Mi Carrito

2001: el fuego que supimos conseguir

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A 20 años del Argentinazo, proponemos entender el estallido social desde una perspectiva feminista. La crisis económica llevó a la completa pauperización de la sociedad, las mujeres y disidencias fueron quienes más la sufrieron. Tras la rebelión surgieron asambleas, cooperativas, fábricas recuperadas, nuevos sueños y nuevas luchas. Es también la construcción de los feminismos que hoy militamos.

Por Carolina Guglielmotti y Ayelén Vázquez López (*) / Ilustración: Rocío Bezenzette


La deuda es con el pueblo

Los años 90 son recordados por el 1 a 1, la época de la pizza con champan. Los medios de comunicación mostraban la política como farándula, derrochando lujos de quiénes se enriquecieron en tiempos de dictadura. Era la época de mayor cosificación de las mujeres, se hablaba de crímenes pasionales y la palabra femicidio no existía. Los medios tapaban la realidad de la mayor parte del pueblo. Hablar de política estaba mal visto. No nos metamos en esos temas… ¡Y claro! Es que la dictadura se llevó a más de 30.000 compañerxs que se cuestionaban todo lo que estaba mal del sistema. Sin embargo, hubo muchos focos de resistencia en distintas partes del país.

La década del 90 fue de total saqueo de nuestros recursos naturales y la privatización de numerosas empresas del Estado. La industria nacional dejaba de existir, el incremento de las importaciones y las escasas exportaciones durante la gestión de Menem llevaron a la destrucción de la economía. La flexibilización laboral era moneda corriente. Hacia 1995 surgen los primeros clubes del trueque, un espacio de intercambio solidario de productos y servicios, ante la falta de trabajo y dinero circulante.

Cuando recordamos la calle, las luchas y los reclamos, Norma Pla es un cuadro que aparece siempre. La abanderada de lxs jubiladxs, fue un ejemplo a seguir por muchxs. Si bien los medios la mostraban como la viejita loca que ya no estaba para esto y que debía quedarse en su casa, enfrentó a Domingo Cavallo como nadie. Es que su modelo neoliberal mostraba lo poco que le importaba el ser humano y toda una vida de aportes. Norma trabajó toda su vida y cobraba una pensión de miseria. Siempre estuvo al frente de los reclamos, desde la estafa de la privatización de la caja hasta el mínimo jubilatorio. Parece mentira que al día de hoy siga ese reclamo.



El índice de desocupación iba en ascenso y el Estado estaba completamente ausente. Es ahí cuando surgen los piquetes: de Neuquén a todo el país. La opinión pública se indignaba ante los cortes de ruta con quema de neumáticos que impedían la circulación con normalidad.

En el cambio de década las cosas empeoraron, el gobierno de De la Rúa negoció con el FMI un multimillonario blindaje financiero. Para otorgarlo, se impuso el congelamiento del gasto público, la reducción del déficit fiscal y la reforma del sistema previsional, para elevar a 65 años la edad jubilatoria de las mujeres. Estas políticas fueron la gran causa del peor empobrecimiento.

Diciembre de 2001 comenzó caldeado. La crisis de convertibilidad llevó al entonces ministro de Economía Domingo Cavallo, a imponer el “Corralito”,  que restringía la extracción de dinero de los bancos y no se podía disponer de los ahorros. Empezaron a existir pseudo-monedas, bonos emitidos por diferentes estados provinciales como los patacones y los lecop, emitidos por la Nación.

Esto impactó mucho más en la clase baja, no bancarizada y sin empleo. La clase media se vio restringida para hacer sus movimientos económicos. Los bancos tuvieron que blindar las puertas y los manifestantes gritaban: "¡Chorros, devuelvan los ahorros!" Las plazas se llenaban de gente haciendo ruido con sus cacerolas. Pero no caigamos en el romanticismo de la unión del pueblo, de lxs que venían sobreviviendo hace rato con la clase media. Cuando la economía mejoró, muchxs perdieron la empatía.

