Claudia no se siente bien, no está transitando la maternidad de ideales rosas. Claudia no está vestida por regalos y felicitaciones, ni siente la "bendición" de haber tenido un bebé. Claudia se mira las cicatrices, tiene molestias, dolores, está cansada y preocupada. Claudia no puede decir mucho. Le preocupa el mango, poder pagar lo que necesita el bebé, sentirse sola. No puede. Le pide a su compañero que se quede, que necesita estar acompañada y poder descansar, pero él no la escucha. El pediatra le dice que su leche no es buena, que su bebé no engorda y ella se siente mala madre. Con un cuerpo dolorido por las intervenciones médicas, mutado, cambiado, alterado, del cual seguramente precisa apropiarse de algún modo, la falta de registro sobre lo que le pasa queda a la vista: nadie hace lugar para ver si está bien o indagar qué le pasa. Parece que eso no entra en la experiencia de la maternidad.
La contestación de que disfrute o que ya se le va a pasar, la asunción de que ella está feliz la expulsa, la deja sola, encerrada aún estando con otres. Esta es la manera concreta en que los estereotipos recortan de forma violenta las prácticas y las vivencias: "así se ve". Las ideas y los dichos, no son inocuos, sino que se materializan en ejercicios concretos que afectan la vida y la salud de las personas. Fuera de lo que puedan llegar a escuchar de Claudia, le dicen “disfrutá”, con un tono mágico de película. Ella se mira la panza con una cicatriz que le duele y llora angustiada.
Claudia es la protagonista de uno de los capítulos de la miniserie argentina No sé cómo volver, dirigida por Silvina Estévez y disponible en Cine.ar Play. Relata en cuatro capítulos las historias de cuatro mujeres que transitan el puerperio de diferentes maneras. Aparece la palabra puerperio como localizadora de un tiempo específico en el que pasan diferentes cosas luego de un parto. En uno de esos episodios se cuenta la historia de Claudia. Desde el comienzo, resulta insoportable ver lo que le sucede: cómo los tiempos singulares, los duelos, los afectos no tan propagandísticos quedan de lado. Verla a Claudia deprimida, invita a hablar de la depresión posparto, vivencia no visibilizada dentro de las mapaternidades.
Salud mental perinatal
El Día de la Salud Mental Materna se conmemora el primer miércoles de mayo desde el año 2016. La salud mental materna o perinatal se entiende, según comparte la ONG Materna, como aquellos procesos psíquicos que suceden desde el embarazo, parto y posparto hasta aproximadamente los dos primeros años de vida de les hijes; como también los estadios preconcepcionales y tratamientos de reproducción humana asistida. A nivel mundial, la depresión posparto tiene una incidencia de un 10 a un 20 por ciento, según estadísticas de la Sociedad Argentina de Pediatría, porcentaje que se agudiza según las situaciones socioeconómicas, donde empeora con la pobreza, la desnutrición y la calidad educativa.
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Este día se utiliza para visibilizar las problemáticas que quedan enmascaradas por el estereotipo de la maternidad feliz y de la fantasía del “instinto maternal” con el cual se supone que una madre sabe qué debe hacer y, activado este chip, el puerperio será un curso generalizado y conocido para ella. La bendición, la alegría, el ideal de familia, los regalos, los saludos en el hospital, la habitación bonita para le bebé, esta construcción que no deja de ser hetero-cis-patriarcal, blanca y de clase media como en las publicidades vacacionales o de medicina prepaga, opera permanentemente durante el tránsito en estos procesos.
Los sesgos machistas también se ponen en juego en la atención médica y en la investigación científica. La epistemología feminista nos permite estar al tanto de esto y desarmar esos constructos. Muchas veces la bibliografía específica sobre el tema suele enfatizar el impacto que la depresión puede tener para el bebé y el padre (asumiendo nuevamente familia hetero-cis), pero también quitando el foco de lo que la persona gestante transita y su particularidad. Se vuelve a centrar en la funcionalidad de que quien acaba de parir se comporte según los parámetros normativos, es decir, que coincida con el estereotipo de la maternidad feliz y con las exigencias corporales y psíquicas de un sistema que empuja constantemente al encuentro con ideales imposibles de alcanzar. Que vuelva a trabajar, que vuelva a la vida de antes, que vuelva el cuerpo que tenía previo al embarazo. Tal vez esto no implique volver a un estadío anterior, sino poder construir un volver desde otro lugar. Con la cercanía al Día de les trabajadores, no podemos dejar de lado tampoco que las tareas de cuidado son trabajo en sí y generalmente no es reconocido ni remunerado.
