"Yo soy muy de acá", dice Micaela cuando le preguntan por qué volvió a la Argentina después de un año en el extranjero. Después del triunfo de la Selección Argentina en el Mundial de Qatar 2022, escribe sobre lo que significa ser argentinx, habitar este suelo y sentir propia la felicidad de un pueblo que es más fuerte cuando está en comunidad.
Foto: Victoria Eger
El año pasado viví en Italia por unos cuantos meses. Fue la primera vez que crucé el charquito; no conocía Europa. Nací en el conurbano bonaerense y en mi destino imaginario jamás estuvo el deseo ni la posibilidad de pensarme en otro país —excepto que sean vacaciones—. Las posibilidades son una construcción social, ahora lo sé y entiendo que no es casual que no estuviera en mis planes vivir en el viejo continente.
Acá te dicen que allá hay un mundo mucho mejor, que hay futuro, que vivir en Europa es "otra cosa". Y sí, en parte es verdad. Podés vivir menos ajustado económicamente, con menos inestabilidad, con mayor previsibilidad y otra seguridad. Pero lo que no te cuentan es la historia completa. Nadie te dice cuán complejo es migrar y estar sin los nuestros, lo difícil de sentir que nunca estás del todo adentro. La mirada del otro que te recuerda, cada tanto, que vos no sos de ahí.
Cuando volvimos todos nos preguntaban ¿y por qué volvieron? Y esa pregunta en mi cabeza solo tiene una respuesta: "Yo soy de muy de acá".
Pero, ¿qué significa ser muy de acá? Con el tiempo aprendí que eso significa entender el código y ser parte de ese código como en ningún otro lugar.
Admiro perpleja, con el corazón atónito de la misma droga, la alegría que hoy brota entre las calles. A veces necesitamos una copa del mundo que nos diga que somos los mejores para realmente creerlo —claro, nos bombardean a diario diciéndonos lo opuesto—. Pero, contra todo pronóstico, somos los mejores del mundo, es cierto. Vimos a Messi levantar la copa, un mundial en nuestros pies y entonces lo creemos. Por un rato, no tenemos la menor duda.
Pero ojo, somos los mejores en el fútbol y el mejor país del mundo no porque seamos socialmente superiores; somos el mejor país del mundo porque para nosotros no hay nada como estar entre los nuestros. Y ahí, radica la clave de ser argentino.
El primer mundial de las hijas del fútbol
Ya lo dijo Tagliafico: "cuando estamos juntos somos mucho mejores". Por eso, en el medio de un estadio en la otra punta del mundo lo que valoramos es ese aliento que nos hace sentir cerca, poder hacer ese asado que se hizo costumbre de festejo, recibir de nuevo ese saludo cariñoso en cualquier corner o esquina, o ver las lágrimas de un amigo cuando ve ganar a la Selección Argentina.
Nos vamos realmente campeones cuando podemos bailar nuestras cumbias, disfrutar de la comida en porciones XXXL aunque estemos en una cita con la más linda de todas. Somos mundiales cuando podemos compartir un mate, mirarnos en una canción con nuestros amigos y en complicidad entender que nuestras batallas son bandera, que las Malvinas son argentinas y que no hay nada mejor que estar en casa.