“Dinero, trajes y sexo, ¡mi vida es grandiosa!”, exclama Barney Stinson en el mítico bar McLaren’s en Nueva York, sentado en la mesa con su grupo de amigos y un whisky escoses en la mano. Cabello rubio, alto, delgado y ojos celestes, es uno de los personajes de la legendaria sitcom How I met your mother. Estrenada en 2005 y con nueve temporadas al hombro, esta producción creada y dirigida por Craig Thomas y Carter Bays despierta algunas preguntas: ¿Es Barney Stinson un machirulo? ¿Por qué durante tantos años se sostuvo su personaje sin ninguna evolución? ¿Es tan cómico escuchar frases que esconden misoginia?
Hace algunas semanas se confirmó el spin off -narraciones centradas en personajes de obras de ficción originales- de esta serie y los nombres del elenco que formaría parte no tardaron en aparecer. Es a partir de esta novedad que resulta interesante cuestionar a uno de sus personajes más queridos e hilarantes, que no sabe de consentimiento, respeto ni compromiso.
Un hombre adinerado que trabaja en una empresa describe que su tipo de mujer es “borracha vulnerable”. No le interesan los vínculos serios y filma relaciones sexuales sin consentimiento: este es un breve retrato del personaje interpretado por el actor Neil Patrick Harris (48). Barney, el icónico protagonista de esta serie, deshumaniza a las mujeres, las vuelve objetos, las sexualiza y las clasifica de “fáciles” por la cantidad de ropa que llevan puesta cuando las conoce. Capítulo tras capítulo, Stinson anota jugadas a su libro maestro para “conquistar mujeres” (así lo repite el personaje, quien se refiere a estas como territorios que deben ser dominados y explotados). No recuerda sus nombres ni sus caras pero las enumera, les asigna un número en su lista de conquistas.
Para Barney la mujer es un objeto de diversión: les miente, las manipula y cambia su identidad (nombre, ocupación, apariencia) con tal de satisfacerse. Mujeres sin nombre, sin rostro, evaluadas en una escala “sexy-loca”, cosificadas. No tiene responsabilidad afectiva con sus vínculos ni sabe relacionarse de manera respetuosa. Su grupo de amigxs no lo ayuda a identificar ni modificar estos problemas, por el contrario, son cómplices de su manera de operar, lo felicitan, lo observan e intentan imitarlo.
Con el apoyo de la pandilla (así se nombran los 3 amigos), sin posibilidad de reflexión o abordaje de su comportamiento, es el estereotipo mejor representado de un hombre de finanzas: zapatos de vestir perfectamente lustrados, un armario lleno de trajes, casa lujosa y un desinterés total por mantener un vínculo más allá de lo físico. Un hombre que puede lograr todo lo que se proponga, desde un ascenso laboral hasta su jugada maestra: “conquistar a la mujer de sus sueños” (una hegemónica, claro).
Disponible en Amazon Prime Video, How I met your mother es una de las sitcom más vistas y exitosas de la historia. Hilarante, descontracturada y con personajes cuestionables, las frases de Barney Stinson quedan grabadas por su contenido bromista: cómico pero sexista, representa la figura de macho alfa, ganador, líder, seductor, ídolo. Aunque los creadores afirman que “muestra un desarrollo que lo lleva a cambiar su estilo de vida y forma de pensar”, en pocos capítulos se muestra verdaderamente un avance en la construcción de este personaje.
Es fundamental criticar, analizar y cuestionar aquellos personajes de producciones tan exitosas para que no queden en el recuerdo solo por la cantidad de risas que generaron, y preguntarse también en todo caso qué resulta chistoso. Repensar sus actitudes, frases e ideas también forma parte de consumir un producto audiovisual. Que atrape un personaje solo porque es gracioso, ignorando el contenido de esos chistes, es mirar tan solo una parte mínima de la producción.
Lejos de la cancelación como solución ante el material audiovisual que no responde a ideas que han ido ganando lugar con el tiempo (como que las mujeres no son cosas, por ejemplo), repensar los consumos culturales es una tarea importante para entender a qué distancia se encuentra esta sociedad de aquella que se reía a carcajadas de las bromas misóginas.
– Este artículo fue publicado en el marco del Taller de Periodismo Feminista de Feminacida –