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Pedagogías menstruales políticamente urgentes

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Mayo es el mes definido para la visibilización del ciclo menstrual. Entonces, ¿por qué es clave insistir en la necesidad de la visibilidad del ciclo menstrual, así como también en la consideración de su politicidad? ¿Qué sucede con la Educación Sexual Integral en este aspecto? ¿Por qué resulta urgente considerar la diversidad y la amplitud en la educación menstrual? En esta nota, algunas experiencias que se inscriben en esta necesidad de ampliar las fronteras en los espacios educativos. 


En la actualidad persiste el tabú menstrual, aún cuando ya nacen bebés mediante un útero artificial, producto del avance de la Inteligencia Artificial (IA). ¿Acaso no negamos u obturamos aquello que tecnológicamente buscamos construir con la única intención de la reproductibilidad? En Argentina, hay 22 proyectos de ley en relación al ciclo menstrual presentados desde el año 2017 a la actualidad, pero han perdido su estado parlamentario y por tanto su vigencia. En su mayoría, estos proyectos de ley apuntan a la dimensión educativa, promoviendo el acceso a capacitaciones y solicitando ampliación del Programa de Educación Sexual Integral. 

En este último tiempo han llegado a las escuelas secundarias capacitaciones de Educación Sexual Integral muy interesantes acerca de diversos temas. Sin embargo, no hay ningún contenido específico acerca del ciclo menstrual  ¿Por qué? ¿A nadie se le ocurrió? ¿Nadie tiene la formación necesaria? 

Sucede que trabajar en relación al ciclo menstrual implica abrir una cajita de pandora, preñada de muchos tóxicos disponibles en todos los métodos de gestión menstrual descartables, muchas emociones bien enquistadas como la vergüenza, el asco y el temor, y unas cuantas comprensiones biologicistas, biomédicas, heteronormativas y patriarcales. Una cajita que también guarda mucha medicalización para no sentir, anestesiar y seguir, y que también guarda muchas hormonas anticonceptivas para “regular” el ciclo menstrual o los dolores menstruales, pues bien, sucede que el sangrado  menstrual no tendría que doler y “si duele no es normal”, como manifiesta la principal consigna de Endohermanas Argentina

Sabrina Aguilera y Daniela Garanzini viven con endometriosis. Al consultarles acerca de las percepciones que tienen del ciclo menstrual ovulatorio mencionan que les encantaría disfrutar de sus sangrados, que extrañan eso. Sin embargo, menstruar, para ellas, implica una tortura. Antes podían disfrutarlo, hasta esperar tener el ciclo para ponerse la copa y tener relaciones sexuales. En cambio desde que tienen endometriosis, el ciclo menstrual es un martirio, se sienten como en un abismo.


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De sangre, dolor y descreimiento biomédico

La endometriosis implica una serie de quistes  que  se generan y desplazan parte del endometrio a cualquier órgano del cuerpo, se desprenden células y cuando se comienza a engrosar el endometrio del útero se engrosan todos esos endometriomas. “Lo que sucede es que a veces pensamos que las señales están sólo ahí, pero en realidad las hormonas van por la sangre entonces, por ejemplo, si tenés un endometrioma en el pulmón toses sangre, o en el intestino, o en el estómago, en el recto”, dice Daniela y Sabrina agrega: “Yo tengo uno en la nariz, cada vez que yo ovulo o menstruo a mí me sangra la nariz”. 

Sobre cómo percibieron que algo en sus ciclos andaba mal, Daniela cuenta que ella tenía una ciclicidad que se rompió y “cuando se rompió esa ciclicidad, se rompió todo”. “Desde ahí comenzó a doler todo, en todos los momentos, también me llevó a una anemia que me generó otros problemas que todavía hoy estoy paliando”, continúa. 

