Del 22 al 26 de agosto se llevará a cabo la semana de la ESI en las escuelas públicas y privadas de la provincia de Buenos Aires. Generalmente, desde diferentes organismos gubernamentales, sugieren abordajes conforme a diversos ejes temáticos: intimidad, género, familia, vínculos sexoafectivos y estereotipos. Pero ¿qué lugar ocupará el placer en las planificaciones y actividades?
A continuación compartimos las reflexiones y tensiones que propone Solana Camaño, coordinadora de la Escuela Feminacida, en la apertura de la semana de la Educación Sexual Integral.
Abro el buzón de ESI de quinto año de una escuela privada de CABA. Miro los bollos de papel. Pienso en lo paradójico de que 30 pelotitas de hojas arrugadas y anónimas tengan más profundidad que las lisas, prolijas y con nombres al costado que recibo semana a semana. Ahí, en los pliegues de lo que no lleva firma, en la caligrafía que no respeta renglones ni márgenes se cifra mucho de lo que mis estudiantes son, desean o preguntan.
Son diversas las dudas, pero me detengo en algunas puntuales. “¿Cómo es un orgasmo en las mujeres?”, “¿Dónde está el punto G en los varones?”, “¿Por qué las mujeres se masturban menos?”, “¿Cómo tener vínculos sanos?”. Busco un juego de cartas con algunas de estas preguntas y muchas otras divididas por temáticas y colores. También un librito con las respuestas. La propuesta didáctica me da seguridad: hacer circular la palabra, promover el intercambio, romper con la clase estereotípica de ESI explicando cómo funciona el cuerpo humano mientras les pibis copian.
Pero cuando vuelvo a casa después de la clase una sensación rebota entre pisos y paredes. ¿Por qué, dentro del amplio abanico que es la ESI, hablar de placer en el aula me genera más incomodidad?
Soy parte de esa generación que tuvo una educación sexual reduccionista, escueta, estrictamente alertadora de “riesgos”. Con la profundización de la implementación de la ESI, los últimos años ese paradigma comenzó a resquebrajarse y la dimensión integral empezó a pisar más fuerte en las instituciones educativas. También la formación en esa mirada, porque les docentes sabemos que la enseñanza no puede nacer de preconceptos basados en nuestras propias trayectorias escolares, pero tampoco podemos obviar cómo esas vivencias nos marcaron e influyeron hasta el día de hoy.
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Sin embargo, en los espacios de formación sobre cómo implementar la ESI suele haber un desfasaje grande entre las herramientas didácticas pensadas para prevenir “problemas” y aquellas que abordan la sexualidad desde una dimensión de placer.
No parece extraño si nos detenemos en algo que ya escribí varias veces en el newsletter de Feminacida: en la educación se depositan todas las esperanzas de cambios sociales. ¿Estamos dañando constantemente al planeta? Educación ambiental para evitarlo. ¿Les pibis no saben administrarse? Educación financiera contra todos los males.
La educación sexual a veces está cortada con la misma tijera, con manuales para que les estudiantes no contraigan infecciones de transmisión sexual, no cursen embarazos no intencionales, no reproduzcan violencias en sus vínculos, no, no, no.
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Se trata de preocupaciones válidas, pero resulta que la sexualidad también es el terreno de la potencia, de la alegría y de la angustia, de lo que vacila, de lo imprevisible. El territorio del “goce”, pero no como sinónimo de disfrute -tan comúnmente extendido hoy- sino en términos lacanianos: el goce es lo intramitable en el sujeto, lo que se le presenta como algo extraño, la experiencia misma del sinsentido, el placer-displacer. Y acá es donde cobra volumen la falta de herramientas cuando se hace de todo esto un asunto didáctico: ¿cómo se “enseña” lo que se resiste a ser simbolizado?
Tal vez lo más incómodo de abordar el goce y el deseo en las aulas sea esa falta de garantías de tener una respuesta para todo. Una idea difícil de procesar en la escuela, creadora constante de dispositivos para tapar agujeros y normalizar el caos.
Los bollos de papel son el contrapunto de ese intento por saberlo y ordenarlo todo. La descripción gráfica de lo que irrumpe y titubea, la letra sin tapujos de quienes dan cuenta de que el placer tiene mucho más que ver con lo que se niega a ser capturado, respondido, etiquetado.
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Foto de portada: Miela Sol PH