Según el estudio Una carrera desigual: la brecha de género en el sistema universitario de Argentina, la nueva investigación cuantitativa de "Chicas en Tecnología" sobre la participación femenina en el ámbito universitario, las mujeres representan solamente el 34 por ciento del total de estudiantes de carreras STEM (sigla en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática), mientras que los los varones, el 66 por ciento.
Para la elaboración de la nueva investigación, "Chicas en Tecnología" clasificó más de siete mil títulos universitarios de Argentina, reportados por el Ministerio de Educación. La categorización se realizó en base a las definiciones que establece la Clasificación Internacional Normalizada de la Educación (CINE), lo que permite comparar las estadísticas educativas a nivel internacional.
El informe cuantitativo actualiza y da continuidad al estudio que la organización hace, desde su fundación en 2015, sobre la participación de las mujeres en disciplinas de ciencia y tecnología. Dentro de estos porcentajes puede verse subdivisión que muestra que, dentro de las carreras STEM, las que tienen que ver con programación cuentan sólo con un 17 por ciento de estudiantes mujeres.
Si bien entre 2011 y 2019, el crecimiento dentro del sistema universitario de estudiantes mujeres fue de 23 por ciento y el de varones de 16 por ciento, hubo una caída del 5 por ciento en las estudiantes mujeres para las carreras de programación: se pasa de unas 16.200 estudiantes a unas 15.300. En el caso de los varones, en cambio, se percibe una aceleración en la cantidad de estudiantes a partir del año 2016 que los llevó a casi 77.000 en 2019.
Megan Ballesty y Milagros Giménez fueron quienes llevaron a cabo la sistematización y análisis de la información y elaboraron el informe de la nueva investigación. Aseguran que si bien el estudio no da cuenta de las causas que generan esta reducción del estudiantado femenino para las carreras STEM, sí permite conocer más el fenómeno para entender por qué las mujeres en la ciencia son necesarias y por qué es importante tomar acciones.
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Soledad Gori es bióloga y doctora de la Universidad de Buenos Aires, investigadora asistente de CONICET y docente del Departamento de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. En diálogo con Feminacida, explica que la ciencia y la investigación se pierden mucho sin las manos femeninas. "Las mujeres nos formulamos otras preguntas que no son ‘interesantes’ para los varones”, sostiene y agrega: “En los estudios sobre efectos adversos en la medicina androcéntrica, rara vez se tiene en cuenta al cuerpo de la mujer con sus particularidades, por ejemplo, al momento de evaluar cómo afecta una vacuna al ciclo menstrual”.
En cuanto a la tecnología, hay otros ejemplos “al alcance de la mano”. Uno bien conocido es que de forma estandarizada, los celulares están diseñados para ser utilizados por manos masculinas por más que sean incómodos o causen problemas como tendinitis a las manos femeninas. También es el caso de los cinturones de seguridad que en sus inicios también fueron diseñados para cuerpos masculinos. Algún lector dirá que quizás esto se deba a que originalmente los automóviles eran más usados por el público masculino, pero bien sirve el ejemplo para mostrar otra desigualdad. Sí, los varones eran quienes podían comprarse un auto y también eran ellos quienes estaban autorizados a usarlos.
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El problema de la diversidad de género en la industria tecnológica no comienza en poder acceder a un cargo cuando ya se tiene un título universitario, sino que radica en la oferta que se les provee a niñas y disidencias al momento de elegir qué estudiar en base a los intereses que se les permitió explorar desde la infancia.
Otro de los datos presentes en el informe citado, muestra que las mujeres eligen mucho más que los hombres carreras relacionadas a la salud y servicios sociales, y a la educación. Entender qué moviliza estas elecciones puede tener una explicación en los estereotipos de género que se dan desde la infancia y en los que se basan la crianza y la educación. Teniendo en cuenta que la investigación no se trata de casos aislados, sino que se repiten en el tiempo y en todo el país, es evidente que hay una raíz que desarmar.
Según una encuesta de CLACSO realizada en escuelas primarias de CABA, el 50 por ciento de los padres creía que sus hijos varones tenían mayores capacidades para las carreras de ingeniería que sus hijas mujeres. Por su parte, 1 de cada 10 niñas encuestadas asociaba la ingeniería con varones y, a medida que las niñas aumentaban en edad, disminuía el interés por las matemáticas.
Según Ballesty, una de las creadoras del estudio sobre la brecha de género en la elección de las carreras universitarias, “es importante llegar a las chicas jóvenes que hoy están tomando decisiones y apoyarlas con información a romper estereotipos, a abrirles las puertas a que conozcan a otras mujeres que puedan actuar como modelo de roles para ellas”.
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A su vez, el Instituto de Investigaciones Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la UNR desarrolló indicadores para medir las desigualdades de género en el sistema científico y tecnológico santafesino tomando como fuente la Encuesta de Usos del Tiempo y Brechas de Género realizada en 2019. Los datos muestran que hay más investigadoras mujeres que varones (1,2 por cada varón), pero concentradas en áreas como Ciencias Sociales y Humanidades y Ciencias Biológicas y de la Salud.
En áreas como Ciencias Exactas y Naturales, las Ciencias Agrarias, de Ingeniería y de Materiales, la brecha de género se amplía cada vez más. Sumado a ello, a medida que se avanza en la carrera, se reduce la participación femenina.
Es claro que un puesto como el de Becaria no implica la misma disponibilidad de tiempo y dedicación que un cargo como el de Investigadora Superior. Es aquí donde entran en juego las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas y la “pobreza de tiempo” que empieza a moldearse desde la infancia y la adolescencia. Si bien en cuanto a la brecha salarial, al menos en el ámbito público, está salada y una mujer recibe la misma remuneración que un varón por el mismo trabajo, sucede que el techo de cristal no les permite acceder a los puestos de mayor jerarquía. Por un lado, porque no suelen elegirse proyectos de mujeres y se ponderan los presentados por varones. Por otro lado, porque las mujeres enfrentan una jornada laboral un 10,34 por ciento mayor que los varones, siendo el 32 por ciento de esa jornada no remunerada. Esta desigualdad influye directamente en las trayectorias profesionales.
Finalmente, Soledad Gori explica que esta brecha se acentúa más, dentro de las ciencias STEM, en las ciencias exactas. Además indica que la maternidad influye en poder acceder a puestos de decisión. “Hasta que no existan licencias por mapaternidad compartidas y lógicas, esta diferencia va a seguir persistiendo. Somos nosotras las que nos hacemos cargo de los trabajos de crianza y, socialmente, se prejuzga no sólo nuestro tiempo sino también la dedicación. Mucho del trabajo de investigación se hace desde una computadora en casa y es difícil complementar las tareas de cuidado y crianza con lo profesional”, concluye.