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Juventudes, divinas promotoras

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Por GPESI Juventudes

Muchas veces escuchamos que “les jóvenes no tienen conciencia”; “actúan por impulso”; “no saben lo que hacen”; “no saben lo que quieren”; “no estudian ni trabajan”; “no aprovechan el tiempo”, entre otras afirmaciones que se imponen para definirnos. Se habla mucho de nosotres y por nosotres, pero lo cierto es que no son muchas las ocasiones en que nos convocan como interlocutores. En este sentido, una de las frases más comunes que suelen circular en torno a las juventudes es que "somos el futuro”. Sin embargo, ¿se nos hace realmente partícipes de la construcción de ese futuro que mencionan? Y a su vez, ¿por qué no se nos reconoce para la construcción de este presente?

Si miramos los discursos que se pronuncian sobre las juventudes,  podemos identificar la mirada adultocéntrica que rápidamente suele ubicarnos, en el mejor de los casos, como promesa de una nueva humanidad o, más frecuentemente, como amenaza del pretendido bienestar general. Y, en uno u otro caso, quedamos afuera de los lugares donde se piensan y toman las decisiones que afectan nuestro presente y, por tanto, construyen porvenir.  

Como jóvenes tenemos mucho para decir y si no encontramos los espacios en donde hacerlo, los inventamos: la escuela, el club, la canchita, la plaza o la casa de une amigue, las redes sociales. Todos lugares en donde nos sentimos en confianza o encontramos canal para alzar nuestra voz y expresarnos con otres que también tienen ideas, sueños y deseos por compartir. 

Lo que buscamos las juventudes no es solamente más espacios de pertenencia, sino que también se nos escuche fuera de ellos. No queremos encontrarnos más con respuestas adultocéntricas que se propone “representarnos” a través de una idea construida de nosotres, porque no hace más que borrarnos. ¿No es, acaso, esta imposición de tener que abandonar todos nuestros ideales al ser “adultes”, que se le tiene tanto miedo a crecer? Paradójicamente, aquello que se suele ponderar de las juventudes -el afán de cambiar lo que no va más-  es, a la vez, la razón por la que se nos teme y excluye.  

Pero las juventudes acá estamos, autoconvocadas, listas para incomodar y con la fuerte convicción de que otro mundo es posible: decidimos darnos el espacio. Hoy, ahora. No para nosotres sino con nosotres. ¿Y por qué no por nosotres?

Por eso, desde GPESI construimos un movimiento de juventudes promotoras de Educación Sexual Integral. Tal vez se preguntarán qué tiene que ver la ESI con el día de las juventudes. Y, si bien la ESI no suele brindar respuestas cerradas sino abrir caminos que permiten hacernos preguntas; en esta ocasión sí lo hace: todo tiene que ver. Porque la ESI nos permite poner en jaque al adultocentrismo, porque nos da lugar a las juventudes de compartir y reconstruir nuestros saberes, desde nuestras dudas y experiencias.

La ESI nos invita a pensar nuestras identidades concebidas como configuraciones completas de ideas, sueños y deseos -también temores y ataduras- que construimos relacionalmente en espacios de interlocución con otres. Y  propone un espacio súper fértil y seguro para las juventudes para poder hacer un ejercicio colectivo de interpelación, de cuestionamientos, de profundas revisiones de ciertos sentidos naturalizados/normalizados para, desde ahí, repensarnos y repensar nuestros vínculos, los entornos en los que nos movemos, las posibilidades/limitaciones que, muchas veces, nos atraviesan en silencio. Así, una compañera promotora de GPESI comparte esta vivencia: “Siempre se me dijo que no podía querer cambiar todo, todo el tiempo. Ser promotora de GPESI me demostró que sí, que no solo podía quererlo sino que también podía hacerlo”. Y en esta potencia del hacer al que nos convoca e invita la ESI, nada mejor que compartir voces y experiencias de juventudes.

Leandro Montenegro y Agustina Vans Strate coinciden en que la importancia de la ESI es el acceso a herramientas e información confiable y a su vez se dan lugares para el acompañamiento en el desarrollo y cuidado de niñeces y juventudes, donde las mismas pueden comprenderse desde sus propios procesos en plena libertad y con un gran conocimiento sobre sus propios derechos humanos

Para Fernando Falcón, la ESI ayuda a “visibilizar voces que han sido por mucho tiempo silenciadas, conocer sobre las diferentes disidencias, conocer el respeto desde nuestros cuerpos y los de les otres e, incluso, se da el pie para poder reconocer diferentes tipos de violencias que atravesamos. Es una forma de ayuda y una manera de decir 'ya está, no quiero quedarme más en silencio, quiero expresarme'”.

Maca Jensen utiliza sus conocimientos sobre la ESI para poder acercarse a personas desde otro ángulo y acompañarlas en muchas situaciones como, por ejemplo, situaciones de violencia dentro de parejas. Incluso busca llevar el debate a sus amistades para que sepan que existen espacios seguros en donde poder hablar sin tabúes y donde podrán ser escuchadas. Asimismo, Fátima Mancuello encuentra a la ESI como sinónimo de libertad, inclusión y respeto. Es el entendimiento de las realidades propias y ajenas, los límites, la empatía y el evitar juzgar. Es un abrir los ojos a una vida libre.

Al preguntarnos y compartirnos situaciones de nuestras vidas en las que notamos la falta de ESI, encontramos dos grandes ejes en común que se repiten: la escuela y la familia. Quisiéramos tener o haber tenido en la escuela más que una sola charla biologicista y haber hablado, por ejemplo, de placer, de diversidad sexual, de consentimiento, de identidades no binarias, o que nos cuenten que los deportes no tiene género. “Me hubiese evitado un montón de problemas. Aún cuando no tenia una definción sobre mí, me tildaban de maricón de forma despectiva. Si desde la primaria ya arrancamos así, no podemos imaginarnos un futuro libre en la secundaria o en la adultez”, relata Fernando Falcón. 

Los comentarios y acciones familiares tampoco se quedan atrás: el tío, la abuela, el padrino o la mamá. “Noté que hay muchos casos en que el entorno acepta, entiende y respeta las decisiones, pero las personas que no lo hacen terminan siendo las familias. Bastante complejo porque es difícil llegar a un núcleo familiar que no se abre a transformar su mirada”, reflexiona Fátima Mancuello. En definitiva, según las palabras de Agustina Van Strate, “no debemos parar nunca de darle visibilidad para que se entienda que la ESI es transversal a todos los espacios en donde recurrimos”. Somos juventudes que actuamos  y buscamos transformar la realidad, y así, afirmamos: “No somos solo el futuro, estamos construyendo, actuando, cuestionando y repensando el presente”.

Para les jóvenes que nos están leyendo, les extendemos la invitación: animémonos a cuestionarlo todo, a enredarnos y construir colectivamente otras formas de ser-hacer. Y para les adultes, solo queremos recordarles que también fueron jóvenes. Permítanse volver a encontrarse con ese momento personal y preguntense qué necesitaban, qué soñaban, qué lugar se les daba, qué (se) cuestionaban. Acompáñenos a que estas preguntas resuenen en las juventudes de ahora y a diversificar los canales para construir juntes nuestras respuestas o, mejor aún, nuevas preguntas.


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