En 2005 Maricé Silva tomó una decisión muy importante para su vida. Quizás la más importante. Terminar con una relación violenta de años no debe ser fácil y, menos aún, si el violento es el padre de su hija, con quién quedará vinculada por el resto de sus días.
Después de muchas idas y vueltas, después de muchas denuncias y momentos de extrema violencia, llegó el fin de la relación. Sin embargo, en los tiempos que acontecen, no todas las mujeres tienen las herramientas o el acompañamiento necesario que las ayude a salir de esas situaciones.
Pero esta es la historia de Maricé Silva, una abogada de 65 años que, pese a las situaciones de violencia que atravesó en su vida, resignificó ese dolor para transformarlo en amor, dedicación, acompañamiento y contención a otras mujeres víctimas de violencia de género, a través del Grupo Sobrevivir, el cual coordina hace 11 años de forma ininterrumpida en la Facultad de Derecho de Lomas de Zamora.
Su infancia y adolescencia no la sitúa en un lugar determinado, pero hace más de 30 años se estableció en Pilar, zona norte de la provincia de Buenos Aires, donde disfruta del patio de su casa, la vida al aire libre y, en especial, de las rosas, sus plantas preferidas. Además de ejercer como profesional del derecho, disfruta de pasar tiempo con sus tres hijes y sus nueve nietes.
También le gusta acampar y según comentó solía hacerlo con su hija y las amigas de su hija, con quienes en momentos de charlas debatían ideas, pensamientos y experiencias, como lo hace semanalmente en el grupo.
Del otro lado del teléfono, suena una voz muy suave pero con una seguridad muy particular. Parece la voz de una persona firme y decidida, pero las apariencias muchas veces esconden sentimientos de los más profundos: “En algunas ocasiones detrás de una mujer fuerte se esconde una mujer totalmente necesitada de amor y eso no hay que perderlo de vista”, aseguró Maricé.
La historia de ella está marcada por la violencia, el abandono y la desprotección, pero también por el amor. A quienes se le consulta por el rol de Maricé en el Grupo Sobrevivir, la primera palabra que les surge es: “amor” y ella destaca que no es raro vincular ese concepto con el de “violencias”, ya que durante los procesos violentos que atraviesan las víctimas, es, justamente, la falta de amor lo que hace que las mujeres soporten “semejante flagelo”.
Para saber un poco sobre cómo transformó ese dolor en ayuda, hay que viajar algunos años atrás y conocer quién era Maricé antes del 2005.
Criada en el seno de una familia atravesada por los discursos que habitaban los años 70, donde educar era igual a golpear, Maricé es la segunda hija de ocho hermanos.
Dicen que los padres marcan el rumbo de nuestras futuras historias de amor y Maricé también lo considera así, incluso sus primeros recuerdos de violencia la llevan a su niñez: “Que mi papá nos pegara con el cinto, para nosotros era natural, era la forma de educar de esa época”.
Bajo ese concepto de “amor”, a lo largo de su vida, pasó por varios momentos de violencia que inician con el abandono por parte del papá de sus dos primeros hijos, quien decidió no hacerse cargo de su rol, cuando sus hijos eran muy pequeños.
Mientras aprendía a convivir con una herida causada por el abandono, Maricé se dio lugar a comenzar una nueva historia con quien sería el padre de su tercera y última hija, y a quien terminaría denunciado por violencia en 1998.
Pasaron 24 años desde ese momento y, sin embargo, ella considera que todavía se encuentra en un proceso de superación y aprendizaje. Que muchas mujeres, que atravesaron y atraviesan violencia de género y familiar, también lo están: “Todo lo que yo logré después de mi primera denuncia, aunque quizás en ese momento no era consciente, fue parte de mi proceso y aún sigo en ese camino. Es un proceso que no termina nunca. Yo sigo creciendo día a día, en el intercambio con el otro, en las vivencias y aportes de los demás”.
En tan importante decisión, el rol de la justicia y sus posibilidades a la hora de denunciar no pasaron desapercibidas. Pensar en un sistema judicial de hace 24 años atrás, nos permite imaginar, no solo la falta de perspectiva de género, sino también de dispositivos o leyes que acompañen a las víctimas: “Cuando decidí hacer mi denuncia, llena de dudas, de miedos e incertidumbres, tuve que hacer 25 kilómetros, de Pilar a Martínez, hasta una comisaría de la mujer”.
Violencias y vulneración de derechos: ¿Dónde pedir ayuda o acompañamiento?
