Mi Carrito

24M: saltar el alambre sin perder la sensibilidad

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La noche del domingo 19 de noviembre todavía era muy pronto. Apenas hubo certeza de los resultados electorales, circuló una palabra en los grupos de Whatsapp: resistencia. Fue la primera reacción al impacto, casi lo único que pudimos articular. Era pronto, pero con el paso de los días tomó forma, comenzó a metabolizarse la idea de que la amenaza se había vuelto real. 

Durante los 100 días de gobierno se fue concretando la desregulación de la economía, el ataque a la cultura, a la libertad de prensa y a las políticas de género, los despidos masivos en el sector público y el desabastecimiento de los comedores comunitarios, entre otras políticas empobrecedoras para el pueblo. Pero en vísperas de este 24 de marzo, con la remembranza de los tiempos más oscuros de nuestra historia, la palabra que usamos aquel domingo vuelve a cobrar sentido. Ya no desde la melancolía, sino con la intención de reposicionarnos, de pensar nuevas estrategias: ¿cómo reinventamos o revivimos las narrativas de Memoria, Verdad y Justicia? 

El gobierno es abiertamente negacionista y promotor de la última dictadura cívico militar. Y lo sabemos: esas ideas también se cultivan, se alimentan, se instalan, crecen. “Llamamos a no olvidar y la resistencia la vamos a tener siempre, mientras tengamos vida, porque esto no debe olvidarse para que no se repita −dijo Estela de Carlotto, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, en una entrevista radial en 2021−. Queremos que la juventud tome esta lucha, y el día que no estemos lo haga con más fuerza que nunca”. 

Quizás en ese deseo —hoy desesperado, inquieto— haya una pista, una coordenada. Quizás para lograr esa reinvención de la que hablamos, para interpelar a les jóvenes, entonces, tendremos que repasar la lección que nos dieron las Madres y las Abuelas. La de cuidar la democracia con astucia, la de luchar con ternura pese al dolor. ¿Cómo recuperamos esa afectividad que parece diluirse? 

¿Cuál es el límite?

A principios de marzo una militante de H.I.J.O.S, organización de derechos humanos, fue atacada en su casa por dos hombres. La golpearon, la amenazaron de muerte y pintaron en una de sus paredes la sigla de la frase que repite y repite el presidente de la Nación: “Viva la libertad, carajo”. En una entrevista exclusiva con Página 12, la joven se lamentó de que el gobierno elegido por el 56% de la población “habilite el ejercicio del terror y la crueldad desde todos los canales que tiene a disposición”. Mientras tanto, esperamos el repudio de nuestros representantes. Pero eso no sucede. Más bien, todo lo contrario: tememos otra ofensa. No les importa, invitan al escepticismo. Hurgamos entre los likes de Milei para confirmar lo que ya sabemos. 

https://twitter.com/hijos_capital/status/1770786893933740314

"Increíble que usen a sus desaparecidos para operar contra el gobierno. Son más mierdas de lo que uno piensa. Lo bueno es que cada vez tienen menos credibilidad", dice uno de los tweets a los que el presidente le dio me gusta. No se sabe aún si el Gobierno tuvo algo que ver o no con el atentado a la militante, pero al ver este mensaje surge una certeza: hubo una decisión de no condenar el hecho. Y eso ya es decir mucho. 

Como sucedió el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, cuando desde la presidencia decidieron cambiar el nombre del Salón de las Mujeres a Salón de los Próceres, este 24 también estamos esperando la provocación. Ya lo dijo la militante y politóloga Gabriela Ivy en la última edición de Ceremonia en la Tormenta, son como niños berrincheros que buscan el enojo, la respuesta en caliente.   

¿Qué es más conveniente? ¿Ignorar o responder? ¿Les estamos “haciendo el juego” o se trata de defender la trinchera? ¿Dónde se traza el límite? 

Mismas derechas (y recetas), nuevas conversaciones

Creíamos que el Nunca Más era un consenso absoluto y no. Pareciera que en algunos sectores ha dejado de permear. Se ve en los comentarios en las redes sociales, en la reivindicación de ataques como a la compañera de H.I.J.O.S, en los mensajes que apuntan hacia las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. 

Una vez más nos encontramos discutiendo si fueron o no 30 mil, explicando que se trata de una cifra abierta, porque las Fuerzas Armadas decidieron no abrir los archivos. Otra vez explicando que no se trató de una guerra, que la tortura y desaparición de personas no puede ser nunca una política de Estado. 


