Mi Carrito

ESI para transformar la universidad

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La Educación Sexual Integral es bandera en escuelas, jardines de infantes, espacios comunitarios y organizaciones sociales. Pero ¿qué sucede en la universidad? ¿Cuáles son las puertas de entrada de la ESI a la institución que forma profesionales en todo el país, y que probablemente no tuvieron esa formación cuando eran niñxs o adolescentes?

María Eugenia Nazer es titular del seminario de ESI y Comunicación de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Se trata de la primera experiencia de formación estrictamente en ESI, de estas características, en la Facultad de Ciencias Sociales (FSOC). “Hacer entrar la ESI a la Universidad me lleva a pensar en dos hitos históricos que vivimos en nuestra historia de militancia. Desde el grito colectivo Ni Una Menos allá por el 2015, y luego la aprobación del  proyecto IVE. Fueron dos hechos que nos marcaron como militantes, como docentes y como graduadas de Comunicación”, recuerda y subraya: “Nuestra carrera no podía ser ajena a este presente histórico, ni a los temas de agenda pública, política y mediática”.

La Ley 26.150, sancionada en 2006, establece que todxs lxs estudiantes, desde el nivel inicial hasta el superior de formación docente, tienen derecho a recibir educación sexual integral en establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de jurisdicción nacional, provincial y local.  “Si bien la norma no contempla la Universidad como ámbito de aplicación, no implica que la universidad  sea un campo de formación de sujetos que serán futuros sujetos de formación de otros sujetos más allá del ámbito donde se desempeñen profesionalmente”, explica Nazer.

Entre el texto formal y la realidad de miles de jóvenes y adultxs que transitan todos los días por los pasillos -o aulas virtuales- de la Universidad hay una deuda. La sexualidad, en un sentido amplio como el que aboga la ESI, no puede escindirse de los procesos de aprendizaje y enseñanza. Andrea Gutiérrez, comunicadora y docente del seminario, da algunos ejemplos: “Pensar la ESI en la universidad implica también problematizar la bibliografía que se incorpora y la configuración del campo científico en general, a partir de la idea de que su organización se basa en un modelo androcéntrico; e incluir ciertas genealogías feministas de acuerdo con los objetos de estudio de cada materia. Trabajar con esas producciones es un compromiso histórico y político en torno a la justicia epistémica”.

Lxs estudiantes son lxs primerxs en reclamar este tipo de espacios. En la Facultad de Ciencias Sociales, el seminario, que es optativo y puede repetirse hasta tres veces consecutivas, tuvo 100 inscriptxs en sus dos ediciones. No sólo se anotaron alumnxs de la Licenciatura en Comunicación, sino también del profesorado y del resto de las carreras de la casa de estudios. Para Catalina Filgueira Risso, quien fue estudiante del seminario, se trata de un conocimiento fundamental: “No tenemos otras instancias en la carrera que nos permitan formarnos en esas temáticas o darnos debates que nos permiten pensarnos como estudiantes, comunicadores y futuras docentes dentro de la universidad pública. También necesitamos reflexionar acerca de un montón de situaciones que atravesamos cursando la carrera”.

Brunella De Vincenzo cursó la materia este año, faltando poco por recibirse. En diálogo con Feminacida, destaca la importancia de que otrxs de sus compañerxs pasen por la misma experiencia. “Entendí un montón de cosas que tenía muy naturalizadas en el día a día porque arrancan desde que somos muy chicos. Como comunicadores, e incluso todos los profesionales, deberíamos tener una materia obligatoria así porque aprendemos distintas cosas para aplicar en nuestra vida personal o en lo profesional, ya sea en la educación o en medios”, opina.

Laura Catanzariti es docente del seminario y también profesora en escuelas secundarias de La Matanza. “En mi vida de estudiante jamás me imaginé que iba a poder hacer algo así en la UBA”, confiesa. Ese fue el puntapié inicial para que después surgieran otras propuestas: un grupo de investigación en ESI y comunicación (GIC), la organización de una mesa en las Jornadas de América Latina y el Caribe y el armado de la propuesta de un área de ESI en la carrera que apunta a realizar actividades de extensión.

“Si queremos un país más inclusivo, que respete las diversidades de género y cuerpos, que prevenga situaciones de violencia y abuso sexual, entre otros ejes a tener en cuenta por la ESI, no basta solo con que haya leyes, sino que esos aspectos tienen que estar contemplados en cada acción que hagamos en los lugares donde nos desempeñamos, ya sea laborales, de militancia, de formación, etc.”, agrega Catanzariti.

El cruce entre la ESI y la Comunicación abre el juego a múltiples experiencias y saberes. “Pensemos en las producciones de significaciones sociales que emergen en torno a la ESI, esos sentidos en disputa permanentes. Pensemos cuál es el sentido que se intenta imponer, en nuestro imaginario social, y por quiénes, en cómo se comunica la política pública”, invita Nazer y detalla: “Podemos pensar la ESI y la producción de una propuesta pedagógica, la producción de una publicidad, de una nota periodística o de una propuesta de intervención de comunicación para y con el territorio. La ESI nos convoca todos los días en nuestras prácticas cotidianas, dentro y fuera de las aulas”.


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