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Din don dan, ya se acerca navidad. Luces intermitentes, villancicos y marketing yanqui invaden la rutina veraniega. Detrás de todo ese cotillón capitalista, hay una historia que la mayoría conoce y que es el verdadero motivo de conmemoración: el nacimiento de Jesús de Nazareth, el Mesías de varias religiones occidentales.
¿De qué manera esta celebración cristiana afecta la llegada al mundo extrauterino de las nuevas generaciones?
La distribución desigual de nacimientos según el día de la semana ya no es casual. Diversos informes estadísticos revelan que el número de partos se incrementa en los días centrales de la semana y disminuye notablemente durante fines de semana y festivos. La cifra de nacimientos registrada en sábados y domingos es sensiblemente menor año tras año, mientras que los nacimientos en días festivos como la Navidad o Año Nuevo son casi inexistentes (principalmente en el sector privado del sistema de salud). Así, cada vez es más extraño e improbable nacer en Navidad.
Este reparto no equitativo de nacimientos tiene diversas causas totalmente alejadas del azar y de la naturaleza. Algunas son la organización de las instituciones de salud, las cesáreas electivas por las mujeres (debido a cuestiones laborales o familiares, por desinformación, para asegurar la atención del médico de confianza, por miedo, convicción, etc.), el exceso de partos provocados farmacológicamente por decisión y conveniencia médica (inducciones innecesarias, intervenciones rutinarias, patologización del proceso, etc.). Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, se induce a tomar estas decisiones de manera coercitiva y no se informa con claridad sobre los riesgos que conllevan estas intervenciones para la persona gestante o para quien va a nacer.
La Organización Mundial de la Salud lleva décadas alertando sobre los riesgos de programar los nacimientos y Argentina excede significativamente las tasas de partos inducidos y cesáreas programadas recomendadas. Son las mujeres y sus bebés quienes asumen los riesgos físicos y psíquicos de dichas intervenciones.
Las consecuencias de una inducción innecesaria influyen directamente en el desarrollo y el resultado del proceso: mayor riesgo de hiperestimulación del útero, ruptura uterina, parto instrumental, hemorragia postparto y cesárea de urgencia, mayor probabilidad de dificultades con la lactancia, depresión y ansiedad postparto, entre otras. Por otro lado, para lxs bebés una inducción supone un mayor riesgo de sufrimiento fetal, hipoxia e ictericia neonatal, nacimientos prematuros, dificultad para respirar, y daños físicos como cortes de bisturí, luxaciones de hombros, entre otros.
Con respecto a la cesárea, hay un mayor riesgo de trombosis, hemorragia, infección, lesiones en otros órganos, histerectomía e incluso muerte materna. Una cesárea también afecta la fertilidad a largo plazo, incluyendo riesgos como una mayor probabilidad de embarazo ectópico, placenta previa en futuras gestaciones, adherencias a la cicatriz y una mayor probabilidad de repetición de cesárea. Para lxs bebés , una cesárea conlleva un mayor riesgo de insuficiencia respiratoria, prematuridad iatrogénica y mayores dificultades con la lactancia. Además, la microbiota neonatal se ve alterada, afectando al sistema inmunitario a corto y largo plazo, aumentando el riesgo de sufrir ciertas enfermedades en el futuro como la obesidad, la depresión, el asma o la diabetes.
¿Qué consecuencias puede haber en el nacimiento según la forma, el entorno y el momento en que se producen? Hace tiempo que el obstetra francés Michel Odent estudia este tema, y trabajó también sobre la historia del parto que dio lugar a la Navidad.
Según explica en el texto "El nacimiento de Jesús: una nueva mirada sobre la Navidad", María parió sola, cuando José se había ido a buscar dos parteras (Zelomí y Salomé). Al regresar, la encontraron con el bebé en brazos y dándole de mamar. Odent señala: "El cuerpo de María estaba muy caliente. El establo mismo estaba cálido gracias a la presencia de los otros mamíferos. Instintivamente María cubrió el cuerpo de su bebé con una ropa que tenía cerca de su mano. Ella estaba fascinada por los ojos de su bebé, y nada hubiera podido distraerla del intenso intercambio de miradas que se establecía. Ese intercambio de miradas le permitió alcanzar otro pico de oxitocina, lo cual provocó una nueva serie de contracciones uterinas que enviaron hacia el bebé un poco de una sangre preciosa acumulada en la placenta. Pronto la placenta fue liberada. Madre e hijo se sentían seguros".
El hecho de que sepamos tantos detalles del nacimiento de Jesús no es casual, anecdótico o irrelevante. Para Odent el nacimiento de El Mesías, la persona que viene a traer un mensaje de profundo amor según la tradición cristiana y nace en un pesebre rodeado de mamíferos en medio de la noche, nos debería impulsar a replantear el nacimiento humano actual. Esta imagen de un parto espontáneo, fisiológico en medio de la nada, en el contexto de adversidad de refugiados, refleja un profundo conocimiento de lo que necesitamos para parir : calor, oscuridad, intimidad, que no nos molesten, y dejarnos llevar por nuestra parte más instintiva. Pero actualmente y en general, estamos en las antípodas de esa imagen de parto y nacimiento: ambientes extremadamente iluminados y fríos, rodeadas de personas desconocidas, entregadas a la intervención médica y desconectadas del instinto mamífero.
La proliferación de las “inne-cesáreas” está llegando a niveles alarmantes. Si las razones para practicar una cesárea y/o inducción del trabajo de parto fueran exclusivamente por causas obstétricas y/o patológicas deberían tener la misma incidencia en cualquier día de la semana y del año, ya que la salud y la fisiología no entienden de calendarios, feriados, vacaciones ni vitel toné. Por esto, resulta inevitable relacionar estas intervenciones médicas con la comodidad y preferencia de todxs lxs que están alrededor del proceso, excepto de la persona que da a luz y la que está por nacer.
A la programación para que los nacimientos no ocurran en plena celebración navideña o de Año Nuevo, se suma esta vez que muchos serán calculados en función del mundial de fútbol, lo que agrava la situación. En este contexto —sumamente machista— no queda otra opción que reconocer que las mujeres y sus bebés nunca son prioridad. Es difícil parar la maquinaria intervencionista, por lo tanto, es necesario y urgente visibilizar que cada vez somos menos las que parimos por nuestros medios, desde nuestros deseos y capacidades fisiológicas. En consecuencia, cada año nacen más bebxs que aún no estaban preparadxs para hacerlo.
No estamos hablando de cuestiones livianas, aisladas e inocuas. No es un capricho ni una moda del "parto respetado". No da lo mismo nacer y parir el día que marca nuestro reloj natural que el día que eligió el/la obstetra. Este tipo de intervenciones capitalistas y propias de la medicina tecnocrática no sólo modifican la salud y el futuro de las personas involucradas, sino también el de la humanidad entera.