Aunque sabemos, como decía Estela, que siempre tendremos la resistencia y que daremos estas discusiones las veces que sean necesarias, es momento de pensar el cómo. Hay una avanzada reaccionaria que cada vez corre el límite un poco más allá con discursos que banalizan la violencia y lo siniestro de esos años. ¿Podemos, desde nuestros lugares, también saltar ese alambre sin caer en el cinismo ni perder la potencia de esta lucha?  

En los últimos días circuló la iniciativa de “desaparecidos de las redes”. Una invitación a hacer un apagón digital el 24 de marzo. Es decir, una convocatoria a no publicar nada durante el domingo, excepto contenido vinculado a la movilización. ¿Nos están buscando para provocarnos en un territorio que han sabido dominar? No nos van a encontrar, porque vamos a estar en las calles. Otra forma de responder a la violencia digital de los libertarios en su propia cancha. 

Una propuesta que también buscó correr el límite de lo decible desde los progresismos para interpelar a través del humor fue el sketch de Guillermo Aquino y Lu Iacono, “Novia Videla”. Después de una noche con mucho alcohol, Guille se despierta en la casa de una chica y descubre que es la nieta del mismísimo presidente de facto, aquel que inauguró el período más oscuro de nuestra historia. En su intercambio aparecen cientos de juegos de palabras que refieren tanto a la noche de sexo como a la dictadura y vemos a un Guille contrariado porque la pasó muy bien, pero estar con alguien así no condice con sus ideales. 

Para algunas personas hacer chistes con submarinos, vuelos de la muerte y delitos de lesa humanidad es ir demasiado lejos. Y es una discusión válida. Sin embargo, el video tiene 3,6 millones de reproducciones en Instagram y 361.425 en YouTube. No podemos negar que tuvo más llegada que muchos otros contenidos sobre derechos humanos. ¿Será que la cuestión radica en poder situar aquello que se produce? ¿Una lectura del contexto acertada y un análisis pertinente del canal por donde circulan esos discursos es garantía de alcance?

No tener miedo a discutir

Es que detrás de todo mensaje hay necesariamente un receptor. No es ingenua la forma en la que se elabora, en la que se construye la forma del decir. Pero lo que está en jaque es la reconstrucción de los lazos sociales que vinieron a romper. Eso que ellos confunden con batalla cultural es en realidad la capacidad de conectarse con los otros, con las otras, con sus experiencias de vida, con sus dolores, que muchas veces son los mismos que los nuestros. 

Entonces vuelve la pregunta. ¿Cómo actualizar y transmitir la memoria? ¿Cómo reparar esos años donde ha primado la penetración de discursos de odio? O en palabras de Victoria Montenegro, nieta recuperada y actual legisladora porteña: “¿Cómo construir comunidad en la juventud? ¿Cómo hacer que nuestros espacios vuelvan a abrazar a aquellas personas que están confundidas?” 


En los diálogos que Victoria supo tener con adolescentes en las aulas hay un ejercicio constante de memoria. El objetivo: acercar aquello que parece tan lejano. Ella va a las escuelas a contar la historia de su apropiación en los primeros años de vida e invita a pensar ese contexto: un mundo sin celular, donde la forma de aprender o de informarse no alcanzaba los niveles de inmediatez del hoy. Después de la pandemia, dice, empezó a notar que la recepción era diferente. Es que la embestida es cíclica, siempre vuelve, cambia de forma y de color, pero permanece. “¿Pero ustedes qué hicieron?”, le preguntó un joven. 

En un escenario contrapuesto, alumnos y alumnas de entre 10 y 14 años participaron este jueves de la ronda a la Pirámide de Mayo junto a sus maestras, y a las Madres y Abuelas. Escribieron sus propios carteles y nombraron a las y los desaparecidos. La imagen de los guardapolvos le discutió a la sensación de que la historia parece haberles quedado lejos o se desconoce. Es la certeza de que volveremos a construir esos puentes. 

Al fin y al cabo, no suena tan descabellado ausentarse de las redes sociales, y que la interacción con los y las demás exceda las pantallas. En tiempos de todos contra todos, tendremos que tener coraje para dar discusiones complejas, tirantes, tal vez molestas para recuperar aquello que vemos disgregarse. Una vez más, la crueldad nos enfrenta a nuevos desafíos. Y en plural, sí, porque la estrategia para impregnar no es unívoca. Si la memoria es el anticuerpo de nuestro pueblo, ¿será entonces aquella incomodidad la célula que anime otras narrativas sin perder la sensibilidad? 


Foto de portada: Catalina Filgueira Risso


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