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El acceso a la salud para las personas gordas será integral y accesible o no será

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Ocho de cada 10 personas gordas afirma haber sufrido discriminación en los consultorios médicos y siete de cada 10 califica la atención como “regular” o “mala”, según el Informe preliminar de acceso a la salud de las personas gordas que realizó La sublevada. Números que no nos sorprenden, pero que son el fiel reflejo de la violencia sistemática que ejerce el modelo hegemónico de salud hacia nuestros cuerpos simplemente por tener grasa corporal.

Ahora bien, ¿qué consideramos salud? Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), "es el completo estado de bienestar físico, mental y social, y no la mera ausencia de enfermedad". Esto quiere decir que estar sanes no implica solamente no estar enfermes o que no nos duela nada, sino también sentirnos bien, disfrutar de un nivel de vida que nos permita tener acceso a la educación, a una vivienda digna, una alimentación adecuada y a la asistencia para el cuidado de la salud.

Si nuestra salud está afectada por factores biológicos y genéticos, por el ambiente en el que vivimos, por nuestro estilo de vida, nuestros comportamientos y costumbres y por nuestras posibilidades de acceder a los servicios de salud, entonces, ¿por qué cuando vamos a atendernos por una dolencia, si nuestros cuerpos se corren un poco de la media, ya nos mandan a bajar de peso? ¿Por qué no hacen lo mismo con los cuerpos delgados? 


Hay una cuestión histórica en la construcción de los estereotipos alrededor de la gordura que tiene que ver con la individualización: hacernos sentir culpables de que estamos así por decisión personal: “el gordo es gordo porque quiere, porque sino haría algo para cambiarlo”. ¿Por qué deberíamos cambiar? ¿Por qué usan nuestra grasa corporal como justificación de la vulneración de un derecho? Se habla mucho de “la fuerza de voluntad” para adelgazar y de los (malos) hábitos que tenemos, que son leídos como “dejadez” por parte de las personas gordas. Con esto, lo único que lograron fue despolitizar nuestra grasa, haciéndonos creer que había una culpa individual, sacándola del contexto social de un cis-tema funcional no sólo al gordoodio, sino a la industria del fitness y de las dietas, que se basan en modelos imposibles, donde lo único que logran es lucrar con nuestras inseguridades y con un sólo objetivo: volvernos magros.


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Y en este proceso, de repente tenemos a une nutricioniste a favor de no desayunar para no ingerir grasas de más o obligándonos a contar calorías 24 x 7: ¿Qué vínculo nos enseñan a tener con la comida? O peor aún, recomendando una cirugía bariátrica como si fuera un medicamento, ¿entienden que nos mandan a mutilar nuestros estómagos? 

Hablar de gordura y de nuestras vivencias es colectivizar una lucha, que pasa a ser reconocida como real y que deja de ser un problema de un sujeto, para pensarnos como un colectivo al que el acceso a la salud integral se le ha vulnerado históricamente.

No patologizarás

El pasado 10 de Junio se presentó en el Congreso junto a la diputada Mónica Macha el proyecto de Ley de “Capacitación obligatoria a los efectores de salud para garantizar el acceso integral a las personas gordas” con el objetivo de desarrollar un modelo de atención despatologizante con equipos de salud formados con perspectiva de diversidad corporal, además de asegurar el respeto y la no discriminación de las personas gordas por parte del sistema de salud, protegiéndolas de toda forma de violencia institucional. 



Hoy en día, cuando vamos a un consultorio médico, como la gordura es leída como “algo malo”, generalmente la primera respuesta que tenemos es “bajar de peso”, propia de la mirada peso-centrista de la salud. Salimos frustrades y sin un diagnóstico integral, lo cual para las próximas veces es probable que posterguemos la visita o directamente no concurramos.

Si analizamos esto desde una perspectiva focaultiana, las personas gordas nos encontramos sometidas a una relación de poder paciente-medique, una especie de “saber -poder”, propio de nuestra sociedad donde nos corrigen y controlan para llevar nuestras conductas a una normalidad impuesta. En este caso sería la delgadez que funciona como un dispositivo de control hacia nuestros cuerpos, productos de un neoliberalismo, donde las personas gordas funcionamos como la desobediencia.


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De acuerdo a los datos recabados en el informe preliminar, un 33 por ciento de las personas refieren haberse atendido en consultorios privados por elección basándose en recomendaciones o en búsqueda de profesionales no peso-centristas. Y celebro muchísimo que, de a poco, existan profesionales que vean en nosotres una persona con historia clínica y social, aunque no deja de ser un privilegio de algunes. Una persona gorda, que además cuenta con ingresos informales, sin una obra social y con dificultades para llegar a fin de mes, no va a poder elegir con quién atenderse. Es más, hasta es probable que con algo de suerte llegue al sistema público de salud sin detectar las violencias ejercidas. Por lo tanto, nos encontramos con un grupo de la población atravesado por una doble exclusión: por gorde y por pobre. 


 
 
 
 
 
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En este contexto, el 11 de Junio, en La Vuelta, casa cultural transfeminista de Nuevo Encuentro, se llevó a cabo una jornada de acceso a la salud integral, en donde las personas gordas podían concurrir a atenderse gratis con diferentes profesionales no peso-centristas. Además, hubo charlas sobre gordoodio, salud mental, gestión menstrual y sexualidad, y una feria informativa a cargo de Any Body, Bellamente, Nutriciosa y Colectiva Andina. Generar estos espacios de micropolítica es importante, no sólo para habilitar un espacio seguro, sino para encontranos entre otres gordes y sentir un poco de alivio en este mundo gordoodiante. 

Desde la militancia gorda, gritamos con furia: ¡Basta de patologización! Queremos que se hable de nuestra salud de manera integral: física, social y mental. El índice de masa corporal tiene que dejar de ser utilizado de forma arbitraria para detectar salud o enfermedad. No queremos más violencia médica en los consultorios: los comentarios sobre nuestros cuerpos afectan nuestra salud mental y nos hicieron mucho más daño que nuestros posibles “malos hábitos”. Y si todavía existen personas que no empatizan ni son interpeladas por toda nuestra historia social y política, es porque gordo tienen el odio. 




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