La Ley de Promoción de la Alimentación Saludable se tratará hoy en la Cámara Baja. Mientras el Frente de Todos busca apoyos para que sea efectiva la sesión tras la vuelta a la presencialidad, Juntos por el Cambio ya anunció que no se presentará a dar quórum porque reclama un temario consensuado con la oposición.
La semana pasada distintas organizaciones de la sociedad civil enviaron cartas a los presidentes de todos los bloques de Diputados para pedir que se convoque a sesión antes de que la Ley de Etiquetado Frontal pierda estado parlamentario. El proyecto de Ley de Promoción de la Alimentación Saludable fue aprobado en Senadores en octubre de 2020 y obtuvo dictamen en Diputados el pasado 13 de Julio. ¿Quiénes fueron y qué exponían las personalidades pujantes detrás de esta ley, y cuáles fueron sus detractores?
No es gratuito que el problema de la distribución alimentaria global hoy en día sea la malnutrición y, en menor medida, la desnutrición. Esto quiere decir que el dilema global del siglo XIX de cómo disponibilizar los alimentos se cumplió parcialmente, pero... ¿Qué tipo de alimento?
Contexto global: panza llena y corazón malnutrido
Los alimentos dejaron de alimentar hace rato. Durante la década del 90´ la “revolución verde” - esto es, la tecnificación global de los procesos de producción agro-alimentaria, bajo el fallido objetivo de la erradicación del hambre - significó una inundación de alimento barato y de bajo valor nutritivo para su consumo interno y externo. Esta tecnificación del alimento provoca dos consecuencias vinculadas: su sobre-oferta y el bajo precio de commodities, es decir, alimentos sin diferenciación (soja, maíz, por ejemplo). Tanto es así que se utilizan como materia prima de otros alimentos de la canasta básica familiar, derivando en los comúnmente llamados “ultraprocesados”.
Seguimos siendo mamíferos: la elección del alimento es una mezcla cultural y biológica. Por ello, se requiere un fino entrenamiento de nuestros receptores sensoriales para fundamentar nuestra elección de alimentos con más brillo que sustancia. Entonces, ¿cómo y cuándo educamos a los cuerpos a catalogar estos productos como alimentos? Las incisivas y cada vez más finas estrategias de marketing alimentario, cuyo escenario de acción por excelencia es el supermercado, crean su demanda adaptada a estereotipos de género, ingreso, edad y estado de salud (por ejemplo, las comidas para mujeres o diferenciados para personas diabéticas, niñxs, etc). Sin embargo, por mucho que categoricen a la población, no la nutren. Solo alimentan a la rueda económica que sostiene este entramado productivo. Una lección para empezar: el periodista Michael Pollan sentencia así que “el mejor alimento es aquel que no necesita publicidad”.
Qué es la Ley de Etiquetado Frontal
Se trata del nombre común del proyecto de Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, que busca instalar un instrumento crucial en la prevención de enfermedades-crónicas-no-transmisibles, como hipertensión, osteoporosis, obesidad o diabetes. A partir de símbolos de octógonos negros, apunta a informar llamativamente a los consumidores acerca del excesivo contenido de grasas-sodio- azúcar que cuenta un alimento, permitiendo su decisión informada de aquello que desean comprar. Asimismo, tiene un claro objetivo de protección de la alimentación infantil: prohíbe la presencia de personajes carismáticos, anuncios en segmentos infantiles y la distribución en establecimientos educativos.
Lobby suelto
Enormes marcas de alimentos temen que estos etiquetados perjudiquen su venta de alimentos. El oligopolio alimentario ve amenazado su caballo de batalla más elemental para generar su demanda, como es la publicidad manipuladora. Así, la tildan de “ley demonizadora de alimentos”. El poder económico que nuclean es directamente proporcional a los frenos que instalan a la concientización social para demandar leyes que impulsen la alimentación saludable.
Si bien sus estrategias son repetidas en todo el mundo, es mucho más agresiva en Latinoamérica: patrocinar personal de salud, academias de investigadores o incluso expiar sus responsabilidades alimentarias bajo la premisa de la “autorregulación” individual de los productos, es decir, apelar a la “porción justa” de su consumo. Aún más cínicos, aprovechan la creciente preocupación social que toma el etiquetado para adaptar la presentación de sus productos (porciones menores, versiones “light”, “sin conservantes”). A pesar de estos detrimentos, el estado de avance de esta ley en la región no cesó. En Latinoamérica, países como México, Perú, Chile y Uruguay ya implementaron el octogono, aunque con ciertas modificaciones de parte de la industria (omisión de rotulación de ciertos productos, etc).
¿Qué se espera de la ley?
Claramente, una disminución del consumo de productos de excesivo contenido de grasa, azúcar y sodio. En mayor escala, podrían significar una importante apuesta a las mejoras de la salud poblacional y la disminución del uso de recursos médicos. Sin embargo, no será raro pensar que se adaptarán los formatos de los alimentos para inmiscuirse en las grietas que la ley presente: alterar periódicamente los productos categorizados, asociarse a otros productos de primera necesidad o comercializarse en establecimientos de entretenimiento infantil. La publicidad estará al acecho.
Estado de Emergencia Alimentaria
De acuerdo al Ministerio de Salud de la Nación, la población argentina ha sufrido distintos trastornos a la salud en virtud de los cambios de consumo desde alimentos saludables (frutas, verduras) hacia productos ultraprocesados (más sodio, hidrato de carbono, densidad calórica y menos fibra). Paradójicamente, en un país como Argentina de amplia disponibilidad alimentaria, el 31 por ciento de la población infantil presenta malnutrición por exceso, mientras que un 8 por ciento padece malnutrición por carencia. Estos datos no solamente demuestran un grave asunto pendiente en la distribución alimentaria, sino también en la salud pública. Por ello, resulta evidente que la comunicación nutricional tiene una responsabilidad social y sanitaria asociada. Esta responsabilidad es omitida intencionalmente por sus productores, buscando el continuo ciclo de su comercio.
Se vuelve urgente la proclamación de estas leyes y la concientización social para impulsar el consumo informado en el marco de políticas de salud poblacional. La ley de Etiquetado Frontal es un tan solo un vértice de un entramado del sistema agroalimentario responsivo a intereses empresariales en lugar de su función en la dignidad humana. La buena noticia es que significa un avance en la defensa del derecho humano a la alimentación sana, segura y de calidad.