El 30 de diciembre de 2004 Mailín Blanco asistió junto a su hermano Lautaro al recital de Callejeros en el Boliche República Cromañón del barrio de Once. A segundos de empezar a sonar “Distinto”, se incendió la media sombra del techo del lugar y comenzaron los gritos y la desesperación. La luz se cortó y los hermanos Blanco se separaron. Mailín es socióloga y hoy trabaja en el área de convivencia escolar del Ministerio de Educación de la Nación. Vive junto a su compañero Federico, también sobreviviente de la tragedia de Cromañón, y sus dos hijxs: Luca y Juli. Convocada por una perspectiva social y transversal, la joven repasa lo que sucedió ese fatídico fin de año y reivindica los derechos de las víctimas que fueron vulnerados una y otra vez.
El día que apagaron la luz
194 pibxs fallecieron ese día, entre ellxs Lautaro Blanco. Otrxs 1432 resultaron con heridas. “El 30 por ciento de los que se murieron es gente que logró salir del boliche y volvió a entrar de forma desinteresada (muchas veces sin tener ningún conocido), por el simple hecho de querer salvarle la vida a los que quedamos adentro”, cuenta Mailín Blanco. Muchxs de los sobrevivientes no saben cómo lograron salir del lugar y otrxs tantxs perdieron el conocimiento por la inhalación del monóxido de carbono. Por eso, la reconstrucción del recorrido de cada víctima es difícil de determinar, pero una cosa es segura: las salidas de emergencia estaban valladas y el boliche no cumplía con las normas de habilitación.
¿Cómo viviste ese 30 de diciembre?
En realidad cuando me preguntan qué pasó es muy difícil para mí explicarlo porque creo que Cromañón no fue un hecho explicable por una causa, porque tuvieron que pasar múltiples factores para permitir que el local funcionara como funcionó. En primer lugar, tenemos que hablar del sistema de habilitaciones del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) que era -y sigue siendo- un desastre, que permitió que Cromañón estuviera habilitado de una forma que no correspondía. Además de eso falló también todo lo que refiere al sistema de emergencias del GCBA.
¿Cómo falló el sistema de emergencias cuando se suponía que debía estar preparado para algo así?
Fede, que es mi compañero y también sobreviviente, tiene a su hermana que logra salir del boliche (él había ido con todos sus hermanos a Cromañón). Pero cuando ella sale, se desmaya y la ponen en la fila de los muertos, le tapan la cara. La otra hermana de Fede la encuentra, se da cuenta que respira y la lleva a una ambulancia. Gracias a eso está viva. Hay un montón de pasos previos que fallaron, que la habían dado por muerta cuando sólo estaba desmayada. Creo que eso representa mucho cómo falló el sistema de emergencias de la ciudad. Por eso creo que lo que hace Cromañón es poner a la vista todo un sistema que no funcionaba, no algo específico que funcionó mal, sino todo.
¿Cómo saliste vos del boliche?
Yo estaba en la parte de arriba cuando el incendio empezó, me desmayé y no pude bajar. Yo no sé quién me saca. Siempre digo que es muy posible que haya sido algún pibe o piba como yo que, cuando salió del lugar, volvió a entrar a sacar gente. Fede, por ejemplo, sale y vuelve a entrar un montón de veces buscando a sus hermanos, tratando de ayudar. Él me cuenta que había un bombero que desde la puerta alumbraba con una linterna y que cuando Federico le pidió que se la diera porque él estaba entrando, el bombero se negó. Hoy mirando retrospectivamente entiendo que no entraba porque sabía que ahí dentro todavía había una trampa mortal y ellos no tenían el equipamiento para ingresar. Así que yo no salgo, a mi me sacan y después me despierto en el hospital Ramos Mejía con un respirador a las 6 de la mañana y de ahí en adelante estuve internada hasta el 12 de enero. Se me habían quemado las vías aéreas y respiratorias. Tuve que luchar para salvar mi vida, esa fue la primera tarea. Fue un proceso largo: inclusive una vez que me dieron el alta tuve que seguir con diferentes tratamientos para poder recuperar la capacidad pulmonar.