En ese lugar, los oficiales que la recibieron le comentaron de la existencia de un grupo de ayuda para mujeres que se encontraran atravesando una situación de violencia. Fue en ese momento cuando ingresó por primera vez a un grupo de contención, que la impulsó a repensar sus vínculos y hasta el interés de conformar otro espacio similar para mujeres en situaciones de violencia.
Participó durante dos años de ese grupo que, como consecuencia de esa experiencia, junto a la incomprensión que sintió en aquel momento, por parte de la justicia, motivaron sus ganas para comenzar una carrera universitaria que le permitiera acercar el Derecho a quienes más lo necesitan.
Finalmente, en el intento de que su agresor la valore, en 2005 Maricé le puso fin a la relación con el padre de su hija, que por aquel entonces era una nena de 10 años. Creyendo que con esa distancia él recapacitaría y volvería a recuperar su confianza, ella continuó con su decisión que, finalmente, a lo largo de los años la ayudó a comprender la gravedad de la situación, para nunca más volver: “En esas situaciones, podemos tolerar golpes, malos tratos emocionales, situaciones de violencia física, pero no podemos tolerar que la persona que queremos tenga otra pareja”.
Aunque podríamos tomar al 2005 como el año que cambió la vida de Maricé, ella pone el foco en el 2010. Durante ese año logró recibirse como abogada en Lomas de Zamora y a su dolor lo transformó en ayuda, cuando le dio cuerpo al Grupo Sobrevivir, que se abrió a la comunidad en abril del 2011.
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Desde ese momento, el grupo pasó a ser una parte fundamental de sus días, tanto que no concibe su vida sin él: “Podría dejar de hacer cualquier cosa, menos de formar parte del Grupo”.
Además de dedicar gran parte de sus días a la contención y acompañamiento de mujeres, también está muy comprometida con la idea de hacer más efectivo el accionar judicial. Desde su lugar como abogada, solo lleva adelante causas de derecho de familia, según detalló.
En la actualidad, Maricé se considera una persona feliz, que sabe lo que quiere y lo que no quiere para su vida. Pese a su gran lucha por defender los derechos de muchas mujeres y niñes, no se considera una militante feminista porque le gusta pensar en la igualdad de derechos, más allá de los géneros.
Las miradas dentro del Grupo Sobrevivir
Un pilar importante en la conformación del Grupo Sobrevivir fue Alicia Taliercio, jueza del Juzgado de Familia Nº12 de Lomas de Zamora y docente universitaria, quien actuó como nexo conector entre la idea de Maricé y las autoridades de la Facultad, que les abrieron las puertas de la institución, les dieron un espacio físico y dos horas semanales para los encuentros con las demás mujeres.
Conoció a Maricé durante su cátedra de Derecho de Familia, en la Facultad de Derecho de Lomas: “En las clases era una alumna con muchas inquietudes y preguntas. De esa personas que no pasan desapercibidas”.
Cuando logramos romper con el sistema que nos impone formas de relacionarnos y que, por consecuencia, nos indica cómo tenemos que vivir el amor, logramos hacernos de discursos y entornos que dan lugar a los sentimientos y situaciones más profundas que atraviesa una persona. Así también le sucedió a Maricé, durante las clases y los talleres de la doctora Alicia: “Un día, después de una película que vimos en el marco de un cine debate y que trataba tema de violencia familiar, ella dio un testimonio que nos dejó a todos un tanto mudos y acongojados, porque era una vida muy triste la que estaba atravesando”.
Desde ese momento, la jueza recordó que comenzó a notar cambios que se dan, según entiende ella, entre quienes sufren violencia y quienes se encuentran en proceso de superarla: “Al principio siempre están apagadas, sin brillo en los ojos, sin sentido de vida. Poco a poco, empecé a notar en ella una transformación, no solo desde lo psicológico, sino también desde lo físico”.
La Doctora Taliercio explica que Maricé le otorgó una mirada especial al Grupo Sobrevivir, ya que al haber sido víctima de violencia de género ella también sabe comprender cuáles son las necesidades de las mujeres y trabaja para buscar la ayuda adecuada en cada caso.
La dedicación, la calidez y la fuerza que la caracteriza la llevaron, no solo a resignificar su dolor, sino que también la convirtió en un ejemplo para las demás mujeres y hasta en una referenta a copiar. De esa forma lo explica Florencia Cabrera que, después de haber superado la situación que la acercó al grupo en 2018, continúa participando de los encuentros: “Cuando conocí a Maricé y al grupo, me sentí una privilegiada. Me identifiqué mucho con su historia, porque lo que yo quiero es revertir el dolor, en ayuda para las demás mujeres”.