. Su consigna continúa siendo debatida e interpretada desde distintos posicionamientos políticos y teóricos en la actualidad. De cualquier modo, es innegable que su figura, y particularmente su libro El segundo sexo, sentaron precedente. En esta obra de dos tomos, publicada en 1949, una francesa de cuarenta años, proveniente de una familia católica y burguesa, osó cuestionar la idea misma de feminidad y plantear que, en realidad, es una construcción social y cultural.

Con una fuerte impronta de izquierda, la filósofa propone la categoría de “Otro” para entender el rol asignado a las mujeres en el sistema patriarcal. Ella arriesga que, para contrarrestar los mandatos y las definiciones que pesan sobre nuestros cuerpos, es necesario que cada una reconquiste su propia identidad, desde sus ideas y criterios. Esa rebeldía se remonta a otra famosa anécdota de su adolescencia: alguna tarde de sus quince años, cuando se dijo a sí misma que Dios no existe.

En un contexto de argumentos biologicistas y cientificistas, su teoría desató gran polémica en la sociedad europea. Simone no sólo estaba denunciando y poniendo en evidencia las estructuras que perpetúan la desigualdad, sino que buscaba sacudir el tablero y concientizar a sus pares para transformarlo todo. Asimismo, muchxs sostienen fue la escritura de este texto lo que hizo que la autora se reconociera dentro de la larga tradición feminista.

En el aniversario de su muerte, compartimos un fragmento de una pensadora que se rehusó al matrimonio y la maternidad, que vivió su sexualidad en libertad y rechazó los moldes machistas que nos enseñan a ser mujeres:

“¿La mujer? Es muy sencillo, afirman los aficionados a las fórmulas simples: es una matriz, un ovario; es una hembra: basta esta palabra para definirla. En boca del hombre, el epíteto de «hembra» suena como un insulto; sin embargo, no se avergüenza de su animalidad; se enorgullece, por el contrario, si de él se dice: '¡Es un macho!'. El término «hembra» es peyorativo, no porque enraíce a la mujer en la Naturaleza, sino porque la confina en su sexo; y si este sexo le parece al hombre despreciable y enemigo hasta en las bestias inocentes, ello se debe, evidentemente, a la inquieta hostilidad que en él suscita la mujer; sin embargo, quiere encontrar en la biología una justificación a ese sentimiento. La palabra hembra conjura en su mente una zarabanda de imágenes: un enorme óvulo redondo atrapa y castra al ágil espermatozoide; monstruosa y ahíta, la reina de los termes impera sobre los machos esclavizados; la mantis religiosa y la araña, hartas de amor, trituran a su compañero y lo devoran; la perra en celo corretea por las calles, dejando tras de sí una estela de olores perversos; la mona se exhibe impúdicamente y se hurta con hipócrita coquetería; y las fieras más soberbias, la leona, la pantera y la tigra,  se tienden servilmente bajo el abrazo imperial del macho. Inerte, impaciente, ladina, estúpida, insensible, lúbrica, feroz y humillada, el hombre proyecta en la mujer a todas las hembras a la vez. Y el hecho es que la mujer es una hembra. Pero, si se quiere dejar de pensar por lugares comunes, dos cuestiones se plantean inmediatamente: ¿Qué representa la hembra en el reino animal? ¿Qué singular especie de hembra se realiza en la mujer?”.


Compartí esta nota en redes