Puerperios (en plural)
Los puerperios son diferentes. No hay puerperios iguales, pues no hay condiciones de mapaternidad iguales. No es lo mismo contar con personas afectivas que acompañen o transitar un puerperio en pareja conviviente que tener que llevarlo a cabo como única persona a cargo del bebé. No es lo mismo el primer embarazo que el cuarto o quinto. Y es importante situar también que hay puerperios donde no hay bebés: duelos perinatales que suceden a la vez del puerperio, otra dimensión que queda solapada. Por tanto, si no hay bebé, queda invisible la profunda particularidad de lo que les toca transitar a estas personas con capacidad de gestar. Hay puerperios de embarazos no buscados o no deseados que no son lo mismo. Hay puerperios de embarazos productos de violaciones, de abusos, de incestos. Hay puerperios de embarazos que continuaron por intentos de abortos fallidos. Hay puerperios con diagnósticos a les bebés, hay puerperios que suceden en las salas de Neonatología de cuidados intensivos. Los puerperios son singulares. ¿Cómo poder atender a una demanda que es tan variada?
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Hay un cuerpo que no es el mismo, que es preciso reacomodar. El cuerpo no es sólo un conjunto de células vivientes, no alcanza con tenerlo para hacerse de un cuerpo. Hay duelos a hacer: del cuerpo anterior al embarazo, de la familia como era antes, de los tiempos propios, de la propia imagen, de la panza del embarazo, incluso tal vez de un embarazo que se interrumpió, espontánea o voluntariamente, o de un bebé que no nació o que murió al nacer. ¿Cómo poder armar algo en este lío? ¿Cómo poder facilitar herramientas, palabras, acompañamientos que permitan armar red para ver qué puede armar cada persona?
¿Cuándo es patológico? ¿Cuándo consultar?
Son variadas las manifestaciones del malestar en embarazo, parto y puerperio. Los sentimientos de culpa, el enojo por las exigencias y la incomprensión, la condena familiar, los efectos psíquicos del estereotipo de “buena/mala madre”, la vergüenza, el desconocimiento propio o de la propia imagen, la preocupación por el vínculo con el bebé, el curso de un duelo, el reacomodamiento de roles familiares o de pareja, las modificaciones en la rutina, en la casa, en la economía. Poder poner en palabras, y que haya lugar para hacerlo, así como socializar el padecimiento, los círculos de crianza o la función de doulas, por ejemplo, permite a la persona en puerperio sentirse acompañada y sabiendo que no es algo que le pasa a una misma nada más.
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En salud mental es necesario preguntar cómo acompañar. Cómo escuchar a personas que pueden sufrir una crisis luego de los partos, depresión posparto y duelos perinatales, tanto antes como después de los partos. Cómo poder refinar la localización de las instancias en las que se ejerce violencia o en las que se desatiende la lectura sobre las necesidades de las personas que transitan un embarazo, parto y puerperio. Cómo poder ubicar en qué momentos o recorridos singulares es necesario otro acompañamiento específico. Y en este sentido, cómo poder sistematizar regulaciones o guías que permitan detectar y atender estos puntos.
Esta dimensión tiene que ver no sólo con los espacios privados de atención en salud mental (léase los espacios donde psicoanalistas atendemos a nuestres pacientes en consultorio porque su demanda les trae a consultarnos), sino también a la atención en instituciones que intervienen en los procesos perinatales como pueden ser: centros de salud, consultorías barriales, dispositivos comunitarios de atención a familias y seguimiento de embarazos, doulas, grupos donde se dictan cursos de parto o crianza, hospitales públicos y privados, servicios de diagnóstico e imágenes, como así también, la variedad de profesionales a quienes puede consultar una persona gestante o puérpera.