El enfoque mediático y la demonización de la juventud y las mujeres
El enfoque mediático de lo que sucedió ese 30 de diciembre se centró en la figura de lxs jóvenes y, sobre todo, de las mujeres que asistieron. La mística del “rock chabón” llevó a que numerosos diarios y noticieros pusieran el foco en el “descontrol” que implicaba el género. Guarderías que nunca existieron, desinterés por el duelo de los sobrevivientes y demonización de la juventud y de la popularizada “cultura del rock” fueron tapa durante los primeros meses de 2005 y aún hoy continúan instalados en la memoria de muchxs.
¿La cultura del rock también tiene algo de culpa en relación al modo en el que se llevaban adelante recitales?
Se habló mucho de la cultura del rock como un mensaje muy impuesto desde los medios de comunicación. Del rock chabón, del rock barrial, que en realidad lo que hacía era criminalizarnos a nosotros los jóvenes y a las principales víctimas de Cromañón. No me parece que sea un mensaje azaroso, sino que tenía la intención de ponernos a nosotros como principales responsables de lo que pasó: inconscientes que íbamos a un boliche, con tal de correr el eje y la mirada donde había que ponerlo que era en el poder político y el poder empresarial. No tiene que ver con la cultura del rock sino con todos como sociedad, porque después de Cromañón se clausuraron el Gran Rex y estaciones de subte. Eso demuestra que el problema no estaba en el rock, sino que va más allá. Como sociedad todos deberíamos hacer la autocrítica de qué tan involucrados estamos en el día a día, en saber si se cumplen o no se cumplen los derechos que tenemos como ciudadanos. Seguridad no es solo que no te maten cuando te roban, seguridad también es poder salir a un recital y volver tranquilo a tu casa.
¿Y qué pasó en particular con la criminalización de las mujeres? Circuló durante mucho tiempo en medios que existieron guarderías dentro de Cromañón.
El mito de la guardería en el baño es terrible. Hoy pasaron casi 20 años y tengo que seguir desmintiéndolo. Esto no es casualidad, las mujeres obviamente somos estigmatizadas en relación al rol que cumplimos como madres. Una mujer madre no puede quizás ir a un recital a pasarla bien con su hijo. Y por el contrario, lo que se buscaba imponer era que las madres que íbamos a un recital éramos tan irresponsables, drogadictas e inconscientes que dejábamos a nuestros hijos en un baño, en una guardería a cargo de alguien desconocido con tal de poder volver a reventarnos. Es la misma lógica de criminalización en este aspecto muy enfocado en el estereotipo que recae sobre la mujer en cuanto a su rol con la maternidad.
Callejeros, Ibarra, Chabán: ¿de quién es la culpa?
Son muchas las versiones y opiniones en relación a la responsabilidad de lo que sucedió en Cromañón: se realizaron cuatro juicios orales para determinar si un total de 26 personas eran culpables. Entre los imputadxs estaban los miembros de Callejeros, Omar Chabán -gerente de República Cromañón-, integrantes de la Superintendencia de Bomberos y Aníbal Ibarra -el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires-. Son varias las personas involucradas en la tragedia y la negligencia de los sistemas y espacios que debían estar capacitados y equipados para resolver estas situaciones fallaron sin precedentes.
¿Cómo te sentís hoy con respecto al fallo de los juicios y a quiénes considerás responsables de todo lo que pasó?
