Diálogos Desobedientes es el newsletter de la Mónica Macha en Feminacida. Cada mes, la diputada conversa con diferentes especialistas y referentes de las luchas feministas. El newsletter es abierto y podes recibirlo simplemente dejando tu nombre y tu mail acá: https://bit.ly/3FU9dU8.
¿Vos también atravesadx por el mundial? Creo que es un tipo de acontecimiento que a todxs nos afecta de alguna manera. ¡Incluso a quienes no nos gusta el fútbol!
Hace unos días nos encontramos con la querida Mónica Santino para hablar sobre fútbol y feminismo, para conocer qué se juega en ese cruce. Mónica es jugadora de fútbol, directora técnica en La Nuestra Futbol Feminista y una gran militante feminista.
Hablamos sobre Qatar, sobre cómo se mercantiliza la pasión, sobre las contradicciones, sobre la construcción de masculinidades y sobre cómo el fútbol también es un campo de transformaciones feministas. ¡Ahí vamos!
Mónica Santino: El mundial puso sobre la mesa montones de discusiones. El fútbol tiene muchos intereses de mercado. Y ahí hay unas tensiones que son mucho más complejas que tratar de definir por blanco o negro, pero lo cierto es que Qatar es un país que no tiene absolutamente nada que ver con el fútbol y que una trama de corrupción lleva a que sea sede. Nos enteramos abiertamente de esa trama de corrupción porque hay alguien despechado, que es Estados Unidos por no haber sido elegido sede. Entonces le tiró todos los cañones judiciales a la FIFA. El mundial está sucediendo en un país que tiene penalizada la homosexualidad, donde se habla de que no puede haber escenas de afecto entre personas del mismo sexo. Y miles y miles de personas que murieron en la construcción de estadios que no son las pirámides, pero que la forma de trabajo se asemeja mucho a eso, a la esclavitud y a la enorme brecha social. El fútbol es todo eso. Incluso acordándonos de nuestro Mundial 78 y de cómo se usa algo que es genuinamente popular, ¿no? Que es un juego que por lo menos desde los feminismos y los transfeminismos, y sobre todo en los últimos años en Argentina, nos ha servido para explicar una cantidad de escenarios para poner en tensión lo que culturalmente se ha considerado durante siglos como masculino y femenino.
Es también un campo de batalla, un campo de resistencia, un campo de luchas. Este deporte se ha transformado en una militancia para los feminismos en Argentina y en otros lugares de la región, para los transfeminismos también. A mí me pasa que vivo una contradicción enorme, gigante, como muchísimas otras cosas en la vida, pero me pasa de sentarme en un taxi para llevar a mi hija al colegio y escuchar por la radio un gol en un amistoso de la selección y me emociona, me emociona que me da para ponerme a llorar.
Mónica Macha: Sí, a mí me parece que en este momento en el que todo ese recorrido y esa pasión están tan a flor de piel es importante para preguntarnos desde el feminismo qué lugares ocupamos, qué queremos hacer. Lo que significa la pasión en el fútbol, pero también en términos de negocio, de corrupción y las contradicciones que produce. Vos traías lo de Qatar y también lo del Mundial 78, y cómo construye una lógica de poder en tanto enciende tantas pasiones y genera tanto interés. Yo estoy muy alejada de lo que significa jugar al fútbol, también como marca de una construcción social de roles, pero me parece todo un desafío que desde el feminismo lo podamos tomar. Para quienes estamos más en la periferia del fútbol ese desafío está más puesto en la posibilidad de dar otros debates. Lo que vengo recibiendo y escuchando mucho es lo que esto significa también en la construcción de masculinidad y de una masculinidad homofóbica, transfóbica, que por supuesto están los cantitos y están los modos de referirse a los otros equipos que tiene esa mezcla de pasión y de violencia.
Entonces me pregunto cómo transitamos esto y cómo poder pensarlo desde un lugar que sea popular, porque el fútbol tiene esta construcción, pero es también un rasgo de identidad popular al que no debemos renunciar ni dejarle a la derecha. Nosotros venimos trabajando con el concepto de interseccionalidad, que articula distintas nociones, por ejemplo, la desigualdad social y la desigualdad de géneros. Y pensaba no solamente en Argentina sino en los distintos equipos del mundo, por ejemplo: cuál es el rol de los migrantes. Pienso en Francia, con estos modos tan racistas que tiene por momentos y, sin embargo, ¿qué pasa con los jugadores migrantes o hijos de migrantes? Hay ahí mucho para pensar y la verdad es que lo que se me ocurre, tal vez, es ese cúmulo de situaciones que son el mejor espejo de nuestras construcciones sociales.
Mónica Santino: Sí, completamente, sabés que el fútbol está invadido por cuestiones de mercado, porque está también mercantilizado ese amor, esa pasión y todo lo que el fútbol representa, pero lo que mueve un montón es la pelota, ¿no? Y todo esto que estamos diciendo y cómo podés generar incluso climas sociales o cuestiones que tienen que ver con las épocas por lo que representa la pelota. Por eso yo recordaba el Mundial 78 en estos días que hablamos tanto de Qatar. El Mundial 78 tuvo boicot de argentinos y argentinas, de exiliados y exiliadas en distintos lugares del mundo. Estábamos atravesando la peor dictadura posible, la parte más oscura y más triste de nuestra historia y hubo un mundial de fútbol ganado legítimamente por una selección que cargó todo el tiempo esa mochila, esa mochila pesada del mundial de los milicos. Y el mundial los milicos lo utilizaron para apagar los gritos de la tortura de los compañeros que estaban nada más que a 15 cuadras de la cancha de River.
Ahora bien, ¿cómo podemos torcer el brazo? Porque de cambiar la construcción del fútbol seguramente le daremos un palazo en la cabeza al patriarcado. Por lo menos es lo que nosotras creemos y venimos insistiendo mucho desde la militancia con el fútbol en territorio. Una piba logra que el compañero varón cuide a los hijos el rato que está jugando a la pelota, hoy que hablamos tanto de las tareas de cuidado. No digo que lo conseguimos de un día para el otro y con solo jugar al fútbol. Pero ahí hay un campo de transformación feminista muy grande. El cuerpo tiene la vivencia de eso que puede hacer a través del fútbol, de juntarse con otras cuando siempre nos enseñaron que si nosotras nos juntábamos algo malo iba a pasar, que somos envidiosas, que somos tan malas y todas esas ideas se dicen desde el machismo sobre nosotras. Que no tenemos cuerpo para jugar, que nuestros cuerpos no sirven para jugar al fútbol, que no aguantan, que no son cuerpos habilidosos. Podemos generar otro lenguaje posible a partir del fútbol y también otra manera de vincularlos.