Por Mar Vecchione
Muches pueden conocer a Gabriela Borrelli por sus columnas en radio, sus libros de poesía y cuentos o por Lecturas feministas: un obligatorio del 2018, donde reúne y recomienda en una filosa línea de tiempo distintas autoras imprescindibles en nuestras bibliotecas feministas.
Borrelli trajo en el 2020 su primera novela publicada: Vidrio, del sello editorial ClubHem. Esta historia arranca con Laura, la personaje principal, entrando a la cárcel. En una tremenda escena donde el desprecio y abuso policial, encarnado por una guarda mujer, da la bienvenida al tono que teñirá todo el libro de cinismo. El relato transcurre enteramente en el penal de mujeres de Ezeiza, salvo por algunos flashbacks de Laura, que intenta reconstruir los hechos olvidados antes de que su juicio tenga lugar en 30 días. Mientras sobrevive en esas instalaciones hostiles, trata de llenar el hueco en su memoria y recordar por qué despertó esa última mañana frente al cadáver de Luis, por qué sus huellas y las de Lorena, el amor de su vida, estaban en ese cuchillo. Esta vez Laura decide entrar como “independiente”, no ser parte de ninguna pandilla que la proteja, pero el precio a pagar por ello es alto. “La gringa”, como le dicen sus compañeras, no pasa desapercibida, y el perfil bajo no le dura mucho tiempo.
Una novela actual, fuerte y cruda. Hay momentos en los que cuesta seguir leyendo de tanto golpe recibido y hay que tener cerca un vaso de agua para tragar la bronca o un pañuelito para llorarla. Sin embargo, es un escenario muy interesante y atractivo de leer: la violencia, las drogas, el amor, el lesbianismo, la sobrevivencia, la soledad, el poliamor, el penal. Invita a espiar por la mirilla ese mundo frenético, saber qué va a pasar, cómo va a zafar Laura, si fue ella la asesina. Si no pensemos en Orange is the new black o Vis a Vis y el éxito televisivo que tuvieron ambas series.
147 páginas completan la novela, un hermoso número para leer en un par de sentadas y no perderle el ritmo. La narrativa de Borrelli es muy particular e igual de cruda que su historia. Todo se mezcla en capítulos cortos y dinámicos. Las voces, las acciones, las descripciones, se entrelazan sin distinción unas de las otras. Lo cual no lo convierte en un texto difícil de leer. Todo lo contrario, el texto tiene la forma de lo oral y fluye como los pensamientos, como las charlas frenéticas con algunas birras encima o alguna que otra cosa más. Gabriela Borrelli se ríe de las viejas normas literarias y compone Vidrio sobre los cimientos que les autores contemporánes latinos están construyendo.
“Érica me espera en la biblioteca y me dice que en un ratito llega Alicia para empezar el taller, y no puedo dejar de pensar en mañana, en Lorena, en lo que voy a decir. Elicia entra tímida, apenas saluda y deja una caja en el medio de la mesa. Todas se tiran encima y agarran algún libro, hay de todo, pero más de poesía, y a mí me toca uno que apenas veo. Dice Paul Verlaine, y Alicia me dice son poemas, leelo, te va a gustar, él también estuvo preso. Y ahí paro la oreja, y me dice que lea su biografía que está en las primeras páginas. Y empieza cada una a leer a su turno (…) y sin darme cuenta interrumpo a una compañera que está leyendo un poema y le pregunto a Alicia ¿cómo se pronuncia? Y todas me dicen ehhh esperá tu turno, (…) y me doy cuenta de que me transformé en una bestia, que no puedo ni respetar un lugar, que no puedo convivir con estas minas que son copadas, que tengo la cabeza en cualquiera, que hace años que no para, como una maquinaria a tope desde hace décadas, llena de merca para que no pare nunca la cabeza ni el cuerpo, porque parar es morir, porque parar es bajarse y no me quiero bajar, o sí, pero ahora ni puedo escuchar el poema de la que está al lado mío, entonces miro a Érica y le digo mañana, es mañana, y me dice, bajito al oído, después me contás.”