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Juventudes políticas

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La juventud argentina no vivió la dictadura del ’76 ni tiene recuerdos patentes, propios haberla transitado durante su infancia. Sin embargo, sí le toca enfrentarse hoy a los retazos de esa historia. En el III Foro Mundial de Derechos Humanos, celebrado en el marco de la celebración por los 40 años de democracia ininterrumpida, se llevó a cabo la conferencia “Luchas locales, luchas globales: la juventud y los derechos humanos”. Fue comandada por jóvenes dirigentes sociales y políticos de Argentina, Venezuela, España y Colombia y moderada por Camila Carrillo, secretaria general de la Red de Centros de Estudiantes (ReNaCE).

Foto de portada: Catalina Filgueira Risso


Desde el Aula Fuentealba del Centro Cultural Haroldo Conti dentro de Espacio de Memoria y Derechos Humanos, ex ESMA, la juventud planteó lineamientos sobre la política que se quiere y sobre los derechos humanos.

Así, en una sala recóndita es donde las juventudes planean proyectos, nuevos paradigmas, revoluciones. Así, en un aula, estudiantes de secundaria de Chile organizaron movilizaciones masivas contra el Gobierno de Sebastián Piñera por el aumento de los boletos del metro, entre 2019 y 2020, y generaron el primer chispazo que terminó de encender un feroz estallido social. Hoy Chile no sólo tiene nuevo presidente, sino que se aboca en la construcción de una nueva Constitución que proclama derechos más igualitarios para su pueblo.

Sin cruzar fronteras, en una plaza comenzó el movimiento “Ni Una Menos” con un puñado de jóvenes que tuvieron la osadía de cuestionar al sistema patriarcal. En 2015, este movimiento tuvo su punto de ebullición y se adueñó de las calles, organizó una lucha colectiva que más tarde se la identificaría como la “ola verde” que buscó y logró el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.

Los ejemplos abundan y todos los casos señalan que en toda crisis hubo una sala con jóvenes que impondrían nuevas ideas y transformarían el caos en revolución. En esta oportunidad, Feminacida fue testigo de este panel.



La juventud no está perdida

El primer disertante fue el diputado nacional por Entre Ríos, Tomás Ledesma, de 27 años, quien recordó la importancia de la juventud en las luchas históricas que contrastan con la imagen que el “capitalismo depredador” pretende dar de ellas, reduciendo a les jóvenes en meros actores de consumo, sin ideología ni información, e instaurando la frase: ‘La juventud está perdida’”.

Aunque esta frase se utiliza de forma peyorativa sobre la gente joven, Ledesma puntualizó en que la actual juventud sí está desorientada a causa del descontento que provoca el sentirse “traicionado”. Este flujo de jóvenes “enojados con la política” es captado, a su vez, por “exponentes que hablan de la menor presencia del Estado posible, de casta”. “Esos grupos empiezan a cobrar volumen político porque son alimentados por soluciones que no le hemos podido llevar, nosotros tampoco, a un montón de jóvenes”, opinó el entrerriano haciendo una autocrítica.


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Tomás es de la generación que creció viendo que en ese lugar en el que él disertó, la Ex Esma, "hubo un presidente que pidió perdón en nombre del Estado Argentino por el silencio que existió durante 20 años en cuanto a la masacre de la última dictadura cívico-militar”, pero también creció en un país “que sentó en el banquillo de los acusados a quienes se llevaron puestos a 30 mil compañeres”. Y esto les resultó “inspirador”. La generación de Tomás, según se aprecia tras la intervención de les participantes internacionales de dicho panel, considera que la defensa de los derechos humanos no debe limitarse al carácter nacional, sino que debe ser de carácter internacional, de “solidaridad regional, de Patria Grande”.

La salud mental como prioridad

Entender y atender a la salud mental es motivo de desvelo en la actualidad. Esta materia es muy abordada por las juventudes que ya tienen incorporado a su léxico palabras provenientes de ese campo: ansiedad, depresión clínica, proyectar, ataques de pánico, y la lista continúa. Hacer terapia es un tabú roto entre les jóvenes, especialmente de clase media. “Deconstruirse”, cuestionar y cuestionarse, autoconocerse, liberar la verdadera identidad de género y orientación sexual son condimentos culturales especiales que acompañan esta característica de las juventudes actuales.