La crisis empobreció mucho más a las mujeres. La desocupación y hacerse cargo de las tareas de cuidado, como trabajo no remunerado, son un doble condicionamiento. Todo lo que implicaba deseo, proyectos y desarrollo personal quedaba relegado.

La Plaza siempre fue y será del pueblo

“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Peligraba el sistema institucional democrático que tantos esfuerzos había costado normalizar. Es que la gente tenía hambre y por eso empezó a tomar alimentos de los comercios. El 19 de diciembre, De la Rúa anunciaba por cadena nacional el Estado de sitio. Eso no detuvo al pueblo: había que sacar del poder a los culpables de tanto desastre. Las barricadas sucedieron en todas partes del país y se profundizaron el 20 de diciembre, pero el foco estaba en la Plaza de Mayo.

Los enfrentamientos con la policía se extendieron todo el día y hasta tuvieron que recurrir a gases lacrimógenos vencidos en 1983. La represión no provocaba el repliegue de la gente, sino que solo la dispersaba para volver a reagruparse y continuar. El entonces secretario de Seguridad, Enrique Mathov, y el jefe de policía, Rubén Santos, ordenaron desalojar la Plaza como sea, incluso con balas de plomo.

En la Plaza no podían faltar las Madres, que junto a distintxs referentes de organizaciones de Derechos Humanxs, se manifestaron en contra del abuso de las fuerzas de seguridad, exigían la libertad de lxs detenidxs y que se termine la represión. Sin embargo, también fueron reprimidas.



La policía se vio superada y terminó todas sus municiones. Mataron a 38 personas. Luego de la renuncia del presidente y su huida en helicóptero, se abrió un periodo de inestabilidad política durante el cual cinco funcionarios ejercieron el Poder Ejecutivo Nacional de forma provisoria. La crisis institucional y económica continuaba.

Historia de una militante: Beatriz Adaro

Beatriz Adaro fue militante de la Facultad de Ciencias Exactas de La Plata y de la agrupación Quebracho durante la década del 90. A continuación, una entrevista que repone un análisis de esas fechas desde una perspectiva de género. Bety nos recibió en su casa, nos emocionamos hablando de su historia, nos mostró sus fotos, nos abrazamos como tantas veces. Es una compañera de muchas luchas, educadora feminista, docente en nivel medio y superior en Villa La Angostura. Pero sobre todo, una gran referenta.

¿Eran habituales los compromisos juveniles en la política en los 90? ¿Qué te llevó a vos a ese compromiso y dónde militaste?

Yo vengo de una familia de militancia. Cuando estudiaba en la facultad de Ciencias Exactas en La Plata, comencé a militar porque había mucho abuso de poder por parte de los docentes. Cuando ganamos las elecciones del Centro de estudiantes con la agrupación SUMA, yo ya militaba en la agrupación Quebracho. Empezamos a coordinar con otras agrupaciones universitarias, y participamos de lo que fue la resistencia a la Ley de Educación Superior, que pretendía imponer el arancelamiento. Si bien se sancionó, logramos frenar un montón de cuestiones que perjudicaban a lxs estudiantes. Llevamos adelante la toma de facultades y el abrazo al Congreso. Esto se puede ver como algo antidemocrático, es que el Congreso no estaba representando al pueblo. El Estado era muy diferente a lo que es ahora, no se hacía cargo de nada. Comenzamos a hacer apoyo escolar en los barrios de La Plata, trabajando y militando más territorialmente. Empezamos a ver cuáles eran las problemáticas: la falta de trabajo era el eje. Las mamás que llevaban a los pibes al apoyo escolar se acercaban y nos contaban que sus maridos habían perdido el trabajo. Por eso armamos comedores, ollas populares y asambleas en los barrios. En ese momento se generan los Planes Trabajar, que permitieron articular con los Movimientos de Desocupados que se gestaron a lo largo y ancho del país.

¿Y con Quebracho?

