Victoria es politóloga. Se dio cuenta que estaba "quemada" cuando empezó a quedarse en blanco: ¨Me olvidaba nombres, tenía siempre el celular a mano en todo momento por si me mandaban algo del trabajo, por si pasaba algo. Siempre conectada a alguna reunión. Todo era urgente. Ventanas y ventanas abiertas infinitamente en mi cabeza día a día, que no podía cerrar¨. Lejos de representar un caso aislado, su situación es, por demás, colectiva y generalizada.
¿Qué entendemos por burnout o "síndrome del quemado"? ¿Qué lo genera? ¿Cómo afecta a nuestro cuerpo y a nuestra vida cotidiana? ¿Tiene mayor impacto en las mujeres? A través de una mirada psicosocial, política, económica y filosófica, proponemos realizar un recorrido de esta problemática, que aún se encuentra en proceso de maduración y que cada vez afecta a más personas, especialmente a las mujeres y a las identidades feminizadas.
En 2022 la Organización Mundial de la Salud (OMS) introdujo en su Clasificación Internación de Enfermedades (CIE-11), al burnout como una enfermedad que provoca estrés crónico y pasó a incorporarse como subcategoría en “problemas asociados con el empleo y el desempleo”. El síndrome se conceptualizó en 1980 por Cristina Maslach y Susan Jackson en California a partir de ciertos estudios realizados al personal de las áreas de cuidados paliativos y de internación en el sistema sanitario. Se reconoce como un concepto relativamente novedoso por tener 40 años de desarrollo, sobre todo, en el campo de la psicología organizacional o del trabajo. Luego, se comenzó a trasladar a otros sectores como el empresarial, el educativo y ambientes laborales donde sus trabajadoras y trabajadores manifestaban mayor agotamiento y desgaste profesional.
Jorge Campilongo es psicólogo especialista en violencia laboral. En diálogo con Feminacida, alega no considerarla como una enfermedad sino como “una manifestación comportamental del estrés laboral entendido como síndrome tridimensional caracterizado por cansancio emocional, la despersonalización en el trato con el usuario y la dificultad para reconocer los logros o realización personal". El profesional, a la vez, remarca que afecta a las personas que trabajan en servicios de mayor implicación personal y rescata la perspectiva local de Diana Scialpi, quien llevó adelante una investigación en la década del '90 sobre trabajadores de la Administración Pública Nacional. Allí se propuso encontrar un paralelismo entre la degradación de su vida cotidiana y condiciones laborales con el deterioro de la matriz sociocultural y política como consecuencia de las políticas neoliberales.
En este sentido, se lo reconoce como un proceso multicausal y complejo en el cual,además del estrés, se ven involucradas variantes como el aburrimiento, la crisis en el desarrollo de la carrera profesional, la precarización de las condiciones económicas, la sobrecarga laboral, la falta de estimulación y el aislamiento. Es así, que no sólo se generan severos impactos en la salud mental, sino también en el plano físico y corporal, en las relaciones interpersonales, provocando desajustes en lo subjetivo, entendiendo a la mente y al cuerpo como esferas no disociadas y desde una perspectiva de salud integral.
Según estadísticas realizadas por la plataforma de empleos Bumeran en septiembre de 2022—donde participaron 4820 personas de Latinoamérica—, Argentina representa el mayor porcentaje de personas afectadas por el síndrome, con un 86 por ciento. Luego sigue Chile con un 82 por ciento, Panamá con un 78 ´por ciento, Ecuador y Perú están a penas después con porcentajes igual de altos.
El sondeo indicó también sobre la cantidad de horas que las y los argentinos le dedican a sus trabajos: el 36 por ciento entre 45 y 50 horas semanales, el 30 por ciento entre 35 y 45 horas, el 18 por ciento más de 50 horas, el 10 por ciento entre 25 y 35 horas, y el 6 por ciento menos de 6 horas. La tendencia, sin embargo, se repite en toda la región.
Noelia es residente de primer año en un hospital municipal, trabaja 12 horas por día y hasta 24 horas los fines de semana. Expresa sentirse "quemada" y con ansiedad porque no llega a cumplir con las expectativas del sistema sanitario: "Llego a mi casa y sigo pensando en el trabajo. Después de trabajar me siguen mandando mensajes indicándome lo que hice mal, lo que me falta. Estoy exhausta”. Además, Noelia remarca la imposibilidad de desconexión de lo sucedido en su jornada laboral, el modo en el que afecta a su vida cotidiana y la falta de energía para realizar otras actividades de ocio y dispersión, como salir con amigues o disfrutar del tiempo libre.
Hay que destacar la diferencia con el mobbing u “hostigamiento”, que sí es considerada una forma de violencia laboral. En estos casos, se identifican “acciones recurrentes censurables o negativas que van dirigidas contra empleados concretos de manera ofensiva y pueden tener como consecuencia la marginación de éstos en la comunidad laboral".
El carácter excesivo de exigencia interna y de imperativa responsabilidad y obligación en la actividad laboral se traduce, en palabras del filósofo Byul-Chung Han, en severos grados de hiperatención y dispersión en la información que se recibe y en los procesos para llevar a cabo actividades complejas: “Se es prisionero, celador, víctima y verdugo. En la sociedad de la obligación, cada cual la lleva consigo en su propio campo de trabajos forzados”. Por lo tanto, la dominación y el poder ya no es parte del panóptico que nos plantea la teoría foucaulteana sino que, en la sociedad contemporánea y de la liquidez, la opresión se internaliza y nos arrastra a extremos impensados, como es la imposibilidad de relajación, la pérdida de la escucha y la mirada generando un desilachamiento de los lazos sociales, es decir, de la construcción de comunidad.
