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¿Qué Mundial queremos este año?

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Este año el Mundial de fútbol tiene su sede en Qatar, un país de cultura islámica. Allí hay políticas que incrementan las prácticas patriarcales y la intolerancia a las personas LGBTIQ+, que habilitan el abuso y la explotación laboral, la prohibición de los derechos de las mujeres, y que prohíben a las minorías el acceso a los derechos civiles. Sin ir más lejos, no es la primera vez que la FIFA elige su sede en países donde se violan los derechos humanos: varios países que fueron sede atravesaron guerras, dictaduras y escenarios de violencia extrema.

¿Cómo pueden convivir las ansias, el festejo y las celebraciones en contextos alarmantes? ¿Qué rol cumple el fútbol en las sociedades? ¿Podemos pensar al fútbol como parte de la esfera socio-política con la intención de visibilizar lo que ocurre en Qatar? ¿Cómo se construyen las masculinidades en este contexto? ¿Las instituciones callan o se manifiestan?

El Informe 2021/22 de Amnistía Internacional detalla que “pese a las reformas gubernamentales, la población trabajadora migrante continuó sufriendo abusos laborales y teniendo dificultades para cambiar de empleo libremente". En este sentido, las restricciones a la libertad de expresión aumentaron en el período previo a la Copa Mundial de la FIFA de 2022. "Las mujeres y las personas LGBTI continuaron sufriendo discriminación en la ley y en la práctica", advierte el análisis del movimiento global.

Hace más de un año, el diario británico The Guardian denunció a través de una investigación periodística que 6500 trabajadores migrantes murieron en Qatar durante la construcción de la infraestructura para adaptar el país al Mundial. Por otra parte, los varones no pueden tener conductas de seducción o instigación a otro varón porque pueden ser penalizados. De hecho, Qatar es uno de los 30 países que puede dar hasta ocho años de prisión por estos motivos, según el informe de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales (ILGA) del publicado en 2020.

Ante este paradigma, la Cancillería Argentina presentó una guía práctica para quienes asistan al Mundial Qatar 2022, donde da recomendaciones a personas LGBTIQ+ y no binaries. Una de ellas, por ejemplo, es que no deben llevar símbolos que den cuenta de la pertenencia al colectivo. A su vez, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo, en conjunto con la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, publicó un manual destinado a periodistas que vayan a cubrir el mundial a lo largo de este año con la intención de garantizar discursos que no promuevan la misoginia, el racismo, la xenofobia y la discriminación a la diversidad sexual.

Los sentidos que imponen las legislaciones de Qatar son por excelencia prácticas que conforman figuras hegemónicas de la sociedad: varones heterosexuales, con poder sobre las mujeres, violentos y capitalizadores de trabajadores explotados. Ante este paradigma, ¿podemos pensar el rol de las masculinidades acá? ¿Cómo convivirán las masculinidades en una sede donde son privilegiados y afectados? ¿Puede ser el fútbol una herramienta para visibilizar?

Varones, paremos la pelota

Sebastián Vidal es ex futbolista y técnico en Gestión Pública y Comunicación. Actualmente se desempeña como secretario de Deportes en el municipio de Avellaneda y milita en la organización popular Venceremos. Entrevistado por Feminacida, comenta que desde los primeros años, cuando las infancias comienzan a jugar en los clubes, reciben discursos que son patriarcales y son naturalizados: “Con compañeros y compañeras concluimos que las divisiones inferiores, más allá de que te van formando en cuestiones físicas, tácticas y técnicas, van formando masculinidades hegemónicas por excelencia. Empieza a haber una elección sobre los que tienen mejores condiciones físicas y aquellos que se fueron formando en términos del patriarcado, del hombre patriarcal”

Fue en mayo de este año que, luego de las denuncias que recibió el jugador Sebastián Villa, el vicepresidente de Boca, Juan Román Riquelme, salió a defenderlo en una entrevista del programa ESPN+ apostando a sus beneficios como jugador. “Desde que hemos tenido la suerte de llegar al club, hace dos años y medio, no tenemos más que palabras de agradecimiento porque lleva 2 años y medio y nunca se ha tirado en la camilla. Después, lo que pasa fuera de la cancha es otro tema, pero es una maravilla tener un jugador que durante dos años y medio no te faltó a un solo entrenamiento”, manifestó.


