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El fin del amor y el desafío de transgredirlo todo

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“La libertad pura no existe, la libertad se da en un contexto bajo ciertas condiciones y siempre es relativa”

El fin del amor (2022)

Desde la publicación del libro El fin del amor de Tamara Tenenbaum (2019) pasaron tres años, una pandemia y muchas citas virtuales de por medio. El estreno de su serie homónima en Amazon Prime trae un relato que ofrece un recorrido dinámico y dotado de simbologías, que reconstruyen el corazón de la obra literaria de la autora: las formas heteropatriarcales de atravesar el amor.

En la ficción, conversan los valores occidentales con los valores del judaísmo ortodoxo teniendo como base la experiencia personal de Tamara. A través de sus 10 capítulos, y desde la mirada de vida de su protagonista, se exploran contenidos centrales del libro tales como la educación en casa, el distanciamiento de las expectativas tradicionales y la cuestión por un “hacia dónde” genuinamente propio.


Entre lo personal y lo colectivo

Su recorrido no es a solas, ya que se cruzan herramientas propias (como el apoyo materno en flexibilizar ciertas prácticas) con los recursos de sus amigas ajenas al Once. Los diversos mandatos generales sobre la feminidad se dejan ver, conviviendo con los valores del judaísmo que aprendió Tamara y las  contradicciones humanas entre lo que se dice y se hace.

Temas como la posesividad o la responsabilidad afectiva afloran recordando que la deconstrucción y el cuestionamiento conviven siempre en una zona de grises. En ese proceso, Tamara sirve de puente que linkea su experiencia subjetiva, entre su religión, con su vivencia política, en el romanticismo occidental. Así, la relación entre la protagonista y su círculo íntimo funciona a modo de espejo.

Se trata de un personaje que hace una doble transgresión: si acceder a la educación laica, comer panceta y salir con varios varones era una bisagra entre ella y su comunidad, el siguiente escalón pasará a ser desarmar los diversos mecanismos, en comunidad, que dejó la historia de Romeo y Julieta para pensar la vida en pareja. Como cada historia tiene grietas, estas dejan la vía libre para que nuevas formas afloren y la relación dialógica con el afuera está cargada de caos, psicoanálisis y reflejos.


Una habitación propia y la pregunta por el origen

El relato  plasma -desde una mirada íntima y personal- los distintos caminos que toma su protagonista para encontrar su lugar, en un sentido metafórico y literal, mientras ignora hablar de su religión abiertamente y corre entre cerrar columnas radiales y clases en Puan. Es una obra que trata de relecturas, de segundas interpretaciones que ayudan a afinar la mirada sobre lo conocido, cuyo sentido radica en la pregunta por el origen: la familia, los valores aprendidos y el sentido de pertenencia. 

A lo largo de la serie se ve a una Tamara curiosa, inquieta e inconformista, que es sorprendida por diversos elementos de su pasado para zambullirse en él y resignificarlo. Contra toda sugerencia de propios o ajenos, se trata del valor individual por encontrar la comodidad abandonando intelectualizaciones para poner más el cuerpo.  Un elemento clave en este proceso serán las contraprestaciones que implican estar de un lado y del otro de la línea; las miradas, las preguntas, los tonos de voz y las expectativas ajenas que pesan sobre una mientras se intenta amigar con eso. 


La ESI en la ficción

La transgresión en El fin del amor es también hacia el lenguaje y la representación en ficción. La industria del porno y las películas hollywoodenses llevan décadas omitiendo la incorporación del preservativo a sus tramas, espacios donde la mayoría de decisiones quedan a manos de varones. Las audiencias guardan una relación confusa con estos contenidos, muchas veces producidos por guionistas que “dan por sentado que el público va a entender” que lo que se muestra es ficción, pero, lejos de eso, hay una responsabilidad en la construcción de lo que se muestra.

Dos personas se encuentran para tener una cita y al avanzar a un encuentro más íntimo notan que no tienen preservativos a mano. Se alarman, advierten sobre un olvido o un hurto. El fin del amor presenta esta situación con una naturalidad más que sensata.

Otra deuda en los contenidos mainstream es la menstruación: ¿Cómo se la aborda? ¿Desde el respeto o el tabú? ¿Desde la naturaleza o el asco? A lo largo de la serie la sangre irrumpe en más de una oportunidad, tanto dentro del sexo como fuera de él. Hay tampones, copas menstruales y escenas donde la sangre no es un problema para la intimidad compartida.

En este punto es importante recordar que la producción de esta adaptación cuenta con la presencia de mujeres en roles centrales: guión por Tenenbaum y Erika Halvorsen (Pequeña Victoria, Amar después de Amar) quien también es showrunner; producción ejecutiva de Tenenbaum, Lali Espósito y Leticia Dolera; la mitad de la dirección a manos de Leticia Dolera y Constanza Novick.

Está a la vista: ficciones con mujeres en roles de dirección y coordinación aportan una mirada más real, menos estigmatizante, más humana. Pero también más feminista.


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