Euphoria es la serie de la plataforma HBO que causó gran revuelo en el público, al punto de ubicarla en el top 3 de lo más visto. ¿Por qué llamó tanto la atención esta producción? ¿Qué es lo que convoca a la audiencia? ¿Es realmente la necesidad de indagar y buscar respuestas a la problemática del consumo problemático de sustancias o es sólo el morbo de lo distinto, lo incómodo y lo violento?
La serie comienza con dos planteos iniciales, uno existencial y otro político, que subyacen a lo largo de las dos temporadas. Por un lado, la protagonista inicia su relato acusando no haber sido consultada sobre su voluntad de nacer y expresando cuán incómoda le resulta la vida no deseada. Es esta una realidad que compartimos todos los seres humanos, esa conciencia de saber que nuestra existencia nada tuvo que ver con nuestro deseo de existir y de ahí devienen innumerables planteos respecto a la decisión de les progenitores sobre colisionar sus células en busca de “crear” una nueva persona, en adelante, será independiente de elles y responsable absoluto de su propia vida.
El segundo planteo es sistémico o, mejor dicho, pretendidamente anti sistema: la protagonista se jacta de no ser responsable del sistema imperante en el cual le toca vivir ni de lo “roto” o maltrecho que está en la actualidad. Es ahí donde yerra en su planteo, pues citando a la ilustre Lisa Simpson, me animo a decir que “todo este maldito sistema está mal”. Pero no porque haya sido destruido o devastado como opina la protagonista, sino, y muy por el contrario, porque está especialmente diseñado para que dentro de él se den todas y cada una de las situaciones que patentiza la serie. Y precisamente el consumo de drogas es una de las patas más fuertes del sistema, siendo el segundo mercado más rentable a nivel mundial, obviamente después de las armas.
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Con esa base comienza la seguidilla de ocho capítulos y una segunda temporada en curso en donde la serie va mostrando las distintas aristas del daño que el sistema nos causa a quienes vivimos en él. Con un formato semejante al de aquella serie de Netflix que abordaba el suicidio de una adolescente, esta hace lo propio con las adicciones tomando como eje de cada capítulo a uno de los personajes explicando cuáles fueron los factores determinantes que los convirtieron en las personas que en la actualidad son.
Así nos encontramos con la realidad de que muchos de los comportamientos de les adolescentes tienen inexorable conexión con sus contextos familiares y, a partir de allí, mapadres luchando con sus propios fantasmas del sistema. Las imposiciones morales de heterosexualidad y estructura de familia hetero cis, los ideales de belleza, delgadez y éxito, sumado a factores sistémicos externos como el bullying, la violencia y los abusos sexuales nos devuelven al presente de cada joven.
En una seguidilla de capítulos intensos, incómodos y por momentos sumamente violentos, la serie muestra una realidad que pide a gritos atención urgente. Con todo, la producción pone sobre la mesa la incapacidad del sistema educativo para acompañar los procesos adolescentes, lo vulnerable que resultan los mecanismos de abordaje de las adicciones y el sufrimiento encadenado que producen las exigencias sociales sobre las familias e individuos. Sin embargo, y sin desmerecer la necesidad de demostrar una realidad punzante, la serie no se anima (aún) a sugerir algún principio de posible solución a este cúmulo de padecimientos.
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Lo que el movimiento feminista viene proponiendo hace años, educación sexual integral, información sobre consumo de sustancias, educación para romper con estructuras heteropatriarcales, en fin educación y acompañamiento desde la comprensión y el crecimiento recíproco y no desde la soberbia de la adultez.
No podemos dejar de lado que, si bien la serie ha sido catalogada para mayores de 16 años, lo cierto es que ha causado furor entre les adolescentes y es allí donde cabe hacer foco. Porque puede resultar muy liberador para muches de elles ver sus angustias y problemas reflejados en otres, pero el mensaje fatalista o sin salida puede no ser lo más recomendado para jóvenes en etapa de absoluta formación. Es ahí donde cabe pensar en esta serie como una posible herramienta educativa o familiar para abordar ciertas temáticas, pero como disparador de constructos que busquen una salida colectiva. Porque el reconocimiento de las problemáticas es el primer paso, pero jamás resultará suficiente de manera aislada.