El día que tanto se había hecho desear en la historia de San Fernando por fin había llegado. Ansiado por muches e inimaginado por otres, el sábado 5 de febrero, en conmemoración al paso a la inmortalidad de la amada referenta Lohana Berkins, se llevó a cabo la primera Marcha del Orgullo en este partido del conurbano bonaerense.
Por estas fechas, que se encuentran tan alejadas del “Mes del Orgullo” celebrado en noviembre, muchas veces escasea la posibilidad de un festejo colectivo. Si el orgullo es aquella respuesta frente al prohibicionismo constante que enfrentamos las disidencias, no hay tiempo que perder. Porque como dijo la traviarca de las mariposas en sus últimas palabras, “el tiempo de la revolución es ahora”. Por eso, convencides que este es el primer paso para cambiar la historia del territorio, desde la Asamblea de Diversidades Organizadas y Autoconvocadas llamaron al pueblo disidente de San Fernando. “No sabíamos si éramos los primeros o los últimos”, dijo a Feminacida Cristian, docente no binarie de la zona e integrante de la comisión organizadora.
La movilización inició en la Plaza Canal y siguió todo por Constitución hasta la representativa Plaza Mitre, donde un escenario esperaba listo para ser intervenido con colores, glitter y mucho arte disidente. Allí, integrantes de la Asamblea leyeron el documento de esa primera marcha donde cada injusticia se hizo presente. “El derecho a gozar de nuestra existencia no nos lo puede robar nadie, las disidencias sexogenéricas existimos y resistimos”, manifestaron frente a la multitud. Y gritaron: “Fuego a todo aquello que no nos deje ser”.
De repente pareció ser como si todo aquel conservadurismo que suele disciplinar las calles de la localidad desapareciera entre tantas maricas, travestis, trans, gays, lesbianas, bisexuales, asexuales, intersexuales unides marchando bajo el mismo objetivo: visibilizarnos y disputar el espacio político en el territorio. En ese día y en ese momento, las calles eran nuestras y eran disidentes.
En primera persona
Mateo, oriundo de San Fernando, comentó a este medio: “Yo de chiquito padecí lo que es vivir en un territorio hostil, y hoy ver esto en una plaza donde muchas veces sentí temor por mi vida es un verdadero triunfo”. Ahora, Mateo se encontraba paseando por esa misma plaza con la estética a todo volumen y montade con todos los brillos que el orgullo puede otorgar.
Tino, un varón trans de 18 años, se encontraba marchando con la bandera de su comunidad por las veredas en las que otros días es violentado. Por eso, agradeció el espacio ya que acá sigue siendo todo muy “cispaki”, tal como comentó. “Me pone contento saber que algo en el barrio está avanzando”.
Por otro lado, en la movilización estuvo Sol, de 17 años, qué aunque no tiene muy en claro quien es ni qué etiqueta usar, tenía un pañuelo de la bandera LGBTTIQ+ cruzado en el pecho. “A mi todavía me intimida la marcha masiva de capital, pero acá es más tranquilo y me siento más cómoda”, expresó. En este sentido, Mai, de 19 años y de identidad no binaria, aclaró: “Esta marcha es genial para la gente del barrio que no se anima a ir a la de noviembre. Muches tampoco tienen plata ni tiempo para trasladarse hasta allá”, dijo, y dejó entrever que hasta la posibilidad de lucha aún sigue siendo un privilegio.
En ese sentido, Cristian también destacó la necesidad de que se descentralice la posibilidad de festejar, de juntarnos y de reclamar por las necesidades del colectivo. “Hace unos años empezaron a surgir diferentes marchas en otras localidades que no sea capital, lo cual fue un impulso muy importante”, enfatizó. “Tenemos que cuestionarnos por qué solo se da ahí y no en nuestra cotidianidad para así apropiarnos de los espacios de visibilización”.
Muches de les que transitamos el conurbano bonaerense, en este caso de San Fernando, encontramos en su estructura de pequeña ciudad un ritmo que aún nos enternece. Sin embargo, a veces las disidencias, en busca de diversidad, se ven expulsadas hacia espacios como la capital. En este sentido, Mateo explicó: “La cultura disidente o lo más atípico se va centralizando en las grandes urbes y es difícil encontrar en el conurbano movidas culturales o disidencias visibles”. A lo que agregó: “Para hallar cultura queer hay que ir a capital, y eso ya nos cansa. Queremos tener expresiones artísticas acá”.
Una de les tantes artistas que pasaron por el escenario ese sábado fue Max Vanns, oriundo de CABA, quien destacó el microclima tan particular que se genera en marchas como estas. Convencida de que las disidencias necesitan arte que nazca desde y para el colectivo, acudió con su música marika para romper un poco con la estética paki de las calles de San Fer. “Fue un escándalo, como siempre”, resumió a Feminacida.
“Si mi música no le hace sentido a los pakis o les causa alguna distorsión, siento que es un buen camino —remarcó—. Lo mejor es hacer música que elles no entiendan, porque necesitamos tener nuestro propio lenguaje”. Y por fin, este lenguaje llegó al territorio. Desnudez, libertad sexual y mucho voguing era lo que a este municipio le faltaba para que las calles florezcan de una vez por todas con los colores del arcoiris. Abran paso porque San Fernando ha salido del clóset.
Las derechos que quedan conquistar
“La magia está muy bien pero las consignas y reclamos son tangibles, no hay que olvidarlos”, remarcó Cristian y dejó de lado por un rato el glitter para volver a poner sobre la mesa las vulneraciones de la población disidente. Según relató, fue la pandemia aquel viento que encontró a las distintas organizaciones que hoy conforman Orgullo San Fer. “Las necesidades nos juntaron y era hora de marcar un precedente”, indicó.
Este 5 de febrero las disidencias salimos a nuestras propias calles a reclamar por el derecho a una existencia digna. Porque aunque muches quieran negarlo, las disidencias sexogenéricas existimos hasta en el barrio más tradicional. Existimos porque resistimos, porque sabemos que nada es sencillo cuando se trata de desafiar la normativa cisheteropatriarcal que te empuja a los márgenes más hostiles de la vida.
Por eso, nos pronunciarnos frente a los atropellos estatales e institucionales que fomentan la violencia y la discriminación hacia el colectivo. Exigimos la correcta implementación de la Educación Sexual Integral no binaria, la efectividad del Cupo Laboral Travesti Trans y que se trate la nueva Ley Nacional de VIH, Hepatitis, Tuberculosis e ITS, porque el derecho a la salud no se negocia. También, frente a la distintiva parroquia de la plaza, pedimos por un Estado donde la Iglesia sea un asunto separado.
Sobre todo, salimos a mostrarnos e incomodar a esa vecina o vecino que se muestra indiferente mientras matan travestis en la cara de la gente, mientras desconocen el nombre de Tehuel de la Torre y mientras piensan que a todes les cuida la policía. Marchamos por nosotres y por les compañeres que ya no están, gritando por cada une de elles: ¡Presentes, ahora y siempre!