Podés leer más en: ¿Cuántos goles de violentos vamos a gritar?

El deporte es una práctica de juego, con reglas y participantes, pero atravesado por una cultura que la construye desde la violencia física y simbólica. “Vos vas a un partido y ves la pasión de la gente alentando para ganar, pero después se van todos, quedan once jugadores de cada equipo, y un conjunto de reglas”, comenta Sebastian Vidal.

No podemos negar que el fútbol forma parte de la identidad regional, propio de las sociedades occidentales atravesadas por la cultura del deporte. Sin embargo, hace tiempo y gracias a la visibilidad de los movimientos feministas se viene discutiendo sobre en la cultura del deporte: su misoginia, la violencia, el encubrimiento a abusadores y sus discursos.

Entonces es válido preguntarse: ¿De qué manera se puede transformar el deporte? ¿Cómo podemos expresar la pasión y el deseo de ganar sin caer en discursos y prácticas violentas? En especial, ¿cómo vamos a vivir el deporte en este Mundial enmarcado en un país que avala la censura y el conservadurismo? Sin embargo, la respuesta de la institución es clara. “Por supuesto, FIFA no es la policía del mundo ni es responsable de todo lo que sucede en el mundo”, declaró el  presidente de la máxima autoridad futbolística, Gianni Infantino, en una conferencia de prensa cuando una periodista de la NBC NEWS le preguntó si la institución había tomado acciones sobre la explotación laboral.

Politizar el deporte

Según el doctor en Sociología, Sebastián Gabriel Rosa, el deporte es un gran espacio para pensar las masculinidades y cómo se dan algunas conductas sistemáticas y profundas. Por otro lado, disputar sentidos dentro de las instituciones, los clubes y los grupos de masculinidades se torna difícil. El exjugador Sebastián Vidal aporta que, por mucho tiempo, llevó discusiones políticas en los vestuarios, pero que como consecuencia las instituciones callaban y censuraban: “Te sientan en la mesa del poder, pero vos solo limitate a jugar y nada más”.

Fue en el Mundial anterior, Rusia 2018, donde la Escuela de Capacitación de la AFA dio un curso para dirigentes, técnicos, futbolistas y periodistas para entender el idioma y la cultura rusa. Sorprendente -y no tanto- fue que en el medio del cuadernillo se encontró una guía práctica titulada: “Qué hacer para tener una oportunidad con una chica rusa”. Al día siguiente, un comunicado de prensa por parte de la institución aseguró que fue un error imprevisto y lamentable.

El sociólogo sostiene que se está transformando la cultura del deporte patriarcal con políticas inclusivas, aunque constituye una puja de poder constantemente. “Son aquellas que implementan políticas, pero también miran al costado, o niegan la existencia de abusos sexuales, por ejemplo”, critica. ¿Es posible entonces, pensar el fútbol por fuera de los actos políticos? ¿Cómo disputar los sentidos en paradigmas que son difíciles?

Sin ir más lejos, las lógicas de mercado no tardan en aparecer: la presentación de la camiseta alternativa para la Selección Argentina confeccionada por Adidas con la idea de representar la igualdad de género quedó por fuera de la transformación que se necesita realmente. Si realmente las instituciones reguladoras apostaran al cambio, esa transformación se daría desde la raíz, respondiendo a las demandas de los sectores que hace tiempo vienen disputando los significados del deporte.


 
 
 
 
 
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En el sentido común de la sociedad occidental, se concibe que el deporte y la política van por vías separadas. De hecho, cuando varios deportistas han tomado un posicionamiento político, los medios de comunicación y ciertos sectores que conforman la opinión pública no tardaron en cuestionar a los jugadores comprometidos. Sin embargo, las instituciones que regulan los deportes, en esta ocasión el Mundial, nos permiten pensar otros paradigmas para discutir los contextos geopolíticos que muchas veces no se ponen en discusión. 

Concebir al Mundial como parte de la esfera política, también nos permite visibilizar el lado B de los hechos. En este caso, que el Mundial se juegue en Qatar, permite volver a poner en agenda el contexto cultural que atraviesa la sociedad catarí y la vulneración de derechos. Da cuenta de lo que aún queda por trabajar y transformar.