Quebracho no era lo que se veía en los medios solamente. Lo que se mostraba era que llegaba Quebracho y había quilombo. En parte era una estrategia, decíamos que era como “romper los lindos vidrios de sus edificios”. Era mostrar que había gente resistiendo, con hechos que tenían una magnitud más mediática. Mostrar que no estaba todo bien. El 1 a 1 y la gente que se va a Europa no es solo eso, hay gente que la está pasando mal. Los medios, el gobierno lo mostraron así. Hubo compañeros presos, perseguidos, con causas penales. Quebracho tenía una importante cantidad de militancia en los barrios, la Universidad, Sindicatos. Era mucho más amplio. Era una época de resistencia. Había que poner palos en la rueda para frenar al neoliberalismo.



¿Quiénes eran tus referentxs en es época?

En esa época una referente era Norma Pla y la gente que resistía. Como referentes políticos, reivindicar al Che Guevara, por ejemplo. También empieza una lucha por los derechos humanos con el nacimiento de H.I.J.O.S., hijos e hijas de desaparecidos, la organización se transforma en una agrupación política y empieza a hacer los escraches a los militares. Se habían frenado los Juicios y la referencia era la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. Se empezó a revalorizar y empezar a conocer la militancia de los desaparecidos, que eran de carne y hueso, que eran jóvenes, pibas, laburantes. Y que tenían una militancia política diversa. No hay que tener miedo de hablar de Montoneros o del ERP, porque fueron opciones que estxs compañerxs eligieron y  plantearon. Obviamente con el diario del lunes podemos hacer un montón de análisis, pero reivindicar todo el tema de los Derechos Humanos era la cuestión. Nos encontramos con un montón de compañerxs que habían militado en la década del 70, exiliadxs, o incluso desaparecidxs, presxs, torturadxs, y conocerlxs nos impactó muchísimo. Sentíamos que eso no podía quedar así. Esas son un poco las referencias que recuerdo de los 90.



¿Había conciencia del feminismo en esos años de lucha?

En los espacios que yo militaba no era explícito. No se debatía el feminismo como hoy. Donde yo milité había muchísima participación de las mujeres del barrio, había algunas que de ser manzaneras de Chiche Duhalde pasaron a participar en las asambleas de las organizaciones de desocupadxs, empezaron a decidir, a proponer cortes de ruta, que traccionan a los hombres, a los jóvenes, eso las empoderó muchísimo. Sin embargo, en las organizaciones de desocupados los que estaban a la cabeza eran varones, los que hablaban con la policía, con el ministerio de trabajo o la muni. La conducción era de varones, había algo que se veía que no estaba bien, empezamos a plantear esa discusión, pero se vivían momentos de mucho acelere, al menos yo lo viví así. Había que resistir todo el tiempo, lo urgente tapaba estas discusiones: ¿Por que nuestras voces eran tapadas, no  eran escuchadas? En los lugares de decisión siempre había varones, siempre iba a hablar el compañero y no la compañera. A partir del 2001 en los movimientos se empezó a debatir más profundamente la participación de las mujeres, la conducción. ¡Paremos la pelota!



¿Y en cuanto a la violencia de género?

Obviamente se repudiaba. Las compañeras empezaron a encontrar espacios para contarlo, pero había muchísima naturalización de la violencia y no estaba en la agenda política. En el barrio se hablaba con un flaco, se lo sancionaba, pero era muy difícil. No se planteaba como línea política el debate de la violencia, pero se empezó a sentir, a trabajar. Ese malestar estaba, existía. Yo empiezo a militar el feminismo después, cuando me vengo a vivir a Villa La Angostura, a partir de reflexionar todo lo sucedido en esa época. Pero la dinámica en ese momento era luchar por lo urgente, que era la falta de trabajo.

Para el año 2001 las cosas empeoraron ¿que acciones de lucha se llevaban a cabo y cómo se organizaban?