Para mi el gran responsable de que ocurra Cromañón es el Estado. El Estado encarnado en muchos funcionarios que no cumplieron, que no hicieron su trabajo. Ni siquiera creo que lo hicieron mal, sino que lo hicieron así porque priorizaban el dinero por sobre otras cuestiones. Entonces creo que para empezar ahí hay una falencia muy grande que se encarnó en quien era en su momento el secretario de Justicia y Seguridad, Juan Carlos López. Ni hablar en la figura de Aníbal Ibarra que creo que es el máximo responsable político de lo que pasó en Cromañón. Asimismo, pienso que tiene una gran responsabilidad el Estado en la carencia y en la ausencia que tuvo después con los sobrevivientes a la hora de darnos acompañamiento y ayuda para poder restituir nuestros derechos que fueron arrebatados. Aníbal Ibarra, el 31 de diciembre de 2004, en vez de juntarse con los familiares o salir a recorrer hospitales, se junta con la cámara de empresarios de boliches. A veces creo que si su actitud post Cromañón hubiese sido otra, más allá de toda la responsabilidad que le cae por ser el máximo responsable político de un gobierno que no funcionó como debía haber funcionado, uno podría tener otro reparo para con su figura.
¿Y respecto a Omar Chabán?
Chabán también tiene su responsabilidad. Pero con un Estado que funciona, Chabán no existe. Si Chabán existe es porque hay alguien que lo permite ser. No podés tener un empresario que tenga avaricia, que no le importe tener su local en regla, que quiera ahorrarse plata y, en lugar de poner un techo ignífugo, ponga una media sombra con una guata apoyada arriba. Tiene que haber un Estado controlándolo para que eso no ocurra.
El sobrecito de azúcar y una memoria con perspectiva de derechos
“Llega diciembre y se siente en el cuerpo”, dice Mailín, que junto a otrxs miembrxs de la agrupación No nos cuenten Cromañón realizan todos los 30 de diciembre un acto en el obelisco. “La idea es recordar a los pibes y a las pibas con música, poder homenajearnos a nosotros mismos desde un lugar que trate de alejarse de la muerte para poder dejar de sobrevivir y volver a la vida”, cuenta en diálogo con Feminacida. ¿Qué queda después de tanto dolor? ¿Cómo es el recuerdo desde una mirada feminista?
Dentro de todo lo tremendo que pasó, si tuvieses que rescatar algo de Cromañón, ¿qué rescatás?
Para mi es re fácil rescatar porque yo a partir de Cromañón conozco a Fede que es sobreviviente también, él perdió a su hermana. Nos conocimos después en reuniones de sobrevivientes y nos enamoramos y somos una familia. En ese sentido, parece sobrecito de azúcar, pero es real. Al final hasta lo más terrible puede tener algo bueno y yo en mi caso lo compruebo totalmente, poder haber rescatado algo que tiene que ver con el amor y con la vida me parece el mejor homenaje para mi hermano sin duda.
¿Cuáles son tus espacios de militancia?
Yo sabía que quería estudiar algo con visión social desde antes, lo que hizo Cromañón en un punto fue como reivindicar mi compromiso y mi convicción de que cuando uno quiere que algo cambie, lo que tiene que hacer es involucrarse y ser protagonista en pos de dar la lucha por la reivindicación de nuestros derechos. Una de las luchas que más me convocó en el feminismo es poder entender a la maternidad como un deseo. Creo que tiene que ver más con cómo estoy yo últimamente atravesada por la maternidad y el feminismo que lleva a cuestionarnos todo. Dentro de No nos cuenten Cromañón, que es una agrupación de sobrevivientes y familiares, las mujeres fuimos generando nosotras un lazo que iba más allá de ser sobrevivientes y que tenía mucho que ver con el ser mujer y de ver cómo queríamos reivindicar nuestra lucha defendiendo esta posición feminista y cómo creíamos que también ser mujer nos posiciona en un lugar distinto a la hora de ser víctimas y sobrevivientes, inclusive a la hora de ejercer la lucha. Hoy tengo a mis amigas sobrevivientes que además de ser mis amigas son mis hermanas y compartimos, no solo nuestra visión y deseo porque Cromañón no ocurra nunca más, sino también nuestra lucha feminista y nuestro deseo por vivir en una sociedad que no sea patriarcal.