Vidal asegura que todo va de manera sistemática y transversal: "Qué bueno sería que un jugador se exprese, ni siquiera político partidarias, sino dentro de las discusiones que nos interpelan a las sociedades que estamos en emergencia de cambiar las cosas. No decir nada es una gran decisión también”.

Las representaciones dentro de los equipos de fútbol forman parte del folklore nacional, es por eso que se necesitan jugadores comprometidos. No obstante, los deportes fueron masculinizados por excelencia y funcionan como dispositivos de poder.


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Rafael Crocinelli es comunicador social, investigador y autor de Los cuerpos que no importan, libro donde analiza los discursos y las conductas que se imponen. Un aporte necesario para pensar al deporte como una práctica interdisciplinaria entre el Estado, las escuelas, los clubes y, por sobre todo, las instituciones y sus representantes.

“Los varones no se dan cuenta del privilegio que tienen. Piensan que no son machistas pero la cultura lo es también, es un ida y vuelta. Hay que abordar el fútbol como excusa para repensar la sociedad”, indica el periodista en diálogo con Feminacida. Los medios de comunicación no se quedan atrás de todo esto y el foco por las preocupaciones de ganar el mundial y el cómo se encuentran los jugadores desvían las emergencias que existen en el territorio de Qatar. “Es fundamental hacer y consumir otras prácticas comunicacionales para descontaminar la información” agrega.

Ceder privilegos

La Asociación de Jugadoras de Fútbol Sala reclama hace años un espacio en la FIFA para lograr un Mundial femenino de futsal bajo el lema #WomenPlayFutsalFIFA. La falta de respuesta por parte de la institución se hace lucir prometiendo políticas, pero que aún no se cumplen. En su video de denuncia publicado hace unos días, las jugadoras manifiestan: "En septiembre de 2021 nos dirigimos a la FIFA por el maltrato y abandono público hacia las jugadoras de fútbol sala. Un año después, seguimos sin respuestas oficiales. Mientras que el fútbol sala masculino se prepara para su décimo Mundial, la FIFA sigue sin organizar nuestra primera edición".



Sin embargo, no es el único rechazo que reciben las mujeres en el ámbito del deporte por parte de los varones. La paulatina incorporación de periodistas mujeres da cuenta que sí hay identidades feminizadas que opinan sobre el fútbol, pero fueron negadas por mucho tiempo, y aún lo siguen siendo.

Las resistencias en pos de ocupar un lugar dentro la cultura del deporte se materializan con conquistas poco a poco. Si hablamos de instituciones y compañías, Pantone en conjunto con Stop Homophobia UK diseñaron una bandera con el diseño de la bandera LGBTIQ+ en blanco respetando su estructura, en símbolo de la lucha para que se pueda mostrar.



La discusión en torno a acortar la brecha de género gira en pos de pensar en cómo las masculinidades se han apropiado de los deportes y las han transformado a su manera. El sociólogo Sebastián Gabriel Rosa, que también trabaja en grupos de sensibilidad para masculinidades, opina que, si se piensa otro Mundial posible, debería reflexionarse en cómo las masculinidades van a ceder el privilegio permitiendo que las mujeres y disidencias puedan acceder a estos espacios.

“En mi experiencia trabajando con varones, puedo decir que la primera respuesta es la resistencia. Los cambios están sucediendo, aunque a algunos no les guste. Cómo varones qué hacemos ante eso. No me parece casual, porque la igualdad y la inclusión de la mujer implica mover un status quo que nos saca de los privilegios”, agrega el entrevistado.

Las políticas de inclusión, las nuevas narrativas que surgen en los medios y los espacios que se dan en pos de fomentar la igualdad de género en el deporte son gracias a históricas demandas. En consecuencia, las instituciones necesitan apropiarse de las disputas y generar cambios estructurales. Para eso se necesitan más espacios de género y diversidad, pero por sobre todo, repensar una vez más a las masculinidades. “La historia ya nos demostró que nos necesita a cada uno en su lugar, dando las batallas de esos lugares. Hay que tomar dimensión del poder que tienen los jugadores y utilizarlo como herramienta para la transformación sin miedo, tanto sea acá como en Qatar”, cierra Sebastian Vidal.


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