Sabrina, en cambio, lleva seis hemorragias internas desde sus 22 años cuando tuvo su primer episodio. “Tengo una coagulopatía sanguínea, no coágulo, entonces cada vez que a mi se me presentaba un endometrioma sangrante terminaba en el quirófano con sangre hasta los pulmones, así sucedió seis veces”, relata. En 2013 tuvo uno de los peores episodios: no pensaron que iba a salir de quirófano y tuvo que despedirse de su familia. 


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Además del descreimiento de la cantidad de dolor, Sabrina cuenta que en la guardia intensiva entró un médico a pedirle perdón: “Estuve seis horas en la guardia gritando de dolor y no me creían”. Con estos episodios, todo el cuerpo se va resintiendo y hacen que la recuperación sea cada vez más difícil. 

La situación de Daniela fue diferente, porque no tenía dolores menstruales “que se moría”, aunque reconoce: “Lo que hacía era empastillarme para ir a trabajar, para vivir, pero de repente la panza se hinchaba y ya no podía hacer más nada, ni caminar, ni comer. Se me había ido la alegría de vivir”. En este sentido, comenta que le atravesaba toda la vida, porque es algo invalidante: “No podía planificar ni ir a tomar un café porque me hinchaba, entonces resintió mi vida, anímicamente me hizo mierda”. 

Respecto del diagnóstico, ambas refieren a la gran dificultad de lograrlo, pues existe un gran descreimiento del dolor y, para confirmar que sea endometriosis, es necesario realizar una laparoscopia y biopsia para realizar el análisis del tejido. La endometriosis es un padecimiento que no tiene cura hasta el momento y quienes deciden no gestar, a veces se realizan una histerectomía: una intervención que suele ser objetada por profesionales de la salud a las personas en edad sexual y reproductiva. 

Sabrina incorporó la medicina ayurvédica y naturista. “Mejoré un montón, hace diez años ya, con controles”, sostiene y agradece haber encontrado un profesional de la salud que respete y acompañe su proceso y su elección. 


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Vivir el ciclo menstrual como masculinidad trans 

SaSa Testa es una persona de género fluido, docente y escritor. Acerca de su percepción del ciclo menstrual como masculinidad trans no binaria, manifiesta: “Creo que el ciclo menstrual es el ciclo del gran silencio para todos aquellos cuerpos que no son los cuerpos cisfemeninos”. 

Respecto de las publicidades e informaciones, SaSa refiere lo tedioso que es todo el tiempo estar remarcando el silencio y la invisibilización a la que muchas veces se nos condena, y advierte: “Esto también se traduce en políticas públicas; cuando se habla de justicia menstrual o de políticas menstruales en los espacios de trabajo, hacia quiénes están pensadas esas políticas, hacia quiénes están dirigidas, a quiénes mencionan explícitamente esas políticas. Porque también puede pasar que hablen de cuerpos menstruantes en un gesto de eufemismo, pero que después en la práctica esos cuerpos menstruantes terminen siendo pura y exclusivamente los cuerpos de mujeres cis menstruantes”.  

Sobre las alteraciones del ciclo menstrual en el proceso de hormonización cuenta: “Con el tiempo, si sostenes la hormonización, dejas de menstruar, pero si vos cortas la hormonización también con el tiempo volvés a menstruar”. 

En este sentido vale recordar la importancia de considerar otros cuerpos e identidades de género al elaborar los materiales de la Educación Sexual Integral así como también la consideración de estos procesos de hormonización. En palabras de SaSa: “Ya con mencionar la existencia de las personas trans no binarias o las masculinidades trans menstruantes en el marco de la ESI ya estamos dando un primer gran paso, porque muy probablemente dentro de las aulas existan personas trans no binarias o masculinidades trans menstruantes y abrir ese canal de diálogo también habilita el hecho de que elles puedan enunciarse en primera persona”. 


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Hablar de ciclo menstrual también implica abrir la puerta a las experiencias que están por fuera del sistema que intenta normativizarlas. ¿Cuánto (des)conocemos en relación a la endometriosis y masculinidades trans menstruantes? ¿Cómo acompañamos las diversas experiencias menstruales? ¿No es urgente la ampliación de la ESI en materia menstrual? 


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