La segunda panelista se abocó a hablar de esto: la importancia de dar una respuesta política a una “juventud con depresión colectiva”. Ella, la legisladora porteña Ofelia Fernández, una “rockstar” de 22 años que se sacó fotos y charló con gran cantidad de jóvenes que la esperaban para expresarle su cariño y admiración en su camino hacia el Aula Fuentealba, coincidió con su antecesor, Tomás Ledesma, al señalar que “la desesperanza de un joven hoy no es caprichosa, sino que es estructural” ya que para éste/a “pensar en el mercado laboral sin precarización o comprar una casa es un imposible”.


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Tanto Ofelia como Tomás expusieron otra distinción de las juventudes con respecto a sus pares adultos de sus espacios políticos: ambos recurrieron a la autocrítica y han asumido que el partido político al que pertenecen no han logrado dar soluciones completas a los conflictos del pueblo argentino, proponiendo así hacerse cargo ellos mismos de los nuevos debates que deben librarse para tomar el pasado como “inspiración” y dejar de vincularse con éste desde un aspecto “nostálgico”.

“La historia no comienza con nosotros y el vínculo con el pasado tiene un lugar esencial”, reflexionó una Ofelia que habló del peligro de caer en la nostalgia histórica: “Mi miedo es que la próxima generación de jóvenes de Argentina tengan sólo como experiencia política el gobierno de Mauricio Macri y este gobierno de Alberto Fernández que, con gran diferencia, expresan una suerte de fracaso o no expresan soluciones de fondo para esos jóvenes”.

Por todo esto, la legisladora instó a las y los jóvenes militantes a continuar con su trabajo a pesar de que hoy no sea una tarea fácil. No sólo les llamó “héroes” y “valientes”, sino que, tal como también hizo Tomás, pidió acrecentar el poder de escucha y comprensión hacia estas juventudes deprimidas, que derivan, en algunos casos, en “consumos problemáticos o trastornos alimenticios”, en “un conflicto de fondo, estructural, por el cual la vida solamente es incierta y angustiante para ellos”.

Ofelia cerró su disertación con más indicaciones y lineamientos concretos: “No hay que especular derrotas para ahorrarse peleas. Necesitamos hacer política con autoestima, con el convencimiento de que podemos lograr realmente lo que nos proponemos”.

Las juventudes libran enormes batallas políticas y culturales en el sur del continente americano. En ese sentido, cuestionó: “¿Por qué no se encuentra en nuestra militancia una "ola Latinoamericana"? ¿Qué nos falta? Aunque las cosas se pongan difíciles, confiemos en que estamos nosotros y nosotras con capacidad, deseo y fuerza para ser parte de la historia”.

La salida no es por Ezeiza

Del panel participaron otres tres jóvenes de distintos países: el secretario de Juventud de Brasil, Ronald Sorriso; la viceministra de Juventud de Venezuela, Yosneisy Paredes; y la directora del Instituto de la Juventud de España, María Teresa Pérez, que compartieron la experiencia de las juventudes en las luchas sociales que se han llevado a cabo en sus países de origen y, ciertamente, no son tan distintas a las que se libran en la Argentina.

Algunes jóvenes de este país sueñan con viajar a Europa para conseguir una "vida mejor". Sin embargo, la intervención de Pérez trajo otra novedad. Apesar de venir de "primer mundo", tan idealizado por la juventud latinoamericana, les españoles jóvenes tienen nuestras mismas peleas: el derecho a un empleo decente, a una vivienda digna, a la educación de calidad y una sanidad pública. Aún más, han generado un partido de izquierda denominado Podemos que nace desde la “indignación por la gestión política de la derecha que precarizaba la vida especialmente de la juventud”.

Sin desconocer la crisis de Argentina, existe un discurso que busca que les jóvenes crean que la única salida es el aeropuerto de Ezeiza y que luchar por los derechos humanos es una causa sin sentido.