El filósofo también acuña el término de hiperactividad, entendida como una forma en extremo pasiva de una actividad que no permite ninguna acción libre que nos interpele a encontrar momentos de aburrimiento, de cansancio fundamental, que relaje los sentidos y nos invite a ser creativos. Dicho de otra manera es "el disfrute en el no hacer nada", ya que allí se genera un espacio para el hacer.
¿Síndrome o fenómeno?
Sergio Calvo es médico psiquiatra especializado en psico-neuro-inmuno-endocrinologia, consultor y coordinador de pasantías clínicas de la Facultad de Psicología UBA. Realizó una investigación meticulosa sobre el síndrome del burnt out y distingue cinco ejes fundamentales para su comprensión: los primeros tres hacen alusión a los impactos físicos basados en el análisis clínico y diferenciados en grados. También plantea la propensión a enfermedades gastrointestinales, hipertensión, colesterol alto, dolores crónicos y trastornos dermatológicos.
Cabe resaltar que se han encontrado causas físicas que justificarían los impactos en el cuerpo como es una sobreproducción de la hormona del estrés, llamada cortisol. Se comprobó hipercortisolemia en situaciones de alto estrés, sobre todo en mujeres, por lo cual tendríamos mayor exposición a sufrir los riesgos del burnout. Por otro lado, también se han observado desajustes en la prolactina debido a una distribución diferenciada de la misma. Esta hormona es la que, en general, produce el cuerpo cuando una persona esta gestando y luego comienza a amamantar, de modo que es adecuado controlar sus niveles.
En los dos ejes restantes, se plantea la severidad de factores de estrés psicosocial y el grado de evaluación de funcionamiento de las personas, como la competitividad del ámbito laboral, cambios en enfoques de vida y costumbres, agobio, desprotección el oponerse a la estructura del sistema, frustración y resignación de la capacidad de perseverancia, incapacidad de atender a las experiencias de los demás que resultan abrumadoras, desgaste del idealismo, falta de logros, desprecio del equipo, deshumanización, desinterés y falta del compromiso. desincronización con el grupo y el trabajo. Los últimos factores se asocian directamente con el aspecto laboral, por lo que las consecuencias concretas son: mayor ausentismo por licencias médicas, rotación de empleades, reducción del compromiso con la tarea y ausentismo.
Una perspectiva socioeconómica sobre burnout
En cuanto a las profesiones feminizadas —relacionadas con la docencia, los servicios de salud y los cuidados— las repercusiones se exacerban a la hora de hablar del síndrome del desgaste. A las tareas reproductivas se le suman las exigencias que derivan de los empleos formales. Para quienes se desempeñan en la economía informal es aun más complejo porque se habla de doble o triple jornada laboral. Todo esto sin tener en cuenta las luchas que debemos dar en los distintos entornos de trabajo para el reconocimiento de nuestras tareas y achicar las brechas salariales frente a los hombres.
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Aunque los varones también sufren del síndrome del desgaste profesional, la perpetración del patriarcado como sistema cultural de dominación continúa asignándonos roles de géneros estructurados y estructurantes. Aunque ya existan avances frente a los debates de las tareas y las corresponsabilidades en el cuidado y la reproducción, como así también las disputas entorno a las labores productivas, con mayor incorporación de mujeres en ámbitos exclusivamente masculinizados y la búsqueda de una mayor equidad en la ocupación de cargos jerárquicos en ámbitos públicos, privados y del tercer sector, son disputas que aún no se encuentran conquistadas ni saldadas.
La disyuntiva del ser profesional y reservar un tiempo para relajarse
“Disfrutar me genera culpa , no soy productiva”, siente Noelia. Por su parte, Victoria opina: “El burnout también se presenta como consecuencia de no poder poner límites, no poder decir que “no”. Si sos mujer y joven es todavía más difícil. Decir que no es como negarte a seguir creciendo profesionalmente, es no mostrar predisposición en el trabajo en un mundo laboral en el que cualquier trabajo requiere de experiencia laboral para que te contraten y para los que pareciera que hay que estar disponibles 24/7. Las condiciones de trabajo precarias, que no dan certidumbre ni estabilidad lo único que hacen es acrecentar la falsa idea de que decir no nos perjudica”.
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En "Daria", una serie de culto punk de los 90, la protagonista se encuentra en un “antro”, comienza a aparecerle un brote dermatológico y es hospitalizada. A pesar de los estudios médicos que le realizan, no encuentran una causa física, sino que le indican que ha sufrido una “fiebre mental”, provocada por un estado de ansiedad por su persistente observación y análisis del todo.
El desgaste profesional es un proceso progresivo de acumulación de agobio y generación de incapacidad momentánea, de modo que es preciso proponer un plan a través de consultas con profesionales psicoterapéuticos y, en el caso de tener que recurrir a recursos psicofarmacológicos, se debe generar una estrategia consensuada entre quienes asisten a la persona de forma articulada.
El burnout no es solo una cuestión psicosocial sino filosófica, económica y transversal a una sociedad cada vez más “descorporizada”, en términos de la filósofa Esther Diaz. "¿Tenemos un cuerpo o somos un cuerpo?", se pregunta. En este enunciado, plantea que “nada esta fuera del cuerpo, ni siquiera la razón. Somos estos órganos, latidos, pensamiento, fantasía y fluidos que sostienen el placer como el dolor”. La recuperación de la quemadura no es fácil, sobre todo cuando no se ve a simple vista, pero amerita realizar las curaciones pertinentes y metódicas para que se regenere nuestro propio yo y recuperemos la salud integral como derecho fundamental.