¿Existen cuerpos avalados socialmente y cuerpos que no? ¿Intervenciones quirúrgicas legítimas e ilegítimas? ¿De qué depende que lo sean? Estas son algunas preguntas que pueden suceder a partir de la obra de la artista performática francesa Orlan, particularmente de “La reencarnación de Saint Orlan”.
Esta performance es sin duda una de las más polémicas de la autora. Para ella, desde el año 1990 hasta 1993 se sometió a intervenciones quirúrgicas en nueve ocasiones, con el objetivo de denunciar los estereotipos de belleza occidentales a los cuales las mujeres se encuentran sometidas, especialmente a través de la historia del arte.
A través de videos y fotografías que documentan cada una de las operaciones realizadas sobre su cuerpo, puede observarse como Orlan está consciente y comienza a recitar poemas. Las mismas fueron grabadas y transmitidas en vivo, y quienes se encontraban allí podían realizar preguntas para que Orlan respondiera en ese mismo momento. Los cirujanos intervinientes, quienes fueron parte de la obra, vestían ropa de alta costura, máscaras, y en ocasiones, seguían coreografías que la propia artista dirigía.
Las cirugías fueron inspiradas por obras de reconocidos artistas en distintos momentos épocales, elegidas por su historia más allá de su lugar en el canon de belleza: Diana, por su característica de diosa agresiva, contrario a una posición sumisa, particularmente frente a los dioses y los hombres; Venus, de Sandro Botticelli; la Europa, de Gustave Moreau, por ser una obra “incompleta”; y la Mona Lisa, porque Orlan plantea que Leonardo Da Vinci escondió detrás de ella su propio autorretrato, y que de esa manera comenzó a cuestionar su identidad.Orlan recuerda que el deseo de llevar sus ideas a cabo despertó en ella mientras leía un pasaje del libro The Dress, de la psicoanalista Eugénie Lemoine-Luccioni. Este texto propone, entre otras cosas, que lo único que tenemos es la piel, pero que nunca determina quienes somos. “Puedo tener la piel de un cocodrilo, pero soy un perro; (…) la piel de una mujer, pero soy un hombre”, escribe Lemoine-Luccioni. Por eso, afirma que la piel “nos decepciona”.
Si bien esta es una de sus obras más reconocidas, anteriormente la artista francesa realizó varias performances interesantes, como lo es la creación de "Orlan cuerpo", en la cual utilizó su propio cuerpo como unidad de medida, empleándolo en calles, museos, y hasta en el mismísimo vaticano. De esta manera, se proponía revertir el orden habitual: la sociedad sería la que se adecuaría a su anatomía, y no a la inversa.
Una de los motivos más interesantes de la obra de Orlan es que reinventa un procedimiento generalmente utilizado para la sumisión de los cuerpos como una herramienta de empoderamiento. Sin embargo, lo que se le cuestionó no fue la cantidad de cirugías estéticas, sino que no estuvieran dirigidas a alcanzar determinado "estereotipo".
En varios medios de comunicación, la performer fue definida como “la mujer que sacrificó su cuerpo al arte” y que “quiso convertirse en una obra de arte viva” en la cual “todo es apariencia”, comparándola muchas veces con la novela del Dr, Frankenstein. Ahora bien, ¿se cuestiona de la misma manera a las personas que se someten a cirugías estéticas en pos de llegar a los estándares de belleza?
Implantes mamarios, inyecciones de botox, quitarse las costillas, la lista de cirugías o “procedimientos estéticos” posibles es casi infinita. Pero, ¿se duda de la cordura de estas personas? ¿Todo vale en esos cuerpos? ¿O solo se señala y se habla de locura cuando esa “estética” no es la impuesta?
— Esta nota fue producida en el marco del Taller de Periodismo Feminista de Feminacida —