Surgen  nuevas formas de lucha que no estaban antes, como el corte de ruta o las tomas pacíficas de edificios. No eran violentas, lo que llamaba la atención era la masividad, mucha gente. Logramos las cosas de esa forma. Había que presionar porque el Estado no existía. Había que generar acciones fuertes para obtener lo que se necesitaba, como el mejoramiento de un comedor en un barrio, materiales para construir veredas y que el barrio no se inunde, por ejemplo. Bancar el corte de ruta era otra cosa que las mujeres hacían. Había también compañeros, por la seguridad. Pero las mujeres cocinaban, sostenían. Era ir de la asamblea al corte de ruta y sostener todas las tareas de cuidado. Otra forma de lucha fue el paro, con corte de ruta y acampe. Los cortes fueron persistentes hasta el 2002, cuando en el Puente Pueyrredón mataron a Kosteki y Santillan, y en el 2001 también se empezaron a plantear las asambleas en las plazas desde la clase media también. Se arman ferias, trueques, y finalmente la movilización a los bancos con el Corralito. La clase media salió cuando le tocaron el bolsillo. En los barrios la gente la pasaba mal mucho antes.



¿Cómo viviste aquel 19 y 20 de diciembre de 2001?

Veníamos con la resistencia y nos veníamos organizando. Pero el “Que se vayan todos” nos cayó en un momento inesperado como organización política, nos pasó por arriba. Hubo mucha gente de manera espontánea saliendo a la calle, sin pertenecer a ninguna organización. En los barrios se generaron movilizaciones a los supermercados y la situación no daba para más. Hubo muchos saqueos producto del hambre acumulado. Yo no lo viví como organizado, sino como un estallido, por el hambre y la condiciones de vida que se vivían. Con muchxs compañerxs decidimos ir a Buenos Aires, no quedarnos en La Plata. Fuimos a Plaza de Mayo, a pesar del Estado de sitio decretado por De la Rúa. Lejos de quedarse en sus casas la gente salió a la calle masivamente. Llegamos a Plaza de Mayo justo cuando estaban reprimiendo a Las Madres. Fue una batalla campal. Horas de ir y volver contra la policía. Recuerdo a los pibes en moto. Para mí fue algo increíble. Ellos se organizaban atrás, agarraban piedras y se mandaban contra la policía, y el resto avanzamos aprovechando la retirada y ese ida y vuelta de resistencia se hizo eterno, agotador. Yo no había tomado conciencia de que estaban reprimiendo con balas de plomo, hasta ese momento habían sido siempre balas de goma. Estaba toda la fuerza de seguridad en la calle, identificados y de civil.  Hasta que llegando al Congreso, nos enteramos de que De la Rúa se había ido en helicóptero y ahí comenzó a calmar, la policía se empezó a ir y quedó tierra de nadie. Había gente de todas las edades, mujeres, pibes jóvenes, hombres, y en general no había banderas políticas, sólo banderas argentinas. Había una cuestión hermanada entre todas las personas que estábamos resistiendo, manifestando. La cuestión era volver a Plaza de Mayo, era nuestro espacio, nos habían echado, habían reprimido a las madres, con un costo de 38 muertes.



20 años después ¿consideras que fue una victoria del pueblo? ¿Qué reivindicación se le puede hacer al estallido social?

Yo creo que fue un hecho, que no se si llamarlo victoria, ya que unos meses después mataron a Kosteki y Santillán, y fue otra la situación, muy muy dolorosa por la forma en que se hizo. Creo que lo que pasó el 19 y 20 de diciembre y lo que sucedió con Darío y Maxi condicionaron lo que vino a pasar después: el llamado a elecciones, el comienzo de un gobierno que tuvo que tener una mirada distinta y cambiar la política, porque no se podía volver a lo anterior. Y acá hago un paréntesis, tanto si lo consideras que fue oportunista o no por parte del kirchnerismo, condicionó la política, fue un punto de inflexión. Obviamente, no pasó lo que queríamos, todos pedíamos que se vayan todos, pero ¿y quién tomaba el poder, quién venía? No había una conducción política de eso, un frente político que pudiera asumir un gobierno. Fue muy importante porque puso un freno a la política neoliberal. Las mujeres empezaron a transformar lo privado en político y hacerlo público. Eso fue posible porque pasó lo anterior. Los 90 abonaron todo lo que vino después en discusión política. Al igual que lo  hicieron las madres de Plaza de Mayo, amas de casa, que salieron a buscar a sus hijxs, sin todo esto el feminismo no hubiese sido posible. Muchas mujeres se empoderaron. Queda mucho camino por recorrer aún como sociedad, de hecho en 2015 volvimos al neoliberalismo, más allá de todo lo que estamos contando.

