Mi Carrito

El carnaval de las travas

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Seis días en la vida, un evento que era más que una celebración. Durante mucho tiempo los carnavales fueron para las feminidades trans días donde se respiraba libertad y aceptación; aires de visibilización, de lucha, de resistencia. El carnaval significaba encuentro: brindar por estar juntas y abrazarse por la compañera que ya no estaba. Era el único momento donde no había persecución ni señalamientos.

Prohibidos durante la última Dictadura Militar y recuperados en 2011 en la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, los carnavales hoy siguen generando ese mismo amor, ese mismo anhelo. "Hoy por hoy, seguimos mostrándonos únicas, sensuales, bellas y superproducidas queriendo siempre agradar. La diferencia actual es que ya somos dueñas de nuestra identidad", dice Carmen Ibarra en un relato publicado en el libro del Archivo de la Memoria Trans Argentina. En esta nota, compartimos algunos de los testimonios.



Cinthia di Carlo Scotch

Te juro que con las chicas de mi barrio, no veíamos la hora de que lleguen los carnavales. Porque es como decís vos, era nuestro momento. ¡Jajajajajaja!, me río porque siempre que llegaba el fin de semana se nublaba o llovía, y nosotras le pedíamos a Santa Bárbara, tirábamos jabón arriba del techo... ¡Qué no hacíamos para pedir que no llueva!, porque era nuestro momento. ¡Qué épocas!

Carmen Ibarra

Corría la década de los 80, y en época de carnaval nuestra presencia en los desfiles marcaba un singular brillo y glamour. Recuerdo que no teníamos que pensar con mucho tiempo de anticipación qué sería lo que nos pondríamos ese próximo fin de semana para desfilar y lucirnos ante toda esa masa humana; que a modo de valla de contención se apostaba a ambos lados de la calle para aplaudirnos y ovacionarnos ante nuestro paso. Podría ver en sus rostros asombrados y boquiabiertos su aceptación, al pasar moviéndonos al compás de los tambores, panderetas, maracas y trompetas. Eso sólo pasaba en carnaval porque, durante todo el año, la policía y la propia sociedad te hacían "la vida negra"; cualquiera se creía con derecho de señalarte con el dedo y hacerte carecer de libertad debido a tu condición sexual. Recuerdo que en 1987, dos días antes de comenzar los desfiles de carnaval, le comento a mi amiga Gina Vivanco (víctima de travesticidio en 1991) que el año anterior había visto en los fabulosos carnavales cariocas un traje de mujer araña completamente realizado con tiritas anchas de elástico y argollas de metal. Como ella sabía de mi habilidad para la costura, me dijo: "¡Hagámoslo, maricón!", y ahí nomás se compró todo el material y nos pusimos manos a la obra. Me quedé toda la noche cosiendo a mano, se lo iba armando sobre su propio cuerpo; me quedaron las yemas de los dedos todas agujereadas de tanto coser para ese sábado de debut de carnaval. Gina realmente fue la reina en cada distrito a desfilar. Marchó prácticamente desnuda. Toda su piel estaba expuesta y sólo la cubría el tramado de su traje araña, una tanguita negra encarnada en su "ir", y bastante purpurina fucsia cubriendo sus pezones. Realmente nosotras vivíamos el carnaval más que nadie, porque eran seis noches en total libertad donde te hacían sentir aceptada, deseada, amada, adorada y respetada. Esa noche entregábamos nuestras almas. Por cada fecha, hacíamos tres o cuatro pasadas en distintas localidades de zona sur. Nos podían ver sambando por la avenida Mitre en Avellaneda, el centro de Quilmes y el de Florencio Varela. El público en todas partes era igual de amoroso. Nunca olvidaremos aquellos aires de libertad que en carnaval sólo se estaba permitido respirar. Hoy por hoy, sigue esa tradición; seguimos mostrándonos únicas, sensuales, bellas y superproducidas queriendo siempre agradar. La diferencia actual es que ya somos dueñas de nuestra identidad. Hoy mirando a distancia y habiendo sobrevivido a tantísimas injusticias, sometidas a tantos desprecios, persecuciones, encierros y exilios, digo: "¡Gracias carnaval por regalarnos un respiro con aires de libertad en nombre de un tal Rey Momo! ¡Que siga el corso!"



Sandra Castillo

A Débora Singer le gustaba ponernos nombres y apellidos que sonaran estrambóticos, llamativos, como si fuésemos de descendencia europea. En esa época había que hacer notar no sólo con el cuerpo que eras una travesti... Ella disfrutaba muchísimo porque era la encargada de conducir las presentaciones de la comparsa Los caprichosos de Villa Martelli de Tito, corsos donde éramos invitadxs a participar. En el año 1985 vivíamos en la pensión de Tito y alquilábamos: la Yésica "La Riojana", la Marcela "La Piojo", la Paula, "La Mate cocido" y yo, Rebeca Lander. En épocas de carnaval venían muchas chicas de todos lados. Hasta chicas que vivían en el extranjero venían a participar. Me acuerdo de las hermanas Galgas, Sabrina, la Betiana Tuccio. Pero vivíamos cuidándonos constantemente de la policía; para comprarnos ropa, por ejemplo, debíamos salir de la casa en un taxi e ir a recorrer despacito los locales, ver desde el auto algo que nos gustara, parar, entrar a comprar, y subir rápidamente de nuevo. En esa época, yo trabajaba a la mañana en la General Paz y Av. del Tejar, y vivía en Villa Martelli. A pesar de que nos cuidábamos mucho de la policía, igual éramos detenidas y llevadas a la cárcel de Devoto durante 30 días, donde te quitaban todo. Desde la ropa hasta la peluca, porque además nos dejaban calvas. Nos desvestían y nos largaban de la cárcel totalmente desnudas.


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