Como persona trans masculina no binaria siempre crecí sin referentes, con el mensaje único de que quienes gestan, paren y amamantan son las mujeres cis. Pero el sueño de toda mi vida siempre ha sido gestar, parir, amamantar y criar a mi propia criatura, siendo quien soy, Rubén.
Tras un camino complicado de obstáculos burocráticos y sociales, y a la vez precioso por lo que estaba viviendo, pude cumplir mi sueño. Gesté y parí a mi hije, Luar, quien, al día de hoy, tiene un añito.
También le amamanté. No me he operado del pecho porque quería vivir la experiencia de la lactancia, y así fue.
El 1 de mayo del 2021 nació Luar, rodeade de amor, tras un parto intenso y largo. Y mucha mucha emoción a flor de piel. Nada más nacer, piel con piel. Indescriptible sensación.
Yo había hecho cursos sobre lactancia, me había informado mucho, quería que todo fuese lo mejor posible. Pero enseguida me di cuenta de que la información no lo era todo.
Primeros agarres y ya se instauró el dolor, aparecieron las grietas, y amamantar era cada vez más complicado. En el propio hospital (privado) no supieron decirme mucho, me dieron una crema llamada Purelan y con eso, se suponía, que se curarían las heridas. Qué rabia, ¿cúanto más tendremos que esperar para que haya personal de salud actualizado, o para que la figura de IBCLC (Consultore Internacional de Lactancia) sea parte del equipo médico tras el nacimiento?
Pasados unos días todo seguía igual, así que me puse en contacto con una IBCLC expertísima, que divulga en redes sociales y además ha escrito tres libros: Alba Padró.
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Ella en Barcelona y yo en Madrid. Me atendió a distancia, me explicó qué posiciones utilizar para que no hubiera dolor, y, tras un par de fotos, me contó que en mi caso sería muy difícil conseguir una lactancia natural exclusiva por tener pecho hipoplásico. Era la primera vez que escuchaba eso. ¿Por qué nadie me lo había contado antes? Además, esto no tenía nada que ver con ser una persona trans, ni con haber estado en testosterona. Es una condición que se puede dar en cualquier persona.
Empecé a suplementar con fórmula a Luar desde su primera semana de vida, lo hacía con la jeringa y la sonda al pezón, así a la vez podía seguir estimulando el pecho y succionaba también leche de la teta.
Luego llegaron los galactogogos (medicamentos que actúan aumentando la producción de leche), la estimulación constante y el relactador. Intentaba que, a la vez que Luar se alimentaba de teta y fórmula, no cesase la estimulación para que la producción crezca. Sin mucho éxito, pero al menos se mantenía.
La vida seguía ocurriendo fuera, fuera de mi criatura y la teta, pero yo no podía amamantar en cualquier lugar por inseguridad. Si tristemente ya hay incidentes con mujeres cis que amamantan en público, no quería ni podía probar qué pasaría si una persona trans masculina sacaba la teta para amamantar en cualquier banquito de la calle. Así que medía cada minuto para saber cuándo teníamos que estar de vuelta en casa. Quizá podíamos pasar fuera una hora u hora y media.
Los momentos de teta, una vez que el dolor había disminuido y era casi inexistente, eran preciosos, placenteros. Se paraba el reloj y solo existíamos elle y yo. Fue tan bonito vivirlo que no me arrepiento ni me planteo haberme operado el pecho antes.
Me empeñé en no utilizar biberón en el primer mes, para evitar la confusión tetina-pezón y que Luar siguiera prefiriendo comer de la teta. Justo cuando cumplió un mes lo introduje por varios motivos. Uno de ellos fue la necesidad de un poco de espacio, de libertad, de poder salir a la calle con la opción de hacer un biberón si Luar tenía hambre y no tener que volver corriendo a casa. Y pasó lo que temía: elle empezó a preferir biberón, porque obtenía más alimento con menos esfuerzo. Y así el biberón pasó a ser un gran aliado, no sin antes transitar, o iniciar, el duelo por la lactancia natural exclusiva que quería y no pudo ser.
También estuve un tiempo utilizando sacaleches, me extraía todo lo que podía al día, y lo iba guardando para dárselo en el siguiente biberón. Empezó a no querer engancharse a la teta de día y solo querer de noche, así que por el día tomaba bibis de leche natural y de fórmula, y por la noche solo teta.
He de decir que la utilización del relactador y el sacaleches, lo viví más como una tortura que con placer o gusto. Aun así, estaba feliz de poder continuar usando la teta para alimentar a mi bebé, y de luchar y hacer todo lo que estaba en mi mano para que así fuera.
Llegó el momento en que me planteé el destete, porque había pasado por dos mastitis con fiebre y mucho dolor y no quería otra más. Así que, como también quise reanudar mi tratamiento hormonal con testosterona, visité a mi endocrino, al cual le conté lo que quería hacer. En muchas ocasiones somos las personas trans quienes enseñamos y brindamos la información a les profesionales de la salud porque no saben de nuestras realidades. Fue así que le mostré que no era riesgo para la criatura, avalado por e-lactancia (web que muestra compatibilidades con la lactancia).
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Efectivamente, hizo un par de comprobaciones y vía libre. Empecé de nuevo a hormonarme con testosterona inyectada a la vez que seguía amamantando a mi criatura cuando quería engancharse a la teta, sobre todo de noche.
Pude dejar de usar el sacaleches sin miedo a otra mastitis, pues la testo me estaba ayudando a reducir la producción. Y así disfrutamos del final, hasta que un día decidí no volver a ofrecer más.
Nuestra lactancia fue mixta desde el inicio, y así continuó hasta los ocho meses. Solo cuando me amigué con ella pude realmente disfrutarla y entendí que la teta era mucho más que alimento.