¿Hay algo más que quieras sumar?

Quiero mencionar a mis amigas. Con María Arruda militamos en exactas en la Plata, en SUMA que era nuestra agrupación y a nivel territorial en diferentes barrios. Y con María Ana González Villar, a nivel estudiantil, que tuvieron el centro de estudiantes de sociales con una agrupación llamada La Huella, y también en derechos humanos, porque Ana fue una de las participantes del nacimiento de H.I.J.O.S. Con ellas militamos juntas y a partir de esta entrevista estuvimos recordando toda esa época.

Fue la gestación de los feminismos populares

En su libro “Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes”, Silvia Federici analiza la respuesta de las comunidades ante las crisis neoliberales y se refiere al 2001 en Argentina: “Emergió una energía diferente, femenina. Se inspiraba en la lógica del trabajo doméstico, pero estaba organizado en colectivo y en espacios públicos de un modo que visibilizaba el carácter político y el valor social del trabajo reproductivo. Conforme las mujeres ocupaban las calles y llevaban sus ollas y sartenes a los piquetes y a las asambleas de barrio, conforme se organizaban las redes de intercambio y cooperativas de distinto tipo, fue emergiendo una economía de subsistencia que permitió sobrevivir a miles de personas”.

Muchas son las referentas que hoy tenemos y que militaron fuertemente en aquella época. Beatriz Adaro es una de ellas. No podemos dejar de nombrar a Cecilia “La Checha” Merchan, referenta de la organización Corriente Política y Social La Colectiva. Ella cuenta cómo en los merenderos y comedores, se generaron cuestionamientos sobre violencia, explotación, el no poder disfrutar de la sexualidad si no era con fines reproductivos. También Ruth Zurbriggen se convirtió en “docente y piquetera”. En el 2001 fue una de las iniciadoras de la Colectiva La Revuelta en Neuquén. Activando en contra de la construcción patriarcal y capitalista que se edificó sobre nuestros cuerpos de mujeres, y con la convicción de que nuestro cuerpo no es territorio de conquista, se empezó a pensar cómo hacer del aborto una práctica segura y sin culpas.

Nos quedamos cortas al nombrar referentxs… 20 años después creemos que es imprescindible reivindicar toda esa resistencia y militancia. Cómo se fue gestando la conciencia feminista y cómo impactó en las nuevas generaciones.

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(*) Ayelén Vázquez López es profesora de enseñanza media y superior en Historia, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Tiene 33 años y vive en Villa la Angostura, provincia de Neuquén, donde ejerce como docente. Es militante feminista y de la ESI en las escuelas. Conduce un programa en la radio comunitaria El Orejano FM 98.1. Participa en Escritura feminista, blog de Historia que buscan visibilizar a las mujeres y a las disidencias.

Carolina Guglielmotti es profesora de Enseñanza Media en Economía. Contadora Publica Nacional egresada de la Universidad de La Matanza. Tiene 40 años. Vive en Villa La Angostura Neuquén. Madre de tres hijes. Militante feminista. Acompaña y promueve a Organizaciones de la Economía Social, Solidaria y Popular entendiendo que otra forma de Economía es posible. Participa en el blog Perspectiva Feminista reivindicando y visibilizando la participación de las mujeres y disidencias en la historia.


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