Este intencional “marketing político” también es otro punto en común con la situación que atraviesa España. María Teresa contó al respecto: “Nos hacen creer que lo que nos pasa no es tan malo y usan términos inventados en inglés para que nuestros problemas suenen mejor”. Por ejemplo, “si no puedes independizarte y vivir solo, y tienes que compartir un piso pequeño con un desconocido a un precio desorbitante, no te quejes, está de moda y se llama Co-living". También, no poder salir los fines de semana con amigues por falta de dinero es una “moda” y se le llama Nestin, o trabajar durante las vacaciones para incrementar el “éxito de la propia carrera profesional” es unirse al club de las “travacaciones”.

Rebelarse contra este sistema impuesto por un “capitalismo feroz” es lo que propone Pérez, a pesar de que en su país se espeje otra situación que se repite en nuestras tierras: “Hay rebeldías que se están convirtiendo de derecha. Sabemos que son los mismos ricos de siempre que hoy arman su discurso de otra manera y logra captar jóvenes desencantados”.

Por eso, llamó a recuperar el “poder mediático”, que “utiliza cada vez más la mentira como arma política porque saben que operan ideológicamente mejor que la verdad”.

Siempre resistir

Sorriso realizó un paralelismo con la embestida de la derecha contra los gobiernos más populares contando la incidencia de Dilma Roussef o Jair Bolsonaro en la política del país vecino y cómo Lula Da Silva recibió feroces ataques, pero también férreos apoyos por parte del pueblo de Brasil, especialmente de la juventud que copó las calles y protestó “con convicción y fiereza”. Sorriso comparó con la situación que se ha vivido en la Argentina tras la embestida de “espacios que representa Mauricio Macri” contra “el peronismo”, especialmente con Cristina Fernández de Kirchner.


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Por esto, llamó a que las juventudes no subestimen el poder de los gobiernos conservadores y negacionistas, que no sólo cometen este tipo de actos políticos, sino que castigan a las sociedades con “delitos de lesa humanidad”, con “asesinatos, secuestros” e implantando “miedo como manera de someter al pueblo”.

De la misma manera, Paredes relató el proceso revolucionario en Venezuela que logró una nueva Constitución Nacional, tras dejar “mucha sangre en las calles” un pueblo que se alzó para decir “basta” a las dictaduras y cuya juventud se ha inmiscuido en “misiones sociales, de la mano de Hugo Chávez” y para algún día recuperar la dignidad de vivir en paz.

Por esto, Yosneisy también llamó a que la juventud no tenga miedo, que no pretenda “ser adulta” para ser escuchada, sino que aproveche los atributos de su propia juventud para pelear. “Seamos transgresores. Seamos rebeldes con causa”, instó la militante venezonala.

Pero es difícil para las juventudes no tener miedo. Como dijo Ofelia Fernández, “para militar hace falta mucho coraje”. Una Ofelia que a su corta edad sufre violencia mediática constantemente, no sólo por ser joven sino por su condición de mujer.

Sobre esta temática concluyó la española María Teresa, quien también ejerció como diputada nacional, que “el neoliberalismo quiere que tengamos miedo de hacer política”, al mostrarnos “lo que les pasa a nuestras referentes políticas como Cristina Fernández de Kirchner acá y a nuestra Ministra de Igualdad, Irene Montero, víctimas de lawfare”.


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El ejemplo de la reprimenda por la valentía de participar en espacios políticos es claro, pero no puede olvidarse que “los derechos nunca se otorgaron por la bondad de la clase dirigente, sino que se han peleado y conquistado por la organización de la clase obrera, del movimiento feminista y de una juventud combativa”.

Pareciera que cambia la piel al son del cambio de era. Las nuevas generaciones se preparan para encarnan las promesas políticas que aún no fueron cumplidas y hoy dan la cara para representar la voz de una juventud deprimida por el presente, pero esperanzada para el futuro. Si algo ha quedado claro es que lo último que ve una revolución a punto de gestarse son caras con marcas de acné reunidas en un aula.

Tal como dijo Pérez, “hay que aguantar, resistir, y dar pelea como nos han enseñado las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, porque la lucha por la dignidad no se acaba nunca”. 


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