Haciendo énfasis en la atención hospitalaria (espacio de por sí intervenido por poderes económicos, patriarcales y propios de la institución que maneja ritmos especiales), el aumento de la cantidad de cesáreas como la violencia obstétrica nos han señalado puntos de encuentro e intersección claros entre la salud mental y el género. Hay cuestiones que quedan invisibles y que empiezan a ser notadas y atendidas por profesionales y centros de salud.
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El impacto de no tener leyes que regulen los tiempos de atención y crianza luego del parto, que organicen de una manera diversa y equitativa para las figuras cuidadoras, recae sobre las subjetividades y el psiquismo de personas que estén cursando puerperios o duelos perinatales, como así también, en las familias. Elles son quienes compensan y pagan psíquicamente la falta de marcos regulatorios que permitan transitar estos procesos con el tiempo y los recursos necesarios.
Las licencias con tiempos dispares, la precariedad de quienes no tienen salario, sino que trabajan de manera autónoma e independiente, quienes duelan una pérdida perinatal antes o después del parto y por ello no pueden trabajar, quienes no cuentan con condiciones materiales para comparar leche de fórmula o quienes transitan una maternidad no deseada. ¿Hasta dónde la depresión es algo propiamente psíquico?
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Por eso es que quienes trabajamos en salud mental entendemos que lo psíquico no es lo “individual” sino que la subjetividad se ve atravesada por todas estas configuraciones. La culpa, la vergüenza, el desconocimiento propio o de la propia imagen, la hostilidad, el enojo, la impotencia, la preocupación por el vínculo con el bebé, o el curso de un duelo, el reacomodamiento de roles familiares o de pareja, las modificaciones en la rutina, en la casa, en la economía, pueden ser parte. ¿Cómo poder poner en palabras algo de esto cuando el ideal y las presiones familiares, sociales, discursivas son tan fuertes? ¿Cuándo el estereotipo tapona oídos? ¿Cómo abrir márgenes donde sea posible decir lo tabú?
Salud mental transfeminista: ¿y los puerperios no binarios?
En este día no podemos dejar de considerar que no sólo las mujeres cis tienen capacidad de gestar, sino también los varones trans y las personas no binarias. Es importante prestar atención permanentemente a cómo la dimensión del género se juega en los diferentes ámbitos de la salud. Podríamos proponer que sea el Día de la salud xaterna, o el Día salud mental de las personas con capacidad de gestar, o de la Día de la salud mental durante el puerperio, o Día de la salud mental puérpera. No es menor que empiecen a ser más nombradas y, por tanto más visibles, los tránsitos no binarios durante los embarazos, partos y puerperios. Esto también implica una atención integral de la salud y un respeto por los derechos humanos y derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos.
Poder visibilizar que la maternidad no es siempre feliz ni deseada ni planificada ni cis, abre el panorama para ver y atender de mejor manera otras vivencias y tránsitos. Y no sólo eso, sino acotar violencias y padecimientos. Si no se piensa, por ejemplo, que una persona puede no estar contenta por la llegada de su bebé, ¿cómo se puede llegar a detectar la depresión posparto? Si no se contempla que hay varones trans que paren, ¿cómo brindar una atención integral y atenta a la singularidad de lo que puede llegar a necesitar? Recién ahí podemos empezar a pensar de qué manera dar soporte, construir red, acompañar a estas madres y xadres que tal vez precisan atención de otro tipo en este tránsito, dadas las particularidades de su parto y pensando en la depresión posterior.
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Visibilizar estas cuestiones, como lo proponen fechas como estas, propicia empezar a hablar y a poner palabras a estos procesos. Como sucedió con el feminismo, y “gracias al feminismo”, hay algo de poder escucharse une y localizar en la historia propia o de otres, que permite armar red y también desarticular mecanismos sociales, políticos y económicos que habilitan ciertos padecimientos.
A Claudia no la ayudó que la presionen o que la exijan. A Claudia la ayudó hablar y ser escuchada por alguien que pudo alojar eso. En el único momento, tarde, en que se le preguntó qué le pasaba, ella pudo decir algo. Y ahí apareció alguien que brindó una manera posible para transitar lo que le pasaba. La salud es también con otres.
Imágenes: Fotogramas